Gustavo Campos
La obra de Roberto Carlos Pérez (Granada,
Nicaragua, 1976) arranca de una obstinada voluntad por revelar mediante la
literatura lo que la historia archiva. Con su primer libro, Alrededor de la medianoche y otros relatos de vértigo en la Historia (Casasola; 2012), revisa el mundo que le fue arrebatado por causa de la Revolución
Sandinista. A sus 35 años, mediante un meticuloso ejercicio de lucidez, memoria
y depuración expresiva publica, finalmente, ese universo oscuro e infernal: el
lado menos roído de la moneda en la historia de la Revolución Sandinista que
osciló entre 1979 y 1990, retomado también en su próxima novela Un mundo maravilloso (Casasola editores; 2017), escenario
en el que también plantea y analiza los efectos de la guerra en la nueva
literatura nicaragüense, uno de los temas que más lo acechan como lo
demuestran, además de su literatura, ensayos y artículos.
En una reciente entrevista publicada en el
diario digital El PulsoHN, Roberto Carlos, también músico de profesión,
graduado en la escuela de Bellas Artes Duke Ellington School of the Arts y en
Howard University y literatura española la Universidad de Maryland se confiesa
“hijo de la guerra” y un “humanista” al que le tocó “ver la muerte de cerca”.
De manera similar a la que Reinaldo Arenas, quien denunciara las atrocidades
cometidas en Cuba, Roberto Carlos Pérez registra el ideario del modelo social,
político y económico de un país cuyo gobierno terminaría corrompiéndose. La
realidad se presenta como una línea confusa perdida en el horizonte y este
silencio no es sino más que un eslabón siniestro. El escritor es tan
interlocutor como descriptor y aprovecha los intersticios de la historia para
liberar el texto de las obligaciones humanas y discursivas, posicionando su
obra como una suspendida manifestación de humanismo donde todos pierden en la
guerra. Al igual que en “Lamentos y tribulaciones de un rey”, canción del grupo
argentino Sui Generis, se muestra esa cara opuesta del triunfalismo de las
revoluciones, las víctimas que quedan, algunas registradas y muchas otras
omitidas. Este tema, junto con la literatura medieval y del Siglos de Oro, es
su especialidad.
Roberto Carlos busca, entonces, en la sombra de sí mismo lo
que le fue sustraído desde la infancia: esa relación del hombre con el mundo.
Para encararlo, busca como antídoto la multiplicación de su voz narrativa en
infinitas máscaras: los ochos relatos de que está compuesto su primer libro son,
podría decirse, un ejercicio introspectivo de retraducir la historia en sus
diferentes etapas: desde la época de la colonia, en Nicaragua, hasta los
atentados terroristas del 2001 en Estados Unidos.
Su arma es la palabra y en Un mundo
maravilloso lo demuestra de una manera tan brillante y convincente.
Sin embargo, el corte histórico y social
tiene su móvil en la búsqueda individual de la verdad, en las tensiones
sociales y políticas, lo cual incide en los personajes de la obra de Roberto
Carlos (hijo de padres somocistas), revelando la miseria y la trágica
insustancialidad del amor como apropiación y como autoconfirmación, como lo
reivindica (sufre) F., el personaje de Un mundo maravilloso: “Los ataques de pánico y las depresiones
duraban meses y ni siquiera el amor de ese maravilloso ser que pasó por mi vida
como una ave encantada podía distraerme de la tristeza.”
Roberto
Carlos da a parte de su obra un sesgo ambiguamente autobiográfico, una empatía
que encuentra sus más diversas conexiones, pero una en común, del cuento “La
visita del abuelo”, “La casa de la calle Cervantes” y “El callejón de los
tormentos” con Un mundo maravilloso,
novela donde, por su condición humana, crea un puente empático con el personaje
de su novela, F., que no es sino un homenaje al fallecido poeta Francisco Ruiz
Udiel (1977- 2010). La memoria lírica de Un
mundo maravilloso refleja las consecuencias de la guerra y lo que muchos
críticos de literatura han denominado el desencanto de la “Literatura de
posguerra”. Pero pese a las referencias de las ideas nucleares que narra
(soledad, opresión, angustia, desdicha y miseria), contrasta bellos momentos
arrancados de lo más profundo de su ser y de su experiencia, los cuales
derrochan una honda ternura, como las que dedica en la parte IV de su novela a
Jimena y en la parte III a La bohème, donde la amistad es franca y aderezada de
magia extrapolada de la ópera de Giacomo Puccini en un juego de sustituciones.
Pero, ¿acaso no es sino la escritura una forma “de borrar las marcas del fuego en la piel o desvanecer
de mi mente las terribles imágenes de la guerra?”.
Los personajes de Roberto Carlos Pérez en
los últimos cuentos de Alrededor de la
medianoche y otros relatos de vértigo en la historia entran en una doble
condición: “Papá estaba totalmente absorto en sus negocios, que iban hacia
arriba como la espuma y mamá se la pasaba organizando inútiles fiestas…”, “en
los amigos de papá que alababan las torturas de las cárceles de la familia
Somoza”, que se contraponen al ideario utópico del narrador, como lo muestra “La
casa de la calle Cervantes”, donde un niño padece el pánico del encierro en una
vieja habitación conviviendo con ratas por el temor de sus padres a que este sea
reclutado para la guerra: “Tal vez lo mejor sería irme de una vez a la guerra,
cumplir con mi deber patriótico como dicen que cumplieron otros tantos que no
han regresado y no regresarán jamás”, “Granada está desierta, nadie se atreve a
salir”.
La frase “1988 ha sido un año horrible”
aparece en un cuento y posteriormente la repite en una entrevista. Este fue el
año en que su familia y él viajaron a Estados Unidos debido a las constantes
amenazas del gobierno “de la bandera roja y negra”.
Sin embargo, el libro de relatos del autor
no es un manifiesto contra el sandinismo, así como su novela; es más, en
“Francisco el Guerrillero”, el narrador nos cuenta los deslices de Abigail con
Francisco: “Abigail postrada en el olvido y maldiciendo el resto de sus días el
amor pero nunca la causa liberal, dio a luz a una niña, hermosa y robusta, de
cuyo vientre nació la madre de quien más tarde, para bien o para mal, sería
conocido el general de hombres libres, Augusto César Sandino. Reaparece en “La
torre de dios” que a los poetas J. Pasos, J. Coronel Urtecho, entre otros, les
apasionaba Sandino. Hace una separación histórica y una diferenciación entre
Sandino y Ortega, confinando a este último como un caudillo hambriento de poder
totalitario, apropiándose, con tino, de un equilibrio que salda la historia no
contada, la versión del otro, del desposeído a consecuencia de la guerra. La
historia parcial es una historia incompleta del hombre, y, por ende, de una
sociedad.
Los personajes de Roberto Carlos son
reflejos de sus distintos rostros de quien pareciera signado por esta tríada
terrible que dijera en un poema Cervantes: “Muerte, mudanza, locura” y que
también se manifiestan en “Ruinas”, con el personaje José de la Cruz Mena, músico,
que lleva una vida entre “Job y Lázaro”, pero en donde aparecen obras bellas
como las melodías poéticas de Mozart, Haydn y Vivaldi mostrando el esplendor cultural
y artístico de Viena. Se repiten imágenes tan sugestivas y contrastantes que ya
aparecían en otros cuentos: sonido de trompeta, ladridos de perros mastines,
armonizando una melodía del horror.
El temor infundido por la guerra, castra
psíquica, emocional y moralmente los diálogos de los personajes: “Tan solo soy
un hombre de provincias que no conoció a su Isolda y tampoco luchó por el amor
de Elsa.”
Como especialista, ha ahondado en
numerosos ensayos sobre el Siglo de Oro, rescatando a Pedro Calderón de la
Barca, contrastándolo con Shakespeare; también sobre Cervantes, y ha demostrado
ser uno de los grandes estudiosos de Rubén Darío. Asimismo, ha denunciado la
corrupción del actual gobierno nicaragüense presidido por Daniel Ortega. Además
de publicar cuentos y ensayos en revistas nacionales e internacionales, su obra
ha sido incluida en diversas antologías: Flores de la trinchera. Muestra de
la nueva narrativa nicaragüense (2012), Un espejo roto. Muestra de la nueva narrativa
centroamericana y de República Dominicana y en su traducción al alemán Zwischen Süd und Nord: Neue Erzähler aus Mittelamerika (2014). Actualmente forma
parte de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.
Fuente: La Tribuna Cultural
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