miércoles, 29 de marzo de 2017

Casa de la Cultura en San Pedro Sula: Más de dos décadas construyéndola.


 Gustavo Campos
abril de 2016

PRIMERA PARTE: A manera de introducción

El presente trabajo tenía por motivo responder la incógnita del por qué las consideradas ciudades más importantes de Honduras carecen de Casas de la Cultura (San Pedro Sula, Tegucigalpa, La Ceiba y Choluteca). Lo que suponía un breve trabajo de investigación se convirtió en un amplio recorrido histórico a través de varias ciudades y de los personajes claves en la actividad cultural y artística, sus emprendedores, directores de cultura, historiadores y las políticas de las administraciones municipales y gubernamentales. En el camino recabamos muchas páginas de información, por medio de entrevistas y lectura de archivos y documentos. Para responder rápidamente la razón por la cual Tegucigalpa carece de Casa de la Cultura, se debe a que es la capital del país y en ella se aglutinan una considerable cantidad de instituciones culturales y artísticas, además de Organismos Internacionales Cooperantes. Al preguntarle lo anterior al ex Secretario de Cultura y Artes, Rodolfo Pastor Fasquelle, sobria e inteligentemente ha respondido de manera escueta y tajante: «Eso es correcto, no desconcentras ni descentralizas el centro. Por ahí le dicen Casa de la Cultura al Teatro Manuel Bonilla». Ante tal respuesta, la que coincide con otros entrevistados, decidimos enfocarnos en los casos de San Pedro Sula, La Ceiba y Choluteca, dejando estas dos últimas ciudades como la continuación de la presente entrega. Hay muchos puntos en común entre las tres ciudades, como el desinterés y falta de visión de las alcaldías, rencillas internas entre diferentes grupos de distinto tinte político, caso de La Ceiba, o como lo ha llamado el historiador Miguel Mercado en Choluteca y en otras ciudades rige «La ley del Canecho», «la cual consiste en que ninguno permite que el otro haga algo». También agrega que existe «inoperancia de los Directores Regionales de Cultura (SPS y Choluteca), robo del patrimonio cultural (Choluteca)». San Pedro Sula y Choluteca cuentan con Directores de Cultura municipal, direcciones adscritas a la Dirección de Cultura y Artes, dependencia de la Secretaría de Estado. Vale agregar que toda municipalidad cuenta con regidores de cultura y turismo. Lenin Hernández, historiador, comenta que «todo el apoyo logístico que se recibió en Choluteca se lo repartieron los artistas».   
A doscientos tres kilómetros de San Pedro Sula queda La Ceiba, a doscientos cuarenta y cuatro kilómetros, Tegucigalpa, capital de la república, y a trescientos ochenta y tres kilómetros, Choluteca. Desentrañar la historia de cualquiera de las ciudades mencionadas nos da una clara idea de cómo funcionan los gobiernos municipales y el gobierno central en lo referente a Derechos Humanos, derechos culturales, y sus políticas de cultura y arte.   

Nacimiento y muerte de la SCAD

Recién nacía la Secretaría de Cultura Artes y Deportes en la ininterrumpida época de golpes de Estado. Se creó en la transición del general Oswaldo López Arellano, quien asumió la jefatura de Estado tras derrocar al Dr. Ramón Ernesto Cruz, electo constitucionalmente. En 1975 fue destituido sustituyéndolo el coronel Juan Alberto Melgar Castro. Era la escalofriante época de los desaparecidos y de las injerencias políticas estadounidenses en América Latina. Los países vecinos de Honduras venían siendo víctimas de un vendaval político y social por el resto de la década de los ochenta y principios de los noventa. Nicaragua, El Salvador y Guatemala enfrentaban guerras civiles que dejaron un elevadísimo saldo de muertos. Honduras estrenaba Constitución —y escuadrón de la muerte— y se pavoneaba entre una aparente tranquilidad y respiraba aires, aún tóxicos, de democracia. Policarpo Paz García, general de brigada, entregaba el poder en manos del recién electo presidente de la República, Roberto Suazo Córdova. Era 1982. Comienza un esperanzador, pero escabroso periodo de incertidumbres y persecuciones políticas. La nueva Constitución incluye en su primer artículo «el derecho al goce de la justicia, la libertad, de la cultura y el bienestar económico y social». Entrado el siglo XXI no se cumple ninguno de ellos, salvo para unos cuantos ciudadanos. Hasta el gobierno de Carlos Roberto Reina empieza a cumplirse el Capítulo VIII, artículo 151, 170, 173 (durante en la administración de Manuel Zelaya se continúa el cumplimiento de los artículos 174 y 175), con el Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle dirigiendo la Secretaría de Cultura, Artes y Deportes: «encargada de lo concerniente a la formulación, coordinación, ejecución y evaluación de las políticas referentes a la investigación, rescate y difusión del acervo cultural de la nación, la educación artística y la identificación, conservación y protección del patrimonio histórico cultural de la nación». Antes, las políticas culturales eran improvisadas y no cumplían a cabalidad los artículos citados. Treinta y nueve años después, número que coincide con el número de latigazos dados a Jesús, la actual administración de Juan Orlando Hernández disuelve la Secretaría y la convierte en dos direcciones adscritas a la Secretaría de Estado. Vale mencionar que en la administración de Ricardo Maduro también ocurrió algo similar.

Políticas culturales y Casas de la Cultura

Según el Doctor en Historia Rodolfo Pastor Fasquelle: «Para que las políticas de largo alcance tengan éxito se necesita un equipo profesional de técnicos. El Programa de Casas de la Cultura y la conformación de los Consejos Regionales de Cultura respondían a una política de desconcentración y descentralización y democratización de los fondos públicos para cultura. En la mayoría de los países del mundo, a excepción de Honduras y otros países subdesarrollados no cambia el equipo técnico, cambian los ministros, los viceministros. Y esta política era fundamentada en análisis serios con criterio, con referentes internacionales. El Programa de las Casas de la Cultura es un programa que inventan hace veinte años los técnicos de las Naciones Unidas en UNESCO, para poder realizar el trabajo de descentralización. No era nada novedosa. Se implementó en el periodo de Carlos Roberto Reina y se establecieron desde aquel entonces». 

Obstáculos contra los proyectos de ley de cultura y arte

Jorge Martínez, quien fungió como oficial de cultura y coordinador del proyecto en los departamentos de Cortés, Yoro y Santa Bárbara, del Programa Conjunto Creatividad e Identidad Cultural para el Desarrollo Local, cuenta que «en ese periodo hubo una propuesta de ley refrendada por el movimiento cultural hondureño, pero el Congreso Nacional engavetó el Anteproyecto de Ley para el Desarrollo de la Cultura y las Artes». Rodolfo Pastor Fasquelle confió a este medio que Roberto Micheletti Baín, ex presidente del Congreso Nacional, designó una comisión de cultura, presidida por Myrna Castro, para estudiar la ley enviada por la SCAD. «Micheletti fue claro que no dejaría pasar o aprobaría ninguna ley que fuera mérito mío. El anteproyecto de Ley iba darle un asidero legal para el funcionamiento de los Consejos Regionales, desconcentración y descentralización, que, aunque hubiera cambio de gobierno, la estructura sería la misma. La Comisión para estudiarlo nunca lo dictaminó, porque no la entendían. El hecho que no pasara el anteproyecto de ley también se debió a un problema político, y esa fue mi culpa, no me congracié lo suficiente con los diputados, especialmente con el diputado Micheletti, que se rumora, que inadvertidamente comentó a otra persona amiga mía que no promulgaría esa ley como un mérito mío. Y eso reflejaba las interioridades políticas de esa problemática. Tendría que haber sido mucho más diplomático y político para tratar el tema, que debí haber sido más complaciente.».
 
Casas de la Cultura

La política de las Casas de la Cultura no es novedosa, «La Casa de la Cultura es una institución donde existe la participación democrática de la comunidad a través de las distintas expresiones artísticas y culturales, es aquí donde se promueve el desarrollo integral de la localidad permitiendo establecer y fortalecer la identidad de la ciudadanía por medio del respeto y valorización de la cultura propia siendo el gobierno local y la sociedad civil los encargados de velar por la sostenibilidad de la misma.» (Cuadernos de trabajo para las Casas de la Cultura. Proyecto UNESCO-MUA; 2011)

Sus objetivos:
a.     Conservar y exhibir el patrimonio cultural local y nacional.
b.    Promover el desarrollo cultural local.
c.     Apoyar el equipamiento del espacio destinado a la promoción artística.
d.    Promover el intercambio cultural entre los miembros de la red.
e.    Satisfacer las necesidades en materia de formación y educación artística local.
f.      Promover las distintas expresiones artísticas a nivel local por medio de exposiciones, conciertos, teatro, cine, etc.
 (Cuadernos de trabajo para las Casas de la Cultura. Proyecto UNESCO-MUA; 2011)

Según el escritor Julio Escoto «el concepto de Casa de la Cultura para mucha gente sigue siendo social, para exhibir exposiciones, conferencias, mostrar la “alta cultura”. El concepto original de la Casa de la Cultura es una casa de la comunidad, el pueblo se reúne, se conoce, y como dice el principio: “pueblo que se conoce, pueblo que no se mata”, es decir conozco a mi vecino y aun de tener conflicto con él es más difícil recurrir a la violencia porque somos amigos y conocidos. Su objetivo es desarrollar la convivencia, para que en la comunidad se conozcan a fondo, se aproximen y con ello limen sus asperezas, y crear lazos y nexos de solidaridad, eso es en el fondo, lo único es que la hemos hecho un poco elitista, los artistas, los “intelectuales” son quienes buscan ese centro, pero en realidad ese centro debería ser puntos de contacto cultural y popular.»

Casa de la Cultura de San Pedro Sula: Más de dos décadas construyéndola

Según el escritor y fotógrafo Armando García la construcción de la Casa de la Cultura de San Pedro Sula viene realizándose desde tiempos de Lidia Handal: «San Pedro Sula ha sido y es el polo económico y la segunda ciudad más importante del país. Sin embargo, carece de archivo, de galería de arte, salón de la memorabilia, biblioteca, fonoteca, pero sí discoteca». Y, en efecto, San Pedro Sula es la segunda ciudad más grande de Honduras y la capital administrativa del departamento de Cortés. Ella genera arriba del 40% del Producto Interno Bruto (PIB) del 62% que genera la Zona Metropolitana del Valle de Sula (ZMVS).

Armando García recuerda cronológicamente los movimientos y personas implicadas en la creación de una biblioteca municipal y la creación de la Casa de la Cultura de SPS.

«El polo vertebrador de la cultura era Tegucigalpa. Quien quería participar de ella, debía viajar a la capital. En los años 60 ocurre una independencia cultural y quien la inicia es “La voz convocada”, en La Ceiba, liderada por Nelson Merren, junto a otros poetas emblemáticos de esa generación. De 1980 a 1990, en San Pedro Sula, se da otro movimiento intelectual, artístico y cultural desprendido de la capital. Helen Umaña funda Tragaluz y Cronopios, y junto a antropólogos, escritores, poetas, sociólogos e historiadores se forma un bloque intelectual que activa la vida cultural de la zona.»

«Helen Umaña, Sara Rolla, Marta Susana Prieto, Juan Ramón Saravia, Julio Escoto (quien vuelve de Costa Rica), José Antonio Funes, Julio César Pineda, Edilberto Lara, entre otros, serán parte del grupo. Luego vendrán los arlequines y posteriormente la generación de ustedes.»

Según Teresita Campos de Pastor, directora del Museo de Antropología e Historia, ella recibió una invitación allá por el año 1991 para participar en la elaboración del anteproyecto de la creación de una biblioteca municipal y de un centro de formación artística.

Por otra parte, Julio Escoto agrega que él junto a su esposa Flor Alvergue llegaron a tener una colección de 900 libros de literatura infantil, que ya es mucho para comenzar una biblioteca, la que pensaban donar: «En la administración de Tito Guillén, junto a Helen y otros intelectuales, le presentamos al alcalde Tito Guillen el proyecto de la Casa de la Cultura, pero que iba comenzar como una Biblioteca Infantil, porque mi esposa y yo habíamos pasado coleccionando durante ochos años libros de literatura infantil, y ya teníamos como 900 libros, así que Tito Guillén aprobó inmediatamente, y luego de algunas discusiones y cambios, Tito dijo que él quería algo más y se hizo el Centro Cultural Infantil (CCI), que era, digamos, una Casa de la Cultura, pero para niños. Fue de los primeros logros.»

Maqueta del área de biblioteca para niños

Un grupo de intelectuales y artistas se acercó a Héctor Tito Guillén, entre ellos Marco Rietti, Helen Umaña, Marta Susana Prieto, Mariela Guzmán, Julio Escoto, Sandra Bográn, Graciela Galeano y Armando García, para pedirle el quiosco ubicado en el centro del parque central para montar una biblioteca. El presupuesto requerido era de 70 mil lempiras. Tito Guillén, único alcalde sampedrano que atendió a todo el conglomerado de artistas e intelectuales, les dijo que mejor pensaran en grande, y les cedió el Auditorio Municipal con un apoyo «denodado» de cuatro a cinco millones de lempiras, que luego se convertiría en el Centro Cultural Infantil (CCI).

Más adelante, al grupo se unieron Teresa Coello y Mario Gallardo. Esta vez llevaban en mano el proyecto para la habilitación de la Casa de la Cultura elaborado por el Ing. Roberto Elvir, quien remodeló el parque central. El edificio que serviría para su instalación sería el antiguo Instituto José Trinidad Reyes. Era la administración de Luis García Bustamante y según el Ing. Elvir y Armando García el alcalde veía con desprecio a los intelectuales de la zona y rehusó reunirse con ellos. Por ese entonces, en el antiguo JTR, funcionaba el Instituto Tecnológico en Administración de Empresas (INTAE). Un edificio descuidado, destruido, que había que restaurar por ser un bien patrimonial. El Ing. Roberto Elvir, como voluntario, se encargó de hacer el levantamiento de planos, ad honorem. «En él funcionaría una sala para Bellas Artes, una escuela de danza, biblioteca y archivo municipal». Los salones serían de usos múltiples, fotografía, pintura, galería permanente de artes visuales y la biblioteca. «El alcalde no tuvo la cortesía de recibir el diseño del anteproyecto (plano, memoria y presupuesto) y nos trató con desprecio, conservó los trabajos y dijo que no participarían en nada», agrega Roberto Elvir. Luego comenzó una pugna por el edificio entre el gobierno municipal y el gobierno central. La municipalidad se adjudicaba el inmueble, mientras la Secretaría de Cultura, Artes y Deportes aseguraba que le pertenecía. «Ya a finales de los ochentas, la ministra de Educación, Elisa Valle, extendió una certificación de parte del Ministerio sobre el JTR», asegura Elvir. Años después, cuando comenzó a gobernar Carlos Roberto Reina, y fungía como Secretario de Cultura y Artes Rodolfo Pastor Fasquelle, dieron apoyo monetario para la restauración del edificio. Por otro lado, el INTAE protestaba temeroso de perder su edificio (temas políticos y económicos de fondo), pero luego se convino la construcción de su propio edificio.

Teresa de Pastor cree que «siempre ha habido desinterés de parte de las autoridades por fomentar la cultura y, que, a su vez, era una forma de mantener un estatus quo bajo considerando “la cultura como un lujo”». Sobre la ausencia de una Biblioteca Municipal agrega que ha habido «falta de visión y se ha considerado más importante la tecnología o bibliotecas virtuales, que la biblioteca se ha vuelto obsoleta». El Museo de Antropología e Historia cuenta con una especializada en antropología. Y comenta un interesantísimo proyecto que dirigía Claudia Madrid, esposa de Yany Rosenthal, que consistió en donar dos libreros llenos de literatura infantil a las escuelas.

Al consultarle al Dr. Rodolfo Pastor sobre desde qué fechas viene gestándose la idea de la realización de la Casa de la Cultura en San Pedro Sula, responde que «En 1996 la SCAD le confirmó al Municipio la propiedad municipal del viejo JTR, luego de ubicar en el Archivo, los documentos pertinentes, gestó la idea y le otorgó a la ciudad de San Pedro Sula una importante cantidad del dinero, más de ochenta y cinco mil lempiras para empezar a edificar ahí una Casa de la Cultura. Y después en 2007, inauguramos una obra de construcción con Marlon Lara y el alcalde Sunceri… porque nada se había hecho mientras tanto.»

En el periodo de Padilla Sunceri el caricaturista y actual diputado liberal Darío Banegas comenzó a devengar el sueldo de sesenta mil lempiras como director de la Casa de la Cultura, la cual aún estaba en la etapa de remodelación, como precisa el Dr. Pastor Fasquelle. Al respecto, el Ing. Roberto Elvir hizo entrega de una de las tres copias del anteproyecto de Casa de la Cultura a Darío Banegas, a quien nunca volvió a ver ni devolvió el documento. Los anteproyectos existentes son dos, el elaborado por el Ing. Elvir, que le sirvió a Darío Banegas y fue presentado como «preparado por Gerencia de Obras Públicas y FHIS Municipal. Las etapas consignadas son la creación de «Academía de Bellas Artes, Biblioteca Municipal, Archivo Histórico, Auditorio Municipal» (que no cita en su presentación de Powerpoint) y el actual que posee el Club Rotario. Hay un tercero elaborado como proyecto de tesis por alumnos de la USAP. Según consta en documentos «desde abril de 1990, en la administración del Ing. Tito Guillén, se había estipulado que el predio del JTR sería utilizado para la Casa de la Cultura».

El poeta y ex director de la Dirección de Cultura Popular, José González, comenta que parte de la política de Pastor Fasquelle era «descentralizar la cultura fuera de la capital para llegar a los pueblos, donde hay más respuesta y mayor necesidad». Tal dato corrobora que el Dr. Pastor Fasquelle tenía una idea clara de la política cultural a la que debía darle seguimiento. Al consultarle sobre los aciertos y desaciertos de las políticas culturales para que San Pedro Sula, La Ceiba y Choluteca posean sus Casas de la Cultura responde que «la política cultural tampoco se improvisa. Las Casas de la Cultura son un programa de desconcentración y descentralización. Originalmente fueron una idea de UNESCO. En todas partes ha sido difícil consolidarlas. Su acierto consiste en entender que se necesita desconcentrar y descentralizar. El problema con esa clase de política es que se necesitan estructuras regionales de apoyo. Estructuras capaces de organizar el trabajo y de administrar transparente y eficientemente los recursos ya mejor aún de gestionarlos. Nosotros tuvimos e intentamos crear esas estructuras regionales, como los Consejos Regionales, pero no alcanzamos a consolidar su institucionalidad y desde Myrna Castro, les quitaron los fondos. Habría que haber consignado en el Presupuesto Nacional fondos intransferibles para cada Consejo, para eso se hubiera ocupado un compromiso de los diputados locales, presionados por ciudadanías locales que no existen. Los programas de Casas de Cultura tuvieron problemas en casi todos los países, con excepciones (Cuba) y pienso que Brasil dio un paso al frente con su programa sustituto llamado Puntos de Cultura…»

Por su parte, José González, opina que como «las sociedades son muy grandes, entonces las perspectivas se escapan. Es decir, ya no es la misma Feria Juniana de 1950 que las de ahora. Ya no entusiasma a nadie hacer una Casa de la Cultura. Además, son muy caras. Remodelar el JTR llevaría los cien millones. Es muy caro. Crear un espacio para la cultura en San Pedro Sula debe ser un mega proyecto, que exige un mega presupuesto. Entonces esa magnitud daña las pretensiones de los muchachos. Y las instituciones dicen, pues vamos invertir cien millones en cultura, pero hay aldeas que se están muriendo de hambre. La magnitud de los proyectos sobrepasa las pretensiones de las mismas autoridades y gestores. Casas de la Cultura por distritos, dos a tres millones de lempiras cada una, que abarquen cincuenta mil habitantes es más fácil manejarlo.»

Maqueta Biblioteca

Rodolfo Pastor opina que la razón por la que San Pedro Sula tenga más de veinte años habilitando ese espacio de convivencia cultural se debe «primero que todo a la incultura. A la falta de compromiso de los funcionarios en distintos niveles, con la cultura. A la cual no dan valor. Y a una serie de estupideces más. Por ejemplo, el hecho de que los funcionarios se dan más importancia a sí mismos que a su tarea. Y cada uno quiere ser el protagonista y esconder, ocultar o despreciar los aportes de otros para esa meta. Y lo mismo es cierto de los hombres y mujeres del mundito de la cultura, cada uno de los cuales quiere ser el héroe de la película. Diferentes municipalidades han puesto el proyecto en manos de distintos burócratas y de distintos grupos de agentes culturales… cuando debió siempre estar en manos de un Consejo Regional de Cultura bien organizado, institucionalizado.»

«Con Kilgore, se le dio un impulso, y tampoco hizo nada. Ahorita estoy viendo que estuvo Banegas como director sin hacer nada. No ha habido suficiente interés. Ahora es muy difícil retomar eso.» Agrega José González. Y en el oficio del Instituto Hondureño de Antropología e Historia mediante el punto No. 22, Acta No. 117 (23/04/2012) se aprueba el proyecto “Plaza de la Cultura, San Pedro Sula”. El proyecto pasa de ser Casa de la Cultura a Plaza de la Cultura. El convenio de colaboración entre la Corporación Municipal y el Club Rotario de San Pedro Sula se produjo en la administración de Juan Carlos Zúniga: “en vista que el inmueble ya estaba destinado de acuerdo al Punto Número 23 del Acta No. 05 de fecha 23 de abril de 1990, siendo alcalde el Ing. Héctor Guillermo Guillén… y en vista que el artículo 14 de la ley de Municipalidad es preservar, fomentar, desarrollar y difundir las tradiciones cívicas culturales del Municipio, en sus distintas manifestaciones se asigna este edificio, donde se forjaron tantas generaciones de estudiantes, a una causa en beneficio de la cultura de San Pedro Sula”. En la administración actual del alcalde Armando Calidonio quiso destinarse el inmueble para una Mega Posta Policial y luego para trasladar las oficinas administrativas de la Municipalidad. Lo cual creó una indignación y molestia por parte de la población y de la comunidad artística que comenzó a elaborar actividades para apropiarse del inmueble y no sirviera para otros fines que lo ya convenido. El Colectivo “Enjambre Cultural” comenzó a elaborar programas de actividades en la Plaza con el apoyo del Club Rotario que tuvo por propaganda “Seamos cultura”. Sin embargo, en el Convenio firmado entre el Club Rotario y el ex alcalde Zúniga, en el inciso 9 de la cláusula, se precisa que «se deberá conceder una pequeña parte en el edificio en mención a la Policía Nacional Preventiva para que instale una posta policial. Las dimensiones y ubicación serán establecidas por ingeniería Municipal y la Comisión de Seguridad.» Firman Juan Carlos Zúniga, alcalde municipal, y Jorge Antonio Bográn, presidente y representante legal del Club Rotario. Quien puso fin al litigio hace unas semanas fue Marlon Escoto, Secretario de Educación, al presentar los documentos que demuestran que el edificio y el predio pertenecen al gobierno e hizo entrega de las escrituras y firmó un nuevo convenio con los Rotarios. El alcalde Armando Calidonio también comenzó a hacer actividades en el predio frontal de la Plaza y cortaron árboles innecesariamente y las técnicas de restauración de la fachada no fueron las adecuadas. En febrero realizó la “Fiesta del amor y la amistad”, aún no estaba enterado que le quitarían el inmueble.

San Pedro Sula cuenta con una población aproximada de un millón cien mil habitantes y la Zona Metropolitana del Valle de Sula dos millones quinientos mil habitantes. Según los datos de la DIEM «ochocientos catorce mil habitantes son nativos (residentes) de la ciudad y el resto es población flotante que se ha establecido en la ciudad por determinados periodos de tiempo para buscar trabajo, estudiar o hacer algún tipo de negocio.»

Esto nos obligó a plantearnos otra hipótesis. Si San Pedro Sula ha crecido poblacionalmente un 112% en su superficie a partir del año 1992, reduciendo un 22% el área rural para el 2010, de haberse hecho la Casa de la Cultura en aquella época habría tenido mayor impacto en la población y habría evitado en alguna medida la cultura de violencia, instalándose el miedo antes que la cultura, como cultura. Si a esto sumamos que en una ciudad grande, metrópoli, se inviertan ciento veinte millones de lempiras en la remodelación y construcción de la Plaza de la Cultura, siendo este el equivalente del presupuesto nacional destinado para Cultura y Artes (según Rodolfo Pastor Fasquelle en su primera administración tenían por presupuesto cien millones y en el último, de 2006 a 2009, doscientos ochenta millones, la mitad para deportes) al del mega proyecto, indiscutiblemente necesario, como afirma el Dr. En Historia de Artes y Director de la Alianza Francesa en San Pedro Sula, Gustavo Larach: «Necesario es. Lo único que va a transformar la comunidad sampedrana en una ciudad cohesiva, con sentido, que pueda integrar, no digo que sea fácil, procesos constantes de producción cultural que involucren a la gente será la Plaza de la Cultura, pero también tiene que haber un proceso didáctico, socialización y enseñanza del proyecto. Eso debe programarse.» Rodolfo Pastor Fasquelle opina que podía haberse hecho con menos recursos, ser más realista con lo que se tiene.

Si históricamente el Valle de Sula, San Pedro Sula, ha sido un espacio de intercambio, centro de confluencias y lugar de paso, como asegura Russell Sheptak y antropólogos e historiadores, y con él coinciden Rodolfo Pastor, Jorge Amaya y Darío Euraque, sobre la oleada de inmigración que se trasladó desde Olancho y Santa Bárbara y otros departamentos, así como de árabes, judíos y chinos, entre otros, desde el extranjero, cómo integrar a una población diversa y hacer suyo un espacio que «sienten» que no les pertenece, porque nunca se les enseñó que eran dueños de una cultura, que el arte les pertenecía y por medio de él podían expresarse. Si una Casa de la Cultura, como apunta Julio Escoto, «es un tipo de casa de convivencia e intercambio cultural donde se conoce al vecino, y no se mata al vecino, sino que se convive», ¿de qué manera respondería tal edificación en cohesionar áreas urbanas y suburbanas, y los sectores periféricos y esas llamadas «ciudades ocultas» que son los cordones de pobreza ubicados en los bordos de los ríos? Se volvería un edificio vacío y elitista. ¿Destinado a qué población? En respuesta, la arquitecta Alejandra Vaquero ha dicho que «parte del proceso es crear convenios con el sector educativo para integrar a toda la sociedad. Vamos por etapas, pero alternamente a la construcción de la Plaza de la Cultura también estamos en el proceso de crear planes operativos y estrategias que integren a toda la comunidad, sin exclusiones ni favoritismos. Incluiremos todos los sectores de la ciudad. Parte de las actividades de la biblioteca es conectar con las escuelas públicas para llegar a esa interacción y participación. Y definitivamente hay mucho que organizar y planificar. Es una tarea grande, para un gran equipo. Por los momentos, mi tarea es ayudar con la socialización del proyecto a través de la producción cultural, reactivar la recaudación de fondos y retomar la restauración del espacio. El plan es ir integrando poco a poco lo demás. Sin dinero no se logra mucho, por eso es importante la cooperación pública, privada e internacional.»

Alejandra Vaquero, voluntaria desde 2011 hasta la fecha, ha sido fundamental en cumplir ese sueño de la comuna sampedrana, junto al Club Rotario de San Pedro Sula que se ha caracterizado por su eficiencia. También Alejandra Vaquero asegura que el proyecto no es el mismo proyecto presentado anteriormente: «hubo que hacer nuevamente el levantamiento de planos, junto a otros compañeros arquitectos, Julieta Collart y Benjamin Krauss, y con la ayuda de la especialista en bibliotecas Francine Pinchet, consultora canadiense, elaboramos el anteproyecto para la Plaza de la Cultura y el diseño arquitectónico y desarrollo de planos de la Biblioteca». Para conocer el proyecto pueden entrar al Facebook Plaza de la Cultura San Pedro Sula. 
Salón de conferencias



Aquel proceso que comenzó hace más de veinte años impulsado por Helen Umaña, Julio Escoto, Marta Susana Prieto, Graciela Galeano, Sandra Bográn, Marco Rietti, Armando García, Juan Ramón Saravia, entre otros, ahora gracias a otro grupo llamado Colectivo «Enjambre Cultural», generación actual y heredera de la anterior, en el que participan Alejandra Vaquero, Javier Eliuk Sánchez, Andrea Alvergue, Baruc Selim, Fernando Lopéz Gaido, Gustavo Larach, Gustavo Campos, junto al Club Rotario de San Pedro Sula e instituciones donantes, empresarios y organismos internacionales, parece que por fin terminará la Plaza de la Cultura. Trabajo de muchos, y de varias generaciones. Es evidente el compromiso de la fuerza artística e intelectual de la ciudad. Y aunque ha sido lento y muchas veces saboteado el proyecto, por fin puede verse reflejado el comienzo de la primera etapa con una inversión no mayor de los nueve millones de lempiras. El Congreso Nacional de la República también prometió otorgar diez millones de lempiras, de los cuales, según los rotarios, no se han entregado más de dos millones hasta la fecha.

También han protestado y colaborado activamente Flor Alvergue (CCDANZA), Damario Reyes (Proyecto Teatral Futuro), entre otros centros de formación artística. Los pintores Antonio Vinciguerra, Marco Rietti, entre otros.

Julio Escoto opina que «el actual proyecto ha sido el que ha tenido un poco más de empuje porque ya hay dinero establecido, la Municipalidad no está aportando nada, este gobierno no tiene ningún interés en la cultura, cerró el Ministerio, la Municipalidad de San Pedro Sula debe subsidios a todas las instituciones culturales que crearon otras municipalidades anteriores, sin embargo el proyecto Casa de la Cultura (ahora Plaza de la Cultura) allí va arrancando con participación ciudadana, con los rotarios y de gente que tiene ese sueño por ese proyecto.»


Hay un punto importante a considerar en la elaboración de la Plaza de la Cultura de San Pedro Sula, a diferencia de las casas del resto del país, que han sido puestas o exigidas por la comunidad, en San Pedro Sula ha sido la comunidad artística e intelectual la que se ha esforzado en ver concluido el proyecto. Debido a esa cuestión muchos de los entrevistados coinciden que sería funcional la elaboración de pequeñas casas culturales divididas en sectores o distritos para una mayor influencia en comunidades lejanas, aisladas y marginadas.

Gustavo Larach opina que la Plaza de la Cultura funcionará porque es «una estructura histórica que está conectada con la historia de San Pedro Sula». Con la historia, pero no con sus pobladores. Según estudios muchos de los pobladores provienen de departamentos como Lempira, Santa Bárbara, Copán, entre otros, buscando mejorar su calidad de vida y por oportunidades de trabajo. Él mismo agrega que «el presupuesto del que hablan los rotarios es de unos ciento veinte millones de lempiras, montón de dinero, y en San Pedro Sula y en Honduras el empresariado y a todo nivel, ha hecho falta en la gente inculcarles la valoración adecuada de lo que pueden aportar a la sociedad en la producción cultural y artística, porque es producción y asimismo puede generar empleos. El problema es la falta de visión en las autoridades municipales, en el empresariado y en la población. Es difícil decir. Resulta ambicioso. Y los rotarios están en contacto con instituciones cooperantes para concluir el proyecto. El edificio es del Ministerio de Educación. Ya se confirmó. Y ese problema del litigio es lo que tenía detenida la construcción. Esto crea la confianza y garantiza la continuidad del proyecto y desarrollo.» Mario Hernán Mejía coincide con el Dr. Larach al referirse que «las tradicionales industrias culturales (cine, televisión, informática, libros, música, diseños) requieren de altas inversiones para su producción, de tal suerte que en los países desarrollados han producido ganancias espectaculares convirtiéndose en parte sustancial de la economía global como lo demuestran las estadísticas que todos conocemos. En nuestros pequeños países centroamericanos y otros de similares condiciones en América Latina, el Caribe o África, la realidad es distinta: los talentos artísticos y el patrimonio cultural nacional no son plenamente valorados y explotados racionalmente por el turismo rural o cultural; Su contribución a la creación de puestos de trabajo locales y los ingresos del comercio internacional es limitada.»

Problemas que se avecinan

Algunos problemas que se avecinan en una degastada y corrupta ciudad que fue en épocas pasadas una de las de mayor crecimiento y desarrollo a nivel latinoamericano, será el problema de movilización y transporte para asistir a la Plaza, deterioro de calles, infraestructura colapsada y reordenamiento vial, congestionamiento, altos índices de inseguridad y violencia, etc.

Maqueta vista aérea de la Plaza de la Cultura
Alianzas entre Comités de Centros Culturales y Mesas de Turismo

El Dr. Larach también menciona que están en proceso de organizar un comité de centros culturales de San Pedro Sula, que aglutine e involucre a las diferentes instituciones culturales y artísticas. En dicho comité podría planificarse la socialización y enseñanza en los diferentes sectores en que se divide la ciudad. Y un proyecto importantísimo y muy interesante es uno creado por la Mesa de Turismo del Valle de Sula que consiste en una ruta museográfica turística. «De los veinte municipios que conforman la zona, únicamente doce respondieron a la propuesta de proyecto, que consiste en crear museos en cada municipio del Valle de Sula, en caso de carecer de ellos. Trajimos una especialista canadiense que nos acompañó a recorrer los municipios interesados para elaborar el estudio, hacer recomendaciones. Los directores municipales de Turismo y alcaldes que nos atendieron nos mostraron los espacios que tienen destinados para la habilitación o construcción de los museos», nos confió Dora Suazo. A lo que agregó que «el éxito dependerá del compromiso de los alcaldes actuales y de los próximos para darle continuidad a los proyectos convenidos». Algunas de las respuestas obtenidas fueron «no estamos interesados porque no tenemos dinero ni presupuesto». Entre los municipios interesados están Puerto Cortés, Omoa, Pimienta, Potrerillos, Las Vegas, Santa Bárbara, Villanueva, La Lima, Tela, Quimistán, y en Santa Cruz el parque arqueológico Los Naranjos. Tanto los integrantes de la Mesa de Turismo como el Comité de Centros Culturales que se formará, deberán crear alianzas y mantener una comunicación fluida, crear convenios, etc. «También falta hacer la gestión con el gobierno. Estamos en una primera etapa», agregó Dora Suazo.

El desconocimiento entre la relación de cultura, arte, turismo y economía parece ser una de las debilidades de los gobernantes y de sus políticas.
    
Donde inicia la Cultura, termina la violencia

«Donde inicia la cultura, termina la violencia», es la consigna del proyecto de la Plaza de la Cultura de San Pedro Sula. Lo cual se sobre entiende que ésta contribuirá a bajar el alto índice delincuencial, extorsiones, asaltos, asesinatos por medio del sicariato.

Y esta Plaza, como obra de prevención, punto de paz y convivencia, y como un medio de oportunidades, educación, contribuirá a la economía de la ciudad y a su saludable desarrollo humano y sostenible. 

San Pedro Sula devorándose a sí misma

San Pedro Sula quedó presa del vértigo de la modernización, del acelerado crecimiento económico. No resistió la agresión y el estrés de la vida urbana. Se subordinó la calidad de vida a los sacrificios que debían hacerse para vivir y subsistir. El que antes fue el centro de San Pedro Sula luce desierto, como si hubiera sido abandonado por guerras ocultas. Su agonía es evidente. El temor recorre sus calles. ¿Adónde habrá que moverse y huir de esa ciudad devorada por una incesante expansión no prevista que ha mostrado elocuente su desorden y violencia? San Pedro Sula vive entre barrios emergentes, barrios ocultos, asentamientos precarios, de residenciales privadas que no son más que cárceles. Como salidos de una película de una ciudad en decadencia, dividida y administrada en distritos, así se presenta la «próspera» San Pedro Sula, que posee «el estrés de la gran ciudad, pero no la personalidad ni la vibración de la metrópoli». Insight crime y otras organizaciones aún la siguen considerando como la ciudad más peligrosa del mundo. Otros la llaman «La capital de la muerte», epíteto poéticamente más hermoso y adecuado. En el mismo artículo publicado en 2003 por Mario Hernán Mejía cita la relación de los «indicadores que nos muestren los vínculos entre los valores o antivalores culturales y la violencia… Indicadores que reflejen la presencia de la juventud en su acción formativa, dado que Honduras experimenta un cambio demográfico que, según proyecciones en los próximos diez años, el 85% de la población tendrá menos de veinte y cinco (25) años.»

La Plaza de la Cultura de San Pedro Sula con una política incluyente y de pluralismo cultural y participación ciudadana, como lo establece la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural adoptada por la UNESCO en 2001, sin duda alguna incidirá en un cambio de los altos índices de violencia de la ciudad, así como asegura Julio Escoto: «La sociedad de San Pedro Sula evidencia que nunca logró acercarse a ella misma, cuando se entra a una ciudad y ve calles cerradas, militares con fusiles, rejas en las casas, es porque no hay convivencia ni acercamiento, etc… falta incentivar la cercanía popular, donde haya comunidad y comunicación, y esto si no elimina por lo menos disminuye las posibilidades de violencia». 


¿Por qué San Pedro Sula carece de Plaza de la Cultura?

«Porque el centro solo puede propiciar la acción local. No se puede descentralizar desde el centro. Tiene que haber puntos de apoyo local. También en La Ceiba se encontró y se le otorgó título legal del edificio al Consejo de Cultura. Pero subsiguientes gobiernos se lo han querido arrebatar y desconocer los documentos. Y aun se la han querido vender a empresarios dizque del turismo», agrega Rodolfo Pastor Fasquelle.

Según Julio Escoto se debe a que «el concepto de cultura es un asunto de moda para las administraciones municipales, pero no para lograr algo en sí para la ciudad.»

Derechos culturales y desarrollo humano

Los derechos culturales son una categoría de los Derechos Humanos. Los teóricos han identificado la cultura como el gran factor de desarrollo humano. Tales teorías han servido de base para cambiar la percepción de nuestros gobiernos respecto a la importancia de la cultura y las artes en la economía y bienestar social.



Economía, cultura y turismo

«No hay actividad turística que se desarrolle sin el contexto cultural. En cualquier clase de turismo que se realiza siempre hay un tipo de contacto con la cultura receptora, contacto que se incrementará a medida que el patrimonio, las costumbres y las actividades de las comunidades rurales y urbanas se asumen como recurso para el despliegue de actividades turísticas.

La cultura otorga entonces, un valor agregado al producto turístico y lo convierte en una industria cultural en la cual libros, revistas, espectáculos de luz y sonido y vídeos reinventan los paisajes culturales.

Lo anterior, hace que la cultura, los bienes muebles e inmuebles, usos y costumbres, gastronomía, ritos y la vida cotidiana, se perfilen como activos que pueden contribuir al desarrollo socioeconómico de comunidades, empresas o individuos; esto aporta elementos para la distinción que se hace de la cultura como un medio (recurso para mejorar las condiciones de vida): pero también como un fin en sí mismo, en el sentido que los actos humanos nos identifican, nos otorgan sentido tanto individual como colectivo.

Turismo y cultura son interdependientes, lo cual reclama una ubicación equilibrada en la cual el turismo no sea percibido como la panacea a los problemas del subdesarrollo y tampoco como amenaza destructora que pone en peligro el patrimonio y la identidad de los pueblos.»

La Organización Mundial de Turismo (OIM) define el turismo sostenible como «un modelo de desarrollo económico concebido para mejorar la calidad de vida de la comunidad receptora, para facilitar al visitante una experiencia de alta calidad y mantener la calidad del medio ambiente, del que tanto la comunidad anfitriona como los visitantes dependen»

Según la UNESCO: «Turismo Cultural es un concepto innovador, eminentemente ético, con el que se busca favorecer la paz, la comprensión entre los pueblos y el respeto por el patrimonio cultural y natural y las especificidades identitarias de las comunidades anfitrionas en el marco de los intercambios que se dan al viajar.»

Cabezas, José Luis, extracto de ponencia El Programa de Patrimonio Cultural de la Cooperación Española, Tegucigalpa, Honduras; 1 de mayo de 2002.

Población beneficiada

Se espera que la Plaza de la Cultura de San Pedro Sula beneficie a más de trescientos mil sampedranos (usuarios potenciales), quienes requieran espacios de convivencia, uso de la biblioteca y otros espacios de recreación y de educación artística. Y se estima que estará terminada en cuatro años.







domingo, 5 de marzo de 2017

Luis Chávez y sus Cuentos paranoides. Por Gustavo Campos




Luis Chávez y sus Cuentos paranoides.
Por Gustavo Campos 

En 2014, el muy famoso caricaturista de Diario Tiempo y ahora de El PulsoHN, Luis Chávez, publicó el libro Cuentos paranoides, compuesto por 9 textos de diferente temática, pero con un estilo limpio y tenso. El libro comienzo con una canción de Black Sabbath. Este, junto a un par de cuentos más, gravitan en una órbita parecida a la del libro de Dark Barahona publicado en 2015: Un Dios Underground. Desde el inicio se decanta por lo que será su gusto musical, marcando, como quien dice, su mapa. Metallica, Guns N' Roses, Megadeth y Judas Priest son algunas de las referencias musicales en el recorrido de su primer cuento «Las canciones de mi vida». Los demás textos que integran el libro son «Una pequeña sonrisa», «Un corazón herido no duerme jamás», «Milagro en la casa loca», «Imágenes difusas», «Engañar al duende», «La rebelión», «Heaven» y «Sangre santa». De todos ellos, son «Una pequeña sonrisa» y «La rebelión» los que más destacan. De Chavéz, nacido en 1973 en San Pedro Sula, sabíamos que es uno de los caricaturistas de mayor importancia e incidencia en la sociedad hondureña. Intrépido, de un agudo sentido de percepción y refinado humor, no deja de sorprendernos al dar el salto de sus cómics a la narrativa. Pero es que Chávez ha sido también un devorador de libros y de arte. Formó parte de lo que se constituyó como un fuerte grupo intelectual de la costa norte llamado UMBRALES, del que formaron parte reconocidos sociólogos, historiadores, antropólogos, filósofos, literatos y otros intelectuales y artistas. No es en vano que sus caricaturas estén ligadas siempre a esa reinterpretación del lenguaje y modos de expresión del hondureño y hondureña. Esto lo ha dotado de la capacidad de nombrar únicamente lo que es, evitándose, así, ese farragoso y retórico primer tropiezo al que cualquier despistado escritor en ciernes está propenso: querer nombrarlo todo. Su oído permanece en constante indagación de los males y bondades de nuestra sociedad. Baste leer la serie de episodios que los domingos publicaba en Diario Tiempo: Nada personal, que no es sino un puente como un primer ejercicio técnico narrativo: secuencia de imágenes y diálogos.

Luis Chávez antes había publicado tres libros de caricaturas en los cuales compilaba parte de sus publicaciones impresas en el diario donde laboró por más de 20 años: Frutos verdes, camulianes y maduros, Llegamos al medio tiempo y El que con lobos anda.

Dice Horacio Castellanos Moya que «el escritor de ficción trata de construir un mundo en que pueda ir más allá, en que pueda contar los hechos de una manera nueva y basada en las motivaciones profundas del ser humano. La literatura trabaja en buena medida con las emociones, con el mundo invisible y secreto del ser humano.» Siguiendo esta pauta, la última línea bien podría auxiliarnos para adentrarnos en «Una pequeña sonrisa». Curioso es, además, que Cuentos paranoides haya sido publicado en formato digital en Amazon y Aplee Store. Volviendo al cuento antes citado, cuyo uno de los temas centrales es la ambición pedestre por el reconocimiento social y la búsqueda de la aprobación por la opinión pública que es uno de esos dos motivos bicéfalos que señala Beatriz Cortés en La estética del cinismo. En el mismo capítulo explica que en los años ochenta la producción literaria se enfocaba en los espacios rurales, pero que ahora con los desplazamientos masivos de la población a la ciudad este se ha dirigido al espacio de la ciudad, para satisfacer sus deseos más oscuros, pero donde también, pese a las multitudes, el sujeto (a) se encuentra en mayor estado de soledad.  Y «Una pequeña sonrisa» ejemplifica la literatura contemporánea de posguerra, el cual reproduce un entretejido peculiar de la otredad de nuestra cultura. Ha conseguido rasgar el velo bajo el que castamente quiso Ester cubrir su felicidad. Vive en una sociedad de máscaras, encuentros y desencuentros, al igual que en «Anita, la cazadora de insectos» de Roberto Castillo, Chávez crea una atrevida e irónica y paranoica trama de un desentendimiento conyugal en pos de la presunción de la aceptación de la clase alta por medio de la adquisición de bienes y raíces de plusvalía alta. Todo este excepcional conjunto narrativo lo crea en ramificaciones y dudas. Lo que en la cultura occidental se considera como una especia de intimidad, vista como uno de los medios para que una persona pueda establecer lazos de unión con otros individuos. El mismo estudioso, Zavarzadech, propone que «la intimidad no es más que un simulacro necesario para el proceso que mantienen vigente el sistema capitalista y que la intimidad es únicamente una construcción social en el que se crea el simulacro de que una persona es accesiblemente a otra». En este cuento no existe el happy end forzoso y obligado, y sus personajes no son en absoluto planos ni deshumanizados, todo lo contrario, precisamente, hace una penetración entrañable en el individuo, en su contexto. Nos muestra la cotidianidad en la que vivimos. Más de algún o alguna lectora sentirá conexión con el texto, esa conexión de la ilusión perdida.   

En este cuento se alternan las ambiciones, traiciones, celos; ya no es el hombre el que las refleja y se angustia por encontrarlas, sino la mujer recién cumplida su aspiración de ascender a un nuevo estatus económico y social. Y esto lo vemos nuevamente dibujado, pero sin el toque humorístico y tenso, en «La rebelión», donde ocurre una irrupción inesperada casi al final de la obra, el que comienza con la siguiente frase: «Me vine a vivir aquí influenciado por mi esposa y, aunque al principio tenía mis reservas, debo reconocer que ha sido una excelente decisión».

En «La rebelión», antes que ocurra la irrupción fantástica e inesperada entre la idílica sociedad donde viven los personajes, padre e hija conviven en un paraíso donde los momentos de honda ternura filial sacan más de una sonrisa, y donde su final es inesperado, pero nada dogmatizante ni ideológico.

Un dato a destacar es el recibimiento cálido que recibe Ester en «Una pequeña sonrisa» al mudarse a su nuevo hogar:

«Arrancada de sus pensamientos se volvió hacia la entrada, llamada por el timbre melodioso que inundaba la casa sin llegar nunca a ser molesto; tras la trabajada puerta de caoba estaban dos sonrientes vecinas con un pastel en una bandeja blanca, se presentaron, Daisy y Diana, y dieron una efusiva bienvenida a la nueva amiga de la colonia “Paseo de Versalles”.»
Recibimiento que nos hace pensar en caricaturas animadas o en las más trilladas películas. Pero también abunda la ironía que se transforma en adjetivos reiterativos de asombros consecuentes de la opulencia en la que ahora vive ella:

«Ester estacionó su auto en el lujoso garaje de su casa, abierta y sin muros, y por un momento sintió que la satisfacción que aspiró podría apagar la sorda tristeza que llevaba cargando un tiempo. Ojalá que Rodolfo, su aventurero esposo, por fin entienda, cuando regrese de esas vacaciones repentinas con su hijo David, por qué había que sacrificarse tanto e inmolar la frágil tranquilidad del matrimonio en pos de algo tan grande y bueno como lo que ahora habitarían».
Y hay quien pueda reprochar o criticar el inventario de mujeres diabólicas que encarnan, en apariencia, caracteres femeninos criminales por virtuosos, el cual puede interpretarse desde dos puntos de vista, la vanidad achacada a la mujer durante siglos, o el sobrehumano esfuerzo de la incorporación de la mujer en espacios laborales que desplacen al hombre como jefe de hogar, intimidándolos:

«Algún alivio para su migraña crónica debió recibir Ester el día en que finalmente pudo mudarse a su nueva casa, dada la sonrisa que por primera vez en mucho tiempo esbozó cuando ingresaba y se reportaba en la resguardada vigilancia privada que controla los ingresos y salidas del moderno complejo habitacional.
Una meta largamente trabajada se cumplía ese día, después de tanto tiempo de espartanas limitaciones, de sobrehumanos esfuerzos para engrosar los ahorros y de una religiosa disciplina económica que finalmente terminaron por dar ese gran fruto: una linda casa en una colonia exclusiva de San Pedro Sula.
Visto desde fuera se elevaba un robusto cerco perimetral altamente tecnificado, o lo que es lo mismo, electrificado; un ágil y entrenado equipo de vigilancia, capaz de neutralizar amenazas de todo tipo, se movía con precisión militar; unos jardines babilónicos daban la bienvenida a quienes ingresaban a las ordenadas y limpias calles de la colonia que, con gracia arquitectónica, guiaban hacia el parque central, integrado por juegos infantiles, canchas multidisciplinarias y dos fuentes que refrescaban el ambiente y el alma».
No importa si ha habido o no injusticia, importa la cloaca y falsa moral con la que nos deleita en esta historia, donde se invierten los papeles: es la madre nuevamente abandonada, pero es su esposo quien se ha llevado a su hijo. Ester es la mujer que goza de sus derechos a ejercer su libertad y que a su vez rechazada fuertemente por mostrarse absoluta y plena. ¿Una especie de posmoderna Madame Bobary? Su final, inesperado, rechaza toda conciliación propuesta desde su inicio.

Siempre he pensado que nos ha faltado un Balzac entre nosotros. Un escritor que nos muestre esa otra cara de la sociedad en la literatura. Esa condición aberrante de que el escritor debiera ser siempre pobre e inclinarse siempre su punto de vista al de la miseria incompleta nuestra narrativa. Salvando las distancias, es probable que Chávez se encamine a ocupar un lugar parecido al monárquico Balzac en nuestra Honduras. A los demás textos dentro de su libro, aún le falta el rigor del oficio, pero allí están, esperando ser rescatados por la mano del creador para entregarlos una vez más, ya en una versión impresa, dignos de corresponderse con los demás textos que integran su libro y con otros libros de esta época actual.

Luis Chávez se conecta con tres escritores hondureños: Roberto Castillo, Kalton Bruhl, Dark Barahona.  

Sus artificios, la secuencia de imágenes de una trama en apariencia fácil, los rituales actuales hacen de ese conjunto narrativo una pieza excepcional para la narrativa contemporánea y ya podemos agregar un narrador más a nuestra exigua lista de narradores hondureños. El autor demuestra que es por naturaleza un artista. Y eso siempre abrillantará su obra en momentos de desasosiego. He aquí su cuento más distintivo y revelador hasta el momento.
Diario La tribuna. 5.3.2017


Una pequeña sonrisa

Algún alivio para su migraña crónica debió recibir Ester el día en que finalmente pudo mudarse a su nueva casa, dada la sonrisa que por primera vez en mucho tiempo esbozó cuando ingresaba y se reportaba en la resguardada vigilancia privada que controla los ingresos y salidas del moderno complejo habitacional.

Una meta largamente trabajada se cumplía ese día, después de tanto tiempo de espartanas limitaciones, de sobrehumanos esfuerzos para engrosar los ahorros y de una religiosa disciplina económica que finalmente terminaron por dar ese gran fruto: una linda casa en una colonia exclusiva de San Pedro Sula.

Visto desde fuera se elevaba un robusto cerco perimetral altamente tecnificado, o lo que es lo mismo, electrificado; un ágil y entrenado equipo de vigilancia, capaz de neutralizar amenazas de todo tipo, se movía con precisión militar; unos jardines babilónicos daban la bienvenida a quienes ingresaban a las ordenadas y limpias calles de la colonia que, con gracia arquitectónica, guiaban hacia el parque central, integrado por juegos infantiles, canchas multidisciplinarias y dos fuentes que refrescaban el ambiente y el alma.

Todas las casas se habían construido con el excelso gusto de los arquitectos recomendados por la urbanizadora y ninguna era igual a otra. La sensación de exclusividad había sido una obsesión en los creadores y promotores de esta maravilla urbana.

Ester estacionó su auto en el lujoso garaje de su casa, abierta y sin muros, y por un momento sintió que la satisfacción que aspiró podría apagar la sorda tristeza que llevaba cargando un tiempo. Ojalá que Rodolfo, su aventurero esposo, por fin entienda, cuando regrese de esas vacaciones repentinas con su hijo David, por qué había que sacrificarse tanto e inmolar la frágil tranquilidad del matrimonio en pos de algo tan grande y bueno como lo que ahora habitarían.

Desde que se fue, hace quince días, no se había comunicado con ella, pero estaba decidida a acondicionar tan bien la casa que toda duda se disiparía para siempre el día en que él regresara.
La mudanza había hecho un gran trabajo, pero aún faltaba el toque personal de Ester, lo que le daría a la casa, frente a propios y extraños, el carácter personalísimo de su ama y señora: el gusto por la exquisitez.
Arrancada de sus pensamientos se volvió hacia la entrada, llamada por el timbre melodioso que inundaba la casa sin llegar nunca a ser molesto; tras la trabajada puerta de caoba estaban dos sonrientes vecinas con un pastel en una bandeja blanca, se presentaron, Daisy y Diana, y dieron una efusiva bienvenida a la nueva amiga de la colonia “Paseo de Versalles”.

Con la esperanza de poblar su soledad, Ester invitó a pasar a sus vecinas y se embarcó en una plática, sinceramente banal, pero productiva para efectos sedantes del ánimo. Que ninguna debía su casa, que los trabajos de los maridos eran muy lucrativos, que los colegios de los hijos los más exclusivos, que las vacaciones las pasaban invariablemente en el extranjero, que la ropa, los zapatos, el carro y toda la buena vida que se puede vivir...

Se despidieron como viejas amigas. Mañana la involucrarían en el grupo, conocería a la presidenta del patronato y se uniría a la comunidad más alegre, correcta pero entusiasta de esta ciudad.

No se esperó Ester una recepción como la que le dio el patronato. Todos eran tan amigables y la abrazaban a la vez que daban sus nombres con tanto cariño y sinceridad que Ester se sintió casi por encima del desasosiego que le producía el distanciamiento con Rodolfo. Toda la reunión se desarrolló en torno a la nueva vecina y todo mundo parecía empeñado en agradarla. Ya lo intuía, pero acababa de comprobar que la gente adinerada es más abierta, sincera y amistosa que los pobres, tal vez presas de sus miserias, carencias y reducidos espíritus, desde donde le tocó elevarse para llegar a este nuevo lugar y experimentar la auténtica sensación de camaradería.

Todos los días Ester se involucró con las vecinas y compartió con ellas compras sin cargos de conciencia, almuerzos deliciosos, cafés relajantes, teatro, spas, salones de belleza, exposiciones y reuniones en cualquiera de las espectaculares casas de la colonia.

Aunque no aparecía ningún e-mail de Rodolfo, había poco tiempo para entristecerse o darles rienda suelta a los presagios más grises, porque sus amigas le absorbían cada minuto con nuevas, agradables y divertidas actividades sociales.

Una tarde de piscina, alegres como siempre, Daisy llevó la relación de Ester con el grupo a un siguiente nivel: Diana, Rosibel, Ileana, Carolina, Judith y Pamela rieron pícaras cuando salió a relucir la posibilidad de alegrarse mucho más con un poco de hierba “como cuando éramos libres”. Ester se sonrojó, pero podría haber estallado de alegría cuando recordó el olor a limón y los afiches de Los Beatles en su apartamento de soltera, en los días de universidad, fumando marihuana con sus compañeros y tomando cervezas baratas para hacer rendir las exiguas entradas de sus trabajos sin futuro.

Las vecinas de Paseo de Versalles fumaron, bebieron, bailaron y rieron sin preocupaciones metidas en la piscina de Judith; sus maridos regresarían hasta el lunes, todos andaban en la convención de Caballeros Universales en Miami, proponiendo maneras de salvar a la humanidad, menos Rodolfo, quien tenía tres semanas de haber pedido “darse un tiempo” y haberse llevado a su hijo a recorrer los países andinos.

Ese recuerdo rebotó con fuerza, alimentado por el combustible alucinógeno y encendió la chispa de la migraña. Ester se puso sombría y ya presa del llanto les confesó a sus hermanas la tragedia doméstica que veía avecinarse. Todas se abrazaron y besaron las manos de Ester, parecían sufrir el mismo dolor y juraron apoyarla hasta lograr que su hogar fuera restablecido como el de todos en Paseo de Versalles. Las últimas lágrimas de Ester de esa noche fueron de alegría. Al día siguiente, como una señal de que las cosas empezarían a mejorar, Ester recibió un e-mail de Rodolfo en donde adjuntaba un par de fotografías con David y unas nevadas montañas a lo lejos, con ellas unas cuantas palabras “Nos quedaremos tres semanas más”. Ester, decidida a no quebrarse, respondió con tristeza contenida: “Muy bien, amor, cuídense, los espero con los brazos abiertos. Besos”. Seguidamente contestó el celular que ya había empezado a sonar; al otro lado, Diana preguntaba preocupada si había visto a la gata de Judith, con quien estuvieron todas jugueteando la noche anterior. Ester casi había olvidado a la elegante gata blanca que descansaba en un delicado sillón de la suntuosa sala de estar. “No tengo idea, ¿qué sucedió?”. “Nunca se había ausentado más que una hora y nadie la ha encontrado; los guardias de seguridad la han buscado y nadie la ha visto. Cualquier cosa te aviso”.

Saltó nervioso el corazón de Ester pero se lo atribuyó al e-mail recibido. Dos horas después estaba en el más exclusivo salón de belleza de la ciudad con todas las amigas de anoche, menos Judith que hacía un último esfuerzo con unos familiares militares para dar con el paradero de su gata o la responsable de su ausencia. Todas evitaron el tema y se internaron en el hermoso salón “La Perla de Labuán” en el club de moda de la gente bien. Allí las amigas se emborracharon de nuevo, bailaron y rieron a más no poder e hicieron nuevas confesiones que unieron más al grupo. Esto parecía el paraíso para Ester, era una vida soñada, la migraña parecía lejana, incluso cuando tenía resaca.

En las dos semanas siguientes, el ritmo de felicidad no hizo sino acelerarse, las fiestas se amontonaban vertiginosamente: bautizos, pool parties, cocteles, kermeses, bodas, cumpleaños, sesiones, misas, confirmaciones, despedidas de solteras, etc. Ester recordó la sensación de cuerpo alcoholizado que no sentía desde sus tiempos de universitaria, se sentía joven otra vez. Podría haberse acostumbrado a la idea de que Rodolfo no volviera si no hubiera sido por los constantes consejos de todas las parejas de Paseo de Versalles, quienes, poniéndose como ejemplo, no dudaban de las virtudes de un buen matrimonio.

Sólo unos oscuros pasajes habían amenazado la perfecta vida en que se había embarcado Ester desde que llegó a su nuevo vecindario: el collar de diamantes de Diana se perdió en el bautizo de Rafaela; la carísima pintura del patriarca de la familia Márquez apareció rasgada después del cumpleaños de Lorenzo, el esposo de Ileana; los tres periquitos australianos de Mariana fueron hallados ahogados en el jacuzzi de la casa la mañana siguiente a la despedida de soltera de Nigella; todos los casos aún sin resolver, todos los casos dejaron sombras en el ánimo de todos y la duda razonable de que alguien estaba actuando de forma impropia y delictiva. Pero Ester llegó a pensar que esos incidentes debían ser moneda corriente en el vecindario ya que, fuera de la lógica preocupación de los afectados, no se veían signos de alarma por el daño a tan preciadas posesiones.

La mañana en que Rodolfo envió su segundo e-mail en seis semanas, Ester había notado desde la enorme ventana de su habitación una pequeña agitación en la terraza de la casa de enfrente, la casa de Diana; inmediatamente olvidó a sus vecinas cuando leyó el breve y demoledor correo de su aún esposo: “Supongo que estás cómoda con la idea de que no vuelva nunca más y yo estoy en la disposición de complacerte. Adiós. R.”

Seguidamente aparecieron cuatro fotografías de Ester entallada en un vestido azul oscuro bailando muy sensual y apretujada con René, el sobrino de don Julián, el viejo ricachón dueño del club. El desarrollado cuerpo del jovencito de 18 años abrazaba con pasión el delicado cuerpo de Ester en una foto; en otra, Ester apartaba su cabeza y reía encantada; en una tercera, se adivinaba un beso entre los bailarines en la imagen borrosa; una más ilustraba el descarado agarrón de nalga del chico que parece mayor por esa barba de dos semanas. El corazón de Ester latió furiosamente, sus temblorosos dedos intentaron contestar el e-mail, pero fue imposible, no había claridad en su cabeza, una ira desmedida la empezó a invadir y abandonó con paso firme su casa.

Cruzó impetuosa la calle y alcanzó a varias de sus amigas saliendo de la casa de Diana, y espetó, indignada: “¿Quién le envió a mi marido fotos mías en La Perla de Labuán?” Las cinco mujeres la observaron como quien mira a un extraño pidiendo una dirección en un idioma desconocido.

Daisy, Ileana, Judith y Pamela emprendieron marcha por la acera, en camino a la casa vecina, mientras Diana se acercaba sombría a Ester para advertirle: “Este no es un buen momento; más tarde hablaremos contigo”. Esta última palabra la dijo afilando los labios, como una amenaza.

Ester, parada en la calle, quedó ahora más perpleja, con la incomodidad de no saber de qué sentimiento ocuparse, cada latido agitado de su corazón se convertía en una pregunta angustiante. Cuando vio perderse a la última mujer tras el portón de aquella mansión amarilla, arrastró sus pies hasta su casa. Se tendió sobre el sofá de cuero, molesta, asustada, irritada, estresada, triste, ansiosa, dubitativa y, con migraña otra vez.

Pensó en Rodolfo de nuevo y armándose de cólera intentó justificar sus fotografías, sobre todo porque su conciencia estaba tranquila, y recordó las veces en que su marido fue sorprendido por ella en comportamientos sospechosos con otras mujeres. “Que no joda con sus celos, si quiere que no vuelva”, se dijo con una sinceridad que la sorprendió, pero luego pensó en David y las enormes ganas de abrazar a su prepuberto hijo rebelde y la invadió el miedo de que tampoco quisiera volver; se sentía muy frágil, más ahora que sus amigas estaban actuando tan raro. Desde el pecho salió, golpeando la garganta, un nudo de lágrimas que explotaron en sus ojos y casi la ahogaron. Lloró desconsoladamente bajo la indiferente mirada de unos bellos venados en el cuadro más grande de la sala, lloraba por su hijo, por sus viejos amigos, lloraba por su madre anciana con quien casi no hablaba, lloraba por la jovencita alegre que había sido antes de “ser rica”, lloraba por algo que tenía guardado en su corazón y no había descifrado qué era, lloraba amargamente hasta que finalmente cayó dormida.
Como una melodía de fondo, acompañando la imagen de ella con su hijo cuando tenía dos años, ambos corriendo por una pradera paradisíaco, se mezcló en el sueño el dulce sonido del timbre de su casa hasta que la despertó. Aunque parecían haber pasado cinco minutos, el reloj de péndulo indicaba que había dormido cinco horas. Se arrancó con pesadez del sofá y camino a la puerta, con el timbre sonando, sintió despertarse al monstruo de dolor que se había dormido con ella.

A Ester se le escapó, con alegría infantil, un “Diana” que su vecina favorita no correspondió; ésta, sin inmutarse, preguntó si podía pasar, Ester, humilde, le abrió paso.

Con las cejas arqueadas, sin detenerse, Diana alzó un dispositivo USB y preguntó si podían ver algo en la computadora del estudio. Ester asintió con ojos de perrito asustado.

Diana hizo clic en un archivo llamado “video 00126” y sin ver a Ester comentó imperiosa: “te tratamos como a una de las nuestras y nos ha dolido mucho lo que averiguamos”. Ester abrió al extremo sus ojos cuando vio la imagen de espaldas, tomada desde lo alto, de una mujer cargando a la gata de Judith con un brazo y llevando un enorme cuchillo de cocina en la otra mano, en apariencia camino al vivero de la casa de Judith. El video no era muy claro, pero se notaba fácilmente que el peinado, el pantalón y la blusa eran los mismos que Ester usó ese día del pool party...

“Encontraron el cuerpo de la gata en la bodeguita del abono”, detalló Diana con la voz ahora entrecortada. Luego abrió otro video en el que se veía una silueta en la semi penumbra ahogando a los periquitos en el jacuzzi, no se podía distinguir a la mujer asesina pero cuando ésta abrió la puerta del baño, brillaron claramente con la luz del pasillo los azulísimos pendientes que no podían ser otros que los usados por Ester esa noche.
Ester, temblorosa y confundida, apenas pudo defenderse “pero ¿qué es esto?” Diana abrió el último video, mucho más claro que los anteriores, en el que se veía supuestamente a Ester con el espléndido vestido rojo de esa noche, de espaldas, asestando infames puñaladas en el cuadro de don Gregorio Márquez.
“Ustedes saben que yo no hice esas cosas” balcuceó Ester mientras retrocedía. Diana, con lágrimas en los ojos y quitándose los lentes la vio a la cara y agregó: “no tenemos pruebas como éstas del robo de mi collar, porque siempre me parecieron innecesarias las cámaras en mi casa, pero mi sirvienta asegura que te vio entrar a mi cuarto en vez de ir al baño de visitas.”

“No puedes estar hablando en serio, Diana, yo soy incapaz. Esos videos deben ser una trampa”, se defendió Ester. “¿Una trampa de quién, Ester?”, preguntó Diana mientras se levantaba de la silla. “¿De quienes te entregamos nuestra amistad sin condiciones y abrimos nuestros corazones sinceros?”

Ester bajó la cabeza, pensativa “Pero es que no puede ser, algo está mal aquí y hay que llegar al fondo de todo esto. Ustedes deben creerme”. “Por favor, Ester, un investigador nos llevó a todo esto y no hay nada más que buscar. Espero que entiendas que nada podrá ser igual ahora”. Ester trató de detener el avance de Diana: “Pero espera, alguien debe haberse hecho pasar por mí”. “¿Con qué objeto, Ester?” gritó Diana, impaciente y con lágrimas que se le caían de las mejillas.

“Tienen que darme la oportunidad de demostrar mi inocencia”, rogó Ester, “dejame hablar con tu sirvienta”. Diana sonrió sarcástica “Por favor, Ester, por favor…”.

“En serio, también quiero ver los cadáveres de los animales”, agregó Ester moviéndose nerviosamente de un lado a otro.

“No lo puedo creer”, dijo Diana, levantando los brazos y ya en camino a la puerta principal pero antes de llegar se detuvo, afiló su dedo índice y le dijo “por la simpatía que te tuvimos dejaremos todo esto así, pero debes saber que ya no estás incluida para nada en la comunidad de Paseo de Versalles”. Salió y cerró.
Ester se quedó parada bajo el inmenso candelabro que dominaba la estancia, todo su cuerpo temblaba imaginando las habladurías y recordando “su imagen” en aquellos videos. Reaccionó corriendo a su celular y le marcó a Judith. “¿Qué quieres?”, le contestó Judith deshecha en llanto, “¿Cómo pudiste hacernos esto? Nosotros te amábamos…”. “Judith, escúchame, por favor, voy a demostrarte que yo no hice nada de eso, todas mis fuerzas las voy a concentrar para aclarar todo y encontrar a la culpable o los culpables, te lo juro”, hubo un silencio por tres segundos y luego un grito de dolor de Judith anticipó el fin abrupto de la llamada.
Ester volvió a marcar pero el consabido mensaje de los celulares apagados le apareció una y otra vez. Le marcó a Diana y la grabación apareció ahí también. Le marcó a Ileana, le marcó a Pamela, le marcó a Daisy, les marcó a todas sus amigas de la colonia y ningún celular estaba encendido.

Ester corrió a bañarse y alistarse, estaba decidida a aclarar todo este enredo lo más pronto posible. Colocándose los pendientes estaba cuando oyó una agitación afuera de la casa y su corazón dio un vuelco cuando sonaron unas sirenas. Vio por la ventana estacionarse dos patrullas de la policía frente a su casa y salir de sus mansiones a muchos de sus vecinos. Sintió terror por un segundo, pero luego pensó que éste sería el mejor momento para empezar a aclarar todo. Respiró profundo y con aplomo fingido se dirigió hacia afuera de la casa.

Al abrir la puerta se paró bajo el marco y desde allí divisó a la multitud de conocidos que se había formado en segundos y que rodeaba a los policías. Se secreteaban entre ellos, le lanzaban miradas acusadoras y otros la señalaban abiertamente. Sintió una profunda tristeza, pero se hizo de las fuerzas que le habían ayudado a superar cada obstáculo de su vida y dio un paso al encuentro de quien parecía el jefe de los policías.

El murmullo entre la gente aumentó. El oficial, aunque serio, sonó educado cuando le advirtió: “Señora, venimos a arrestarla, hay fuertes indicios de su participación en crímenes horribles”. A intentar explicar iba Ester cuando sintió las manos firmes de una mujer policía juntándole los brazos hacia atrás para ponerle unas esposas.

Ester se revolvió entre asustada y molesta y vio cómo dos policías hombres se abalanzaban sobre ella para contenerla; un natural forcejeo empezó y de ahí Ester sintió perder el control: “¿Qué les pasa? No soy una criminal, tienen que soltarme y escucharme”. El policía, educado, habló más fuerte: “Señora, es peor si se resiste”. Ester forcejeaba: “Suéltenme, desgraciados”.

De entre la multitud salió un grito, que como chispa encendió un reguero de pólvora: “Asesina”. Todos empezaron a gritar improperios, unos más infames que otros.

De la actitud desafiante, Ester pasó a suplicarles piedad a sus amigas: “Diana, por favor, diles que me suelten, soy inocente”. La respuesta brutal de Diana fue “Eso dicen todos los ladrones”. “Nooo, Diana, yo no te robé nada. Judith, por Dios, tú sabes que yo no soy una delincuente”, ignorándola, Judith se dirigió al oficial: “Recién me llamó para amenazarme, tengo las grabaciones”. Ester había entrado en un estado de mareo, confusión, terror. Se revolvió como fiera atrapada: “Noooooooo, malditas desgraciadas, ¿por qué me hacen esto? ¿Porque no soy una de ustedes? ¿Porque les conozco sus secretos, drogadictas?”

Todas las mujeres soltaron una expresión de sorpresa y desaprobación. “No se puede esperar menos de una chusma”, “Pobre drogadicta”, “Con razón no la quiere el marido”.

En un movimiento brusco, Ester golpeó con el codo el rostro de la mujer policía lo que obligó a los agentes a derribarla y mostrar una lamentable imagen de una mujer que normalmente proyectaba una seguridad y temple que daban envidia.
Fue levantada de golpe y llevada a la patrulla mientras hacía los últimos y vanos esfuerzos por soltarse. Las caras de sus vecinos parecían moverse agitadas frente a sus ojos llenos de lágrimas: “Soy mejor que ustedes, malditas, soy mejor que ustedes”. Finalmente, Ester fue introducida en una patrulla, rendida, temblando, desaliñada, volteó y la vida pareció perder el sonido cuando a un lado descubrió a un policía dándole explicaciones a un estupefacto Rodolfo, tras de quien se escondía asustado David, que la miraba confundido.
Ester estalló en llanto, pero ya no se oía ni a ella, sabía que todo había sido planeado por alguien para deshacerse de ella, pero no podía adivinar por qué. Algo no les gustó en Paseo de Versalles: que su matrimonio fuera un fracaso, que haya sido pobre, que no tuviera una familia de abolengo, que no compartiera algunas ideas sobre la vida, a saber; era imposible deducir las razones de gente tan complicada, pero estaba segura que en los rostros de sus ahora ex amigas podría adivinarse que todo fue un complot, quién sabe si incluido en él hasta Rodolfo.

Vio fijamente cada uno de los rostros de sus ex vecinos, el de su marido, el de los policías; en alguno de ellos tendría que asomarse en algún momento la sonrisa malvada de los responsables de esta injusticia.
Nada, todos tenían expresiones de desaprobación, molestia, frustración y hasta tristeza, pero no había ninguna sonrisa.

Rodolfo entró con David a la casa, los policías se introdujeron a las patrullas y encendieron los motores. Ester siguió buscando una sonrisa, tan sólo una pequeña sonrisa que le apaciguara el torbellino de dudas de su corazón, no estaba loca, había sido víctima de un plan muy bien urdido para echarla de esa maldita colonia. “Vamos, una sonrisa”.

La gente empezó a dispersarse cuando las llantas de las patrullas empezaron lentamente a rodar. Sonaron las sirenas y Ester doblaba todo lo que podía su cuello en busca de una sonrisa malévola. Se alejó Judith, se alejó Pamela, Ileana, Lorenzo, Leónidas, Carlos Daniel, Daisy, todos, uno a uno, con sus rostros severos, pero Diana se quedó parada, viendo a Ester alejarse, como quien veía a una nube deformarse.
Ester aguzó la vista, inspeccionando en detalle los labios de Diana y esperaba que antes de alejarse para siempre ésta se delatara. En un segundo abrió sus ojos a toda su capacidad para comprobar que las comisuras de los labios de Diana empezaban a alargarse, era el conato de una sonrisa, “esa maldita había armado todo”, pero la confusión la atacó cuando una gota cristalina cruzó esas comisuras, que bien podría haber sido sudor saliendo de entre sus lentes. La boca de Diana se estiró un poco más.
Ahí estaba la sonrisa que esperaba, la sonrisa de la culpable... ¿o era una mueca de llanto?



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Luis Chávez
(San Pedro Sula, 1973)
Nacido en San Pedro Sula hace 43 años, se ha dedicado más de la mitad de su vida a hacer caricaturas políticas, esencialmente en el desaparecido Diario Tiempo de San Pedro Sula, aunque sus trabajos se han publicado en la prensa mundial gracias a que es miembro del Sindicato de Caricaturistas del New York Times. También publica su obra en medios digitales que al lanzarla al ciberespacio se viraliza con el impulso de los internautas. Ha publicado tres libros de caricaturas Frutos verdes, camulianes y maduros, Llegamos al medio tiempo y El que con lobos anda.

También es autor del libro de relatos Cuentos paranoides (formato digital) en venta en Amazon y Apple Store. Escribe actualmente su novela Los últimos ladrones, cuya publicación se estima para mediados de este año. Está casado y tiene tres hijos.