La fortuna de amplias alas, la fortuna me había llevado por error con los demás hacia su alegre país, y de golpe, pero de golpe, cuando yo respiraba al fin feliz, una infinita cantidad de petardos en la atmósfera me dinamitó y luego surgieron cuchillos de todas partes que me acribillaron, de forma que volví a caer al duro suelo de mi patria, patria ya para siempre mía.
La fortuna de alas de paja, la fortuna me había elevado unos instantes por encima de las angustias y de los gemidos, cuando un grupo de mil, amparado por mi distracción en la polvareda de una alta montaña, un grupo acostumbrado a la lucha a muerte desde siempre, nos cayó de golpe como un bólido y volví a caer al duro suelo de mi pasado, pasado ahora ya para siempre presente.
La fortuna, una vez más, la fortuna de sábanas frescas me había recogido con suavidad, y cuando yo sonreía a todos a mi alrededor, repartiendo cuanto poseía, de golpe, agarrado por algo que venía de abajo y por detrás, de golpe, como una polea que se descuelga, zozobré, fue un salto inmenso, y volví a caer al duro suelo de mi destino, destino ya para siempre mío.
La fortuna, una vez más, la fortuna de lengua aceitada, después de lavar mis heridas, la fortuna me había cogido, como quien coge un cabello que trenza con los suyos, uniéndome indisolublemente a ella, y de golpe, cuando ya nadaba en la alegría, de golpe, la Muerte vino y dijo: "Ya es la hora. Ven". La Muerte, ya para siempre la Muerte.
La fortuna de alas de paja, la fortuna me había elevado unos instantes por encima de las angustias y de los gemidos, cuando un grupo de mil, amparado por mi distracción en la polvareda de una alta montaña, un grupo acostumbrado a la lucha a muerte desde siempre, nos cayó de golpe como un bólido y volví a caer al duro suelo de mi pasado, pasado ahora ya para siempre presente.
La fortuna, una vez más, la fortuna de sábanas frescas me había recogido con suavidad, y cuando yo sonreía a todos a mi alrededor, repartiendo cuanto poseía, de golpe, agarrado por algo que venía de abajo y por detrás, de golpe, como una polea que se descuelga, zozobré, fue un salto inmenso, y volví a caer al duro suelo de mi destino, destino ya para siempre mío.
La fortuna, una vez más, la fortuna de lengua aceitada, después de lavar mis heridas, la fortuna me había cogido, como quien coge un cabello que trenza con los suyos, uniéndome indisolublemente a ella, y de golpe, cuando ya nadaba en la alegría, de golpe, la Muerte vino y dijo: "Ya es la hora. Ven". La Muerte, ya para siempre la Muerte.
Traducción de Julia Escobar
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