Jean-René, heredero de una antigua fábrica de chocolate, y Angélique, una talentosa maestra bombonera, son dos grandes tímidos unidos por su enorme pasión por el chocolate. Entre ellos pronto surgirá un flechazo, pero su extrema timidez los mantiene alejados. Obligados por las circunstancias, deberán superar juntos su falta de confianza y, entre dulces recetas, revelar sus sentimientos.
Crítica
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El amor en tiempos de paranoia
José Arce
Comedia romántica que consigue arrancar carcajadas en el espectador al plantear un amor plagado de paranoia, nervios, indecisiones y miedos compulsivos. La pareja central, estupenda, impulsa una película tan dulce como recomendable.
Angélique (Isabelle Carré) es una de las mejores chocolateras del mundo, pero lo mantiene en secreto porque es una introvertida patológica. Jean-René (Benoît Poelvoorde) está al mando de una fábrica chocolatera, pero lo pasa fatal constantemente porque es un miedoso patológico. El segundo contrata a la primera: un cóctel emocional explosivo. Jean-Pierre Améris dirige “Tímidos anónimos” (ver tráiler), estupenda comedia romántica que llega del país vecino con bastantes cosas que ofrecer a los incondicionales del género… y a los que no lo son. Porque es una película de lo más original, aún dentro de los parámetros en los que discurre.
«Lo importante del chocolate es la amargura». Y lo es desde su propio argumento, firmado a cuatro manos por el cineasta en colaboración con Philippe Blasband; por supuesto, en sus medidas básicas es totalmente previsible, pero el camino que recorre la pareja central hasta concretar su relación está salpicado de paranoia, nervios, sudoraciones excesivas y desmayos, marcando un crescendo cómico desde el primer beso ─las motivaciones de ambos son hilarantes─ al último. “Tímidos anónimos” invita además a saltarse las normas, justificándose en el hecho de que la felicidad marca precios que, por altos que sean, todos deberíamos estar dispuestos a pagar ─en semejante entorno de ficción literalmente edulcorada, por supuesto─.
En constante rebelión contra sí mismo, el gran Benoît Poelvoorde está fabuloso, logrando sacar de quicio a un espectador evidentemente favorable a que consiga su sueño anhelado, concretado en la simpática, no tan endeble y pintoresca silueta de una igualmente estupenda Isabelle Carré; arropando a los casi imposibles tortolitos, secundarios y extras notables alegran constantemente una narración rápida, presentada con eficacia y sencillez, con un tono amable y sostenido que acaba por poner los dientes largos ante semejante despliegue de bombones y derivados de suculento aspecto y texturas. Una combinación de contrastes entre dulzuras y amarguras por la que da gusto dejarse llevar.
Trailer:
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