miércoles, 29 de febrero de 2012

"Nunca he sido un poeta militante"


Entrevista completa realizada por Óscar Urtecho a Pepe Luis Quesada y que no aparece en El Heraldo.

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José Luis Quesada es uno de los más grandes referentes de la poesía hondureña. Hace poco accedió a darnos una entrevista que aparece editada, por cuestiones de espacio, en la edición impresa de El Heraldo. Por eso Anverso ha decidido iniciar su diálogo con los lectores publicando la entrevista completa con este gran poeta. Esto fue lo que nos dijo:

En Cuaderno de testimonios y en Porque no espero nunca más volver hay poemas que evidencian una fuerte sensibilidad social, pero después del golpe de Estado usted ha sido criticado por su postura y pasividad política. ¿Ha habido algún cambio de sensibilidad en usted desde que escribió aquellos poemas hasta su actual actitud frente a los sucesos sociales?

En primer lugar, no considero cierta la pregunta en la forma en que me las estás formulando. Yo nunca fui político, nunca fui un combatiente. Yo, debido a mi sensibilidad social, en mi poesía expresé una forma de ser y de pensar al respecto, y manifesté entonces y tengo las mismas ideas hoy, que nunca estoy ni estaré a favor de ninguna clase de injusticia social, provenga de donde provenga. Esa es la posición de un poeta, porque injusticia hay en izquierda e injusticia hay en derecha. Varios amigos míos murieron en la revolución nicaragüense y ni se les recuerda ni ha habido nada, esa es injusticia. Por otro lado, como te digo, yo nunca fui militante. En Costa Rica tuve oportunidades de enrolarme en la izquierda sandinista y, aunque nunca he ocultado mis simpatías, y lo expresé en su momento en un poema, por el sandinismo y la revolución que estaba haciendo para derrocar a Somoza, cuando me invitaron a participar en la lucha armada dije: yo no puedo manejar un arma, me quedo en la universo de Costa Rica escribiendo mi poesía. Además, hoy mi poesía es así, mañana va a ser diferente. Ahora mismo estoy escribiendo poemas políticos y poemas de amor o poemas de soledad, entonces no sé por qué me quieren encasillar en un poeta revolucionario. Yo escribí un poema sobre el Che cuando tenía 20 años, lo que deben ver es la extraordinaria calidad de ese poema que escribí inspirado en el diario del Che, sin participar nunca políticamente, porque yo soy un creador, un imaginador, y desde allí
puedo imaginar e inventar muchas cosas. Ese poema es el mejor poema que se ha escrito sobre el Che en América Latina y eso nadie lo puede quitar, esa es mi posición, si es que quieren posiciones. Lo demás, porque tengo que hablarlo, es que se me ha acusado de golpista porque estoy trabajando con el Ministerio de Cultura y mi entrada coincidió con lo del golpe, pero yo venía solicitando un cargo en el Ministerio desde el período del anterior viceministro. Según leí en Internet, la muchacha anterior que estaba allí, Nataly, que es hija de una amiga mía, ella fue la que lanzó en Internet ese asunto, aunque cuando yo entré ella ya no era la directora, y me hizo famoso porque a mí ya días que ni siquiera me
mencionaban, me sacó a la luz. A raíz de eso me tipificaron como poeta golpista y yo me río y me extraño de eso.

¿Se trata de una nueva clasificación de los poetas?

Sí, es una nueva clasificación, ja, ja, ja. Golpistas y no golpistas, en lugar de buenos y malos, que eso es lo que no quieren hacer, dar una calificación por calidad literaria, por lo que uno ha hecho en este país. Entonces ella dice allí que a mí me pusieron en ese carguito, que es un carguito con un salario regular, por influencias familiares mías, pero yo no escogí a mis parientes y si unos son golpistas porque anduvieran muy cerca de Micheletti y otros no lo son, aún así son mis familiares y yo los quiero y los
aprecio, y de eso ningún golpe me va a separar, nadie me va separar de mis afectos. Eso creo que cubre todo lo que estábamos diciendo, porque incluso ya me lo han dicho. Florián, al que yo introduje al mundo da la poesía y allí encontró un asidero, es de los que me han gritado y ellos saben cómo son de abiertas mis manos y cómo han sido con él. Aunque ya me volvió a hablar de nuevo, porque sabe que no puede acusarme de nada. Otras personas del grupo Casa Tomada, a las que yo mismo ayudé, les dediqué dos años de mi vida para tratar de formarlos, les introduje la idea de promocionar la poesía, de allí, exceptuando a Fabricio Estrada, que ha sido muy respetuoso conmigo, me han vuelto la espalda por eso; nadie que no sea del grupo que yo mismo ayudé a formarse me ha dicho nada.

Veo que estamos en terreno pantanoso.

Usted fue el que trajo el tema.

Su poesía está llena de símbolos, algunos son relecturas, como la
sirena y el dragón, y otros creados por usted, como el topo, el hombre
enceguecido, que emerge de la tierra buscando el sol. ¿Qué papel juegan los símbolos
en la poesía?

Algunos de estos símbolos son tomados de la literatura y la mitología, de los mitos, y aunque no conscientemente del todo, han cobrado significado porque el mito no es un invento literario sino que representa realmente algo que forma parte intrínseca del ser humano, son colectivos, por eso no es extraño encontrar un mito en Europa, en México y también en Honduras, de diferentes maneras. Esa fue una de las cosas que yo descubrí cuando escribí un poema llamado El sisimite. El Sisimite es un personaje de la mítica hondureña cuya característica es que se parece a un simio, pero un simio que camina como un hombre y tiene los pies para atrás, y si tiene los pies para atrás, yo encontré en eso un
simbolismo, ya que el rostro por lo tanto está al revés, ¿verdad? Luego encontré en la Comedia de Dante unos personajes cuyo rostro está tornado hacia atrás, como el sisimite. Así me di cuenta de que los mitos representan cosas tan profundas del ser humano que pueden estar en cualquier literatura; el sisimite es una leyenda de Honduras, pero yo escribí el poema y luego hice el descubrimiento
en la Comedia, así que tuve que poner la cita, “Su rostro para atrás era tornado”, dice el verso. Algunos de los que aparecen en mi poesía son mitos establecidos, como el dragón chino o las sirenas. El topo es mío, es un símbolo personal. El dragón, por ejemplo, es un símbolo muy reconocido, lo importante es la forma cómo lo empleo, la forma en que hablo de él y sus retratos de seda para implicar la pintura china, donde pintan sobre seda y donde se ha dibujado mucho al dragón. Yo hablo de los retratos de seda del dragón, en una forma muy bonita de decirlo, y lo veo prisionero como un animal corriente en una jaula supercivilizada, así le doy una vuelta completa a la imagen mítica, lo vuelvo un dragón contemporáneo que expresa mi forma de sentir, pensar o ver el mundo en aquel momento, porque uno evoluciona. Todo mito que yo toco, y eso lo aprendí de Eliot y Pound, lo hago contemporáneo, lo
modernizo, le doy un sentido actual con el cual la gente se identifica. Por eso les gustó mucho a los escritores jóvenes que han tenido esa misma lectura, se identificaron con ese mito que yo no es un mito, ya son visiones, concepciones de un poeta determinado. Como el minotauro, al que convierto en una vaca, en algo decadente. Ya no es el minotauro griego, es un minotauro que anda por las calles de Tegucigalpa. En otro poema que tengo sobre el centauro, que es un hombre de nuestro tiempo, como bien lo expresó Helen Umaña, lo único que hice fue hacerlo contemporáneo e identificarlo con el hombre moderno, allí está el trabajo verdaderamente literario de un hombre frente al mito, sea un mito maya o de otra naturaleza. Por eso puse allí al sisimite, porque es hondureño… para que se eduquen, ja, ja, ja.

“Veré la luna mientras el hierro se introduce en la encía”, un verso de Sombra del blanco día, un libro lleno de desamor, pero también de sabiduría. Parece que toda su poesía está construida con sabiduría. Recuerdo otros versos: “Dentro de poco entrará una alimaña a matarme,/los hombres no matan a los hombres,/yo soy un hombre,/los
hombres están de parte de los hombres”. Háblenos de esta relación entre poesía
y sabiduría que hay en su obra.

Es una pregunta realmente interesante y primera vez que me la hacen o la hacen en este país, porque se
considera que la poseía es algo que no sirve para nada y en efecto, no sirve para nada, para nada útil, práctico, pero nada menos que sirve para formar el pensamiento y de allí sale lo útil y lo práctico. Algunos no entienden la importancia de la sabiduría, de acumular un mundo de pensamiento, de ideas. Yo encuentro que la sabiduría y la cultura tienen como fin supremo mejorar las condiciones de vida del hombre. Encuentro que cuando la poesía alcanza madurez tiene algo importante que decir del ser humano, sobre sus sentimientos, sus emociones, sobre su pensamiento, y que todo gran poeta es un gran pensador que logra condensar en cápsulas que llamamos versos una forma de pensar, de sentir o de ser, ese es el poeta maduro. Sin embargo, cuando yo escribí el poema al Che Guevara no era un poeta maduro, tenía 20, 21 años, pero, como le he explicado, cuando hay vocación y talento en una persona, desde el comienzo sabe expresar lo que tiene que decir y lo va mejorando hasta depurarlo. En esa cita del poema del Che, en efecto hay sabiduría, porque hablo en ese poema de la trascendencia
del hombre, ya no hablo ni siquiera del Che Guevara, estoy hablando de lo que esa imagen suya que él formó iba a trascender de una manera o de otra, en tintes oscuros y en tintes claros. Escrito hace 30 años, ese poema transcendió junto con el personaje que pasó a la historia. Esa es la importancia de la
madurez poética y de la sabiduría que está implícita en la poesía. El poeta solo encuentra en el género esa forma, esa capacidad que ya tiene de llegar a expresar cosas esenciales, fundamentales del hombre.

Respecto a los versos que cita que forman parte de otros textos, pueden considerarse sabiduría o pueden considerarse un reflejo de la experiencia humana, en este caso en el tema del amor. Allí están expresadas las fases del amor, que se confunden, porque amor y desamor son una misma cosa, porque en realidad el amor humano es así: hoy es, mañana no es, hoy está escrito en tintes rosa y mañana está escrito en tintes oscuros, negros o intermedios. Solo hay una cosa que es diferente, desde la cual hoy me coloco yo, es el punto de vista del amor ágape, del amor de Dios, la otra dimensión suprema del amor. En esa época en que estoy escribiendo Sombra del blanco día yo estoy en la fase del amor eros, que es conflicto, que es visión pero también es desaliño, que es pro pero también contra, perfección en el momento e imperfección segundos después. Ese tipo de sabiduría, producto de esa forma del amor, está muy bien expresada, y por eso usted encuentra sabiduría allí, en ese libro que tituló con un verso de Quevedo, que es sabio entre los sabios en cuanto a la poesía.

“La tragedia ya no es un bronce golpeado contra el pecho,/sino un puñado de estopa restregada en los labios”. Este verso mescla el universo griego y el cristiano y hay en él un reclamo ante lo banal de la vida moderna con respecto a lo que era antes. ¿Es cierto esto? ¿Cuál es el trasfondo de este verso maravilloso?

Es una visión romántica del pasado que expresa en el presente un ideal. Como el hombre moderno no ve un futuro realmente seguro, tiene que recurrir a las versiones idealizadas del pasado para conducirse en el presente y poder seguir avanzando hacia un ideal de futuro, hacia una visión de un mundo mejor que sueña. Pero eso gira en la órbita de un mundo idealizado y mientras tanto está viviendo en un presente banal, mediocre. Aun cuando trabaje para que el mundo mejore, su rutina diaria es mediocre y vacía. Aunque el hombre esté trabajando en el futuro del hombre, vaya, tiene usted un gran proyecto en pro de la naturaleza, para mejorar las condiciones de vida de un barrio determinado, así que está haciendo algo por el hombre, pero interiormente puede sentirse vacío. Con ese tipo de conducta se llena un poco, pero sigue el vacío en su corazón. El trabajo le cubre todo el tiempo, pero en esos ratos que en que logra reflexionar sobre sí mismo encuentra la soledad, la rutina, la mediocridad de su vida personal, falta de amor, conflictos que lleva dentro y que ha ocultado, y entonces dice ¿no hay algo mejor? El futuro para el que estoy construyendo no lo disfrutaré, todas mis intenciones son buenas y lo
seguiré haciendo para otros, pero yo no lo estoy disfrutando. No tengo plenitud aunque estoy queriendo llevar plenitud por lo menos a aquellos que están allá. El hombre que no ha encontrado una respuesta a este vacío existencial se vuelve hacia un mundo idealizado, entonces dice: dónde está el pasado, las grandes victorias épicas, los grandes héroes; allá está todo, aquí no hay nada. Solo me queda el futuro y yo no estoy en ese futuro porque no tengo plenitud en mí. ¿Cuál es la respuesta? El hombre no tiene respuesta para eso, yo no tenía respuesta para eso, por eso ese hombre casi exige un mundo más emocionante, por decirlo de un modo más trivial, hasta pide ser rosado por el ala de la adversidad con tal de sentir más adrenalina, como dicen modernamente. Es la misma situación del poema Esperando a los bárbaros, de Cavafis, porque había una rutina, una mediocridad, una decadencia en el Imperio Romano, por tanto hubiera sido una gran salvación que entraran los bárbaros para librarlos del vacío. Pero los bárbaros tampoco eran la solución, llegaron y el mundo siguió igual. Quiero compartir que yo no encontré solución a ese vacío, y allí está planteado en el libro. No hay solución, y la que yo encontré es personal y solo se la recomiendo a aquellos que quieran buscar: esa solución fue Dios, Él llenó el vacío que no pudo llenar la literatura ni nada más.

Muchos escritores se quejan de que en el país no hay condiciones que les permitan dedicarse plenamente a escribir, sin tener que buscar otros medios para ganarse la vida. ¿Tener estas condiciones influiría positiva o negativamente en la obra de los escritores? ¿Por qué?

Respecto a que no existen las condiciones para un escritor, un poeta, no solo es en Honduras. Por lo general las condiciones, las posibilidades, se les presentan a escritores que tienen una larga trayectoria y que por lo tanto algunas puertas se les empezaron a abrir después de años de escribir y de darse a conocer, pero para un escritor que se inicia en cualquier medio es difícil. No crean que solamente
es en Honduras; claro, aquí estamos hablando de niveles casi pedestres, donde el escritor no vive sino que sobrevive, pero siempre es difícil iniciar, en cualquier país del mundo, en este tipo de oficios. Pero le voy a decir algo: existe una cosa que es difícil de contener y es el talento y la voluntad de un escritor de dar a conocer su obra. El talento, su vocación, lo impulsa a vencer cualquier obstáculo, cualquier
muro que exista, eso es lo fundamental. Muchos escritores mediocres son los que más se quejan del medio, de que no hay condiciones, pero a veces es que no hay condiciones en ellos mismos, no cuentan con la vocación, con ese talento, con esa confianza de que hay algo que decir, de que otros también quieren recibir esto que uno quiere dar. Uno no está pensando en cuántos lectores tendrá, una está pensando que quiere comunicar algo y que del otro lada del libro hay otro ser humano que quiere escuchar lo que nosotros queremos decir. Esto es lo fundamental. Aparte de esto, desde luego que las condiciones facilitan enormemente las cosas, un público, una población educada, sensibilizada para
estas cosas, abre enormemente las puertas, porque los escritores encuentran estímulos para su obra. Por otro lado, ya que tenemos un Ministerio de Cultura, conviene que exista una política cultural que oriente y fomente este tipo de cosas.


Dice Eliot que Ezra Pound “podó” su libro Tierra baldía. ¿En sus inicios como poeta, tuvo usted algún mentor que hiciera algo similar o le aconsejara sobre cómo escribir?

No, yo no tuve a nadie con quien hablar que me pudiera orientar, como yo hago con la gente joven. Pero tuve la poderosa intuición de dejarme orientar por escritores que leía, uno de ellos es Ezra Pound. Con él aprendí cosas como la importancia, lo transcendente y serio que es el oficio de ser poeta. Ser poeta no es una bagatela, no es ser un bohemio, no es andar vestido de un modo o de otro, no es hacer escándalos injustificados… es una condición existencial. Ser poeta es algo que hay que tomar con mucho cuidado porque es una de las cosas con las cuales se forma a las personas. El papel de la poesía en el ser humano es discreto, no se ve, pero es extraordinariamente poderoso en su interior, aunque no hayan leído literatura, porque está en el aire y cuando este espíritu está en el aire, la gente lo capta y lo manifiesta y lo expresa. He observado, por ejemplo, que en el país la propaganda de productos ha variado mucho, sus anuncios ya son mucho más poéticos, comunican mejor. Los nombres de los productos comunican algo que es poesía, porque los que están creando ese tipo de anuncios ya entendieron que todo es recreación, novedad y poesía, porque el lenguaje mismo es poesía, si cuando yo hablo de cualquier expresión común y la analizo es una metáfora, es un símil, es poesía.


¿Esto publicidad no es una banalización de la poesía?


¡No!, que sea banalización o no no nos interesa, porque también en la misma poesía hay banalización de la gran poesía y se acepta. Hay grandes y extraordinarios poetas que no son para un gran público y hay poetas menores que tienen un mayor público, y hay poetas casi cursis que son leidísimos y que
tienen cosas casi buenas, incluso buenas. José Ángel Buesa, por ejemplo, un poeta que usted puede llamar banal o trivial, pero que es extraordinariamente leído, incluso ganó dinero con su poesía, y a mí me gusta su poesía, aunque no alcance las cimas de un Pablo Neruda, un Eliot, un Octavio Paz. Como decía Joaquín Gutiérrez, un profesor mío en la universidad de Costa Rica, hay escritores de un talento tan grande que llenan mares, otros lagos, otros lagunas, otros llenan un dedalito, pero es de mil pura
y eso importa también. Más bien esas cosas invitan a los poetas a ponerse a trabajar porque se dan cuenta que les están pisando los talones y que cualquier anuncio comercial puede ser mejor que ellos en un momento determinado. Yo no sé de dónde están copiando, pero cuando yo veo un anuncio de un churro, que dice “con queso acelerado”, ja, ja, ja… ¿no es excelente? ¿No es fabuloso? ¿No hay poesía
allí? “Nacho atrevido”, ¿me explico? Hay creatividad allí.

Por lo menos hay adjetivación insólita.

Claro que lo hay, es que no hay que menospreciarlo. Es el mismo componente expresivo de los narradores de fútbol, en los que de repente usted encuentra una imagen que realmente dice esto no
corresponde al futbol, sino a la poseía, pero qué bien expresa lo que ellos quieren reflejar en el momento. La poesía no es una cosa tan aislada como se cree, esa es la noción elitista, pero no es que no esté al alcance el placer estético que tienen derecho a disfrutar las personas, porque el ser humano, si
lo ve bien, está dividido en tres partes y para todas esas partes hay: somos alma, cuerpo y espíritu, y la cultura tiene la obligación de llenar esas tres partes del hombre, la parte estética, espiritual, física. El hombre es un ser integral y lo único que lo puede integrar realmente es la cultura.

Sobre el volumen La voz convocada, Helen Umaña dice que sus poemas “ostentan una cosmovisión sombría, quizá atraído por la órbita gravitacional de Nelson Merren”. ¿Qué tanta es la influencia de este poeta en su obra?

No hay mucha influencia realmente, poéticamente no mucha. La influencia de Merren en mí fue de reconocimiento, convergíamos en un punto: él era un poeta verdaderamente moderno, contemporáneo en Honduras y eso es lo que yo buscaba, lo que yo estaba tratando de hacer; aunque era un poeta muy joven, en esa órbita andaba ya. Sinceramente, fue el único poeta con el que logré identificarme en cuanto a mis aspiraciones de contemporaneidad y modernidad, de una literatura completamente distinta, porque aun ahora, después de Merren y mi poesía, no han logrado los jóvenes llegar a esta cima, no han entendido cuál es el aporte de Merren y el mío a la poesía. La coloquialidad que Merren expresa es la coloquialidad que yo quisiera que manejaran los jóvenes y la mayoría de los poetas, pero
finalmente se dejan llevar por un lirismo y trivialización de la poesía que confunden con coloquialidad, y un intelectualismo de tercera mano, porque no manejan los recursos de un planteamiento intelectual elevado, no se han realmente fusionado con esas grandes cimas de la literatura, como Proust, Faulkner, Pound y Eliot. No es necesario que estén en su idioma original, porque hay traducciones extraordinarias y el poeta tiene su propio traductor interno, que ese es mi caso. Por ejemplo, está la legendaria selección de poesía Agustí, un traductor catalán, que no ha sido superada por ninguna; hicieron una Cardenal y Coronel Urtecho, pero se quedan en un remedo, en una caricatura. Yo leí a Eliot a Pound en esa antología, la de Agustí. Cuando Merren estaba escribiendo su poesía, yo estaba leyendo esas cosas, así que lo que hubo fue una coincidencia extraordinaria. Él se parece mucho en varias cosas conmigo. A él le gusta el soneto y lo primero que le llevé para que conociera lo mío fueron como 14 sonetos, que es un género que sigo cultivando y que pienso publicar ahora, porque soy un poeta maduro y nadie me va avergonzar por decirme que escribo con rima.


¿Y Roberto Sosa, que tiene una poesía muy musical, tiene influencia sobre usted?

No es que yo quiera vanagloriarme, ¡pero ninguna! Las influencias mías son tan variadas y vienen de tantas partes que ni si distinguen y están en mis poemas menos buenos. No sé si me explico, pero en mis poemas fundamentales no hay nada que tenga que ver con Roberto Sosa, y puedo decir que él no alcanzó ciertas cimas en cuanto a calidad estructural del poema. Roberto nunca intentó, por ejemplo, como yo sí lo hice, un poema de personajes, como está en el Rumor de la piedra, donde yo me propuse que estuviera el ambiente dentro del poema, que se sintiera, como en los cuentos, el calor, el lugar donde estamos, en Tegucigalpa, que vamos en un bus apretados entre Belén y la Kennedy. Roberto nunca hizo ese tipo de cosas. Los personajes múltiples que hay en mis poemas, eso no lo ha hecho nadie en Honduras, tengo que decirlos ahora, con mucha modestia, después de mucho tiempo de que lo hice, hace 30 años… Solo Merren se acerca a eso, porque él tenía un agudo sentido de lo que es la poesía contemporánea y moderna, que lo captó de donde tenía que captarlo, de donde yo lo capté, de Whitman, de los poetas norteamericanos, de Cummings, de Carlos Williams, solo allí se podía beber ese tipo de esencia de lo moderno. Aquí dieron muchas vueltas los poetas, se fueron por Benedetti, yo también anduve por allí, por esa poesía que yo consideraba ya en aquel tiempo de muy bajo nivel, fuera Benedetti o fuera quien fuera, porque yo sabía dónde estaba colocado literariamente y dónde lo estoy actualmente.


Un chisme literario hondureño cuenta que alguna vez Sosa evitó que usted ganara un premio. ¿Es cierto esto? Háblenos al respecto.

No fue que lo evitara, sino lo que hizo, porque creo que el voto suyo a favor mío, y él bien sabía que el libro era mío, me habría favorecido. Mejores poetas que él votaron por mí. Cuando dijo mejor no es peyorativo, me refiero a poetas más conocidos en el momento y universalmente, como Ángel González, el gran poeta español de la generación del 50, votó a mi favor, según me lo dijo en un encuentro de poetas del mundo latino en México. Me lo encontré allí y me contó al respecto, incluso él tenía que regresar a Estado Unidos, donde vivía con su esposa, y dejó por escrito su voto para mí y allí me pregunto: “Oye, ¿ganaste el premio?”. No, le digo. “¿Y quién se lo ganó?” Vaya a saber, un mal libro de una uruguaya cuyos poemas son pésimos; al comparar, hoy que han pasado 20 años, nadie le va a hacer justicia al poeta Sosa por no haber votado a mi favor. Fue finalista, por cierto, fui mención honorífica, con lo cual certifico que estuve entre los primero lugares.


¿Pero no es posible interpretar que Sosa solo pretendía ser objetivo?

¡No! Roberto Sosa, y esto lo dije siempre y lo seguiré diciendo, hizo más daño que bien a la poesía hondureña. Él siempre se opuso y se enemistó con los poetas más jóvenes que él. Aquí no hay un solo
poeta que hoy tenga mi edad, que en aquel entonces éramos más jóvenes que él, que no haya tenido problemas con Roberto Sosa. A todos los juzgó, de todos hizo chiste, de todos hizo mofa. En el extranjero siempre dijo que aquí nunca hubo poetas, que el único era él, y no daba direcciones absolutamente de nadie en Honduras, y si alguien le caí mal lo excluía de las antologías que hacía; yo
soy uno de esos excluidos de esas antologías, por lo cual doy gracias porque por ausencia la gente me pregunta: “Bueno, ¿y por qué no está usted aquí?”, entonces más bien me ha hecho resaltar. Hay también personas que él dejó fuera una vez que se enemistaron, como Rigoberto Paredes: cuando estaban de amigos no hubo ningún problema, se entendían literariamente, pero cuando hubo conflicto entre ellos, por esa condición que tenía el poeta Sosa, de que no había nadie más que él en el universo, de Honduras, desde luego, a Rigoberto ya también lo excluyó de las antologías. A Livio Ramírez también. Es muy penoso que un poeta pueda ser tan egoísta y no pueda abrirles camino a los demás, por lo menos con una actitud diferente.


Hay una novela inédita suya que el tiempo ha vuelto mítica, conocida en algunos círculos literarios como El mundo de la Mandarina. Una vez le mencione este nombre y usted me dijo que le agradaba y que la llamaría así. ¿Está terminada esta novela? ¿Piensa publicarla? ¿Realmente es cierto que cuando se lo mencione decidió ponerle ese nombre?, ja, ja, ja.

Valdría la pena que me preguntara si realmente existe también, ja, ja, ja. En realidad sí existe, yo tengo una copia manuscrita. Lo que pasa es que la dejé olvidada hace ya casi ocho años más o menos…

¿Dónde la olvidó?


No, si tengo una copia en la casa. Y en efecto, yo le había llamado La casa de la Mandarina, pero era título provisional, pero un día me preguntaste si se llamada El mundo de la Mandarina y dije no, se llama La casa de la Mandarina, pero me gusta más El mundo de la Mandarina, y en efecto, si la llego a publicar y a terminar se va a llamar El mundo de la Mandarina porque es mucho más sugerente, mucho más hermoso. Entonces, como yo he tenido como un regreso a la vida literaria, a las publicaciones, porque siempre he escrito, espero terminarla. Está concluida, pero es como una matriz, faltan capítulos, faltan personajes que hay que completarlos en la parte psicológica, en otros casos la
historia no está bien terminada. Hay capítulos redondos que solo ellos serían cuentos maravillosos, pero como novela no está cohesionada aún, esas historias todavía no están bien encajadas, pero prometo por lo menos publicar un capítulo, que en sí mismo es un cuento, para dar muestras de la existencia de ese libro ya fabuloso y mítico.


Hace poco me dijo un escritor joven que los poetas tienen temperamento melancólico. ¿Está de acuerdo con esto?

Yo creo que hay muchos temperamentos y a veces pueden ser melancólicos y otras veces pueden ser alegres, aun de júbilo y exaltación, no hay condición fija para ser poeta. La única condición es el
talento y el talento es el que va a jugar con esos estados melancolía, alegres o exaltados. Eso no tiene nada importante, eso más bien parece una aberración. Si un muchacho piensa estar melancólico toda la vida para escribir, se va a morir. Esa es una actitud romántica, es una realidad que ya pasó y se le llamó la enfermedad romántica. Muchos poetas, incluso Juan Ramón Molina, fueron capturados por ese espíritu, porque es un espíritu de melancolía, un espíritu terrible que puede destruir a un poeta, así le llamaron y lo reconocieron en ese mismo tiempo; hay un ensayo sobre Molina del gran escritor Marcos Carías Reyes que habría que releer, donde habla sobre este espíritu que hizo destrozos entre extraordinarios poetas del modernismo, posmodernismo y del romanticismo en Honduras. Acá está justificado por la dureza del medio, por la grosería del medio y los ataques viscerales del medio
contra poetas como Juan Ramón Molina, la envidia del talento, la mediocridad aldeana, como diría Darío. Digo justificado, pero hubo otras personas que entendieron esto y se alejaron inteligentemente de ese espíritu destructivo. Otra cosa hubiera sido Molina si se hubiera revelado en su corazón que podía ser el gran poeta latinoamericano, porque lo es de Honduras, si hubiese sido capaz de sustraerse a ese espíritu de la melancolía que tenía, y de la filosofía que leyó, porque él confiesa que se envenenó con filosofía en su poema Madre melancolía, y con los venenos de la literatura, porque tomó más de los venenos de la literatura que de la bienaventuranza, si se puede decir, que de los dotes de fortaleza y esperanza que también la literatura puede transmitir.


Recuerda está pregunta que hizo en uno de sus poemas: ¿Y la gente que no lee poesía, qué hace para vivir? Si le tocara a usted responderla, ¿qué diría?

¡Lo mismo¡ Yo encontré una respuesta. En el mundo, como dijo Wallace Stevens, la poesía fue mi redención, pero en el encuentro con Dios yo encontré mi verdadera y completa redención. Ahora soy libre, yo ya no necesito que la poseía me redima, porque me redimía para el mundo en el momento que yo necesitaba una redención natural, del hombre, cuando no sabía a dónde iba… y no sé a dónde van todavía los que no tienen poesía, porque sin Dios y sin poesía no se puede vivir. Hoy, gracias a Dios,
yo tengo las dos, estoy completo, y la final son la misma cosa, la belleza es de Dios y yo encontré al dueño de la belleza, estoy completo.


“Tegucigalpa es una res quemada viva”. Este verso es genial, suscita sensaciones visuales y olfativas, entre otras cosas. ¿Qué hizo Tegucigalpa para merecerlo?

Tegucigalpa hizo para merecerlo tener una alcalde como el de hoy. Yo no nací en Tegucigalpa, pero la
amo, me gusta caminar por ella y no puedo porque hay rocas en medio de las aceras; una persona con mínimos problemas de vista, como yo, no puede tener el placer de caminar ya por estas calles. Sigue siendo una res quemada viva por culpa de los presidentes municipales, porque no han sabido ni siquiera hacer de un centro tan pequeño un lugar de recreo maravilloso. La hubieran dejado como
ntes mejor, con sus ladrillos, azulejos, que le daban aspecto típico, señorial, y carácter, y no esas plastas de cemento que andan arrancadas y no sirven para nada. Es una vergüenza el centro de Tegucigalpa. Aquí voy a ser político al señalar lo que este señor está haciendo con el centro de su ciudad: este alcalde de Tegucigalpa no ama el centro de su ciudad, peor para que ame los barrios,
cómo va a acabar la pobreza ellos, pura demagogia. Me gusta denunciar esto, porque el fin de la cultura es que uno pueda al menos caminar a gusto por una calle.


¿Por qué todos sus libros de poesía tienen por nombre versos de otros poetas, como Sombra del blanco día, de Quevedo, La vida como una guerra, de Miguel Hernández? ¿Son homenajes? ¿Señalan la influencia que signa el libro?

Sí, están señalando mis preferencias. No tanto que estén signando el contenido del libro, sino mi
ubicación, mi tendencia en la literatura y mu gusto literario. Y también a la postre es un homenaje a estos poetas que a mí a lo largo del camino me han gustado. Sin embargo, en Porque no espero
nunca más volver
mi intención era bien clara al respecto, este es el mensaje que nunca entendieron, porque allí estoy dando a conocer mi punto de vista sobre la poesía: yo puse dos citas, porque mis libros empiezan por las citas, una de Eliot y una de Guido Cavalcanti, estoy uniendo un poeta contemporáneo y un poeta clásico porque eso es realmente lo moderno, cuando se unen ambos, y está expresado en ese librito. “Porque no espero nunca más volver/, porque no espero volver,/porque no espero”, allí Eliot cita a Cavalcanti. Allí está dicho lo que voy a escribir aunque no lo haya escrito. Mi último libro se llama El hombre que regresa, donde el círculo se cierra… siempre es ver la vida como un viaje, los círculos se cierran y se abren de nuevo para seguir viviendo, para seguir escribiendo. Ese libro escrito entre los 18 y 19 años expresa ya mi visión de poeta.