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miércoles, 19 de febrero de 2020

Un William Burroughs de la metanarración. David Pérez Vega


A finales de 2019, quedé una tarde con el escritor y editor ecuatoriano Augusto Rodríguez. Ese día me regaló El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot de Gustavo Campos (Honduras, 1984), recién publicado por la nueva editorial madrileña Nana Vizcacha, en la que pronto saldría su propia novela.

Me he estado preguntado si antes de Gustavo Campos había leído a algún escritor hondureño. Me ha surgido la duda con Horacio Castellanos Moya, pero al buscarlo en internet he visto que, aunque nació en Tegucigalpa (capital de Honduras) es de nacionalidad salvadoreña. Así que en realidad nunca había leído a ningún escritor hondureño. De mis contactos con el mundo de la edición, sé que para una editorial puntera española es mucho más difícil apostar por un latinoamericano procedente de un país pequeño (Honduras, Panamá, El Salvador…) que por uno de un país grande (México, Argentina, Colombia…), porque si publican a un argentino, por ejemplo, pueden vender el libro en dos mercados grandes: España y Argentina, y si apuestan por un hondureño casi no pueden venderlo en su mercado local. Así que para un hondureño como Gustavo Campos, las puertas para publicar en España son más estrechas de las que se puede pensar. Y justo aquí es cuando cobran tanto valor iniciativas culturales como la emprendida por Lucía Brenlla, editora de Nana Vizcacha, especializada en literatura latinoamericana.

El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot empieza con un capítulo titulado Conferencia de Hocquetot en la Universidad Desconocida. En cuanto vi lo de «la Universidad Desconocida» pensé automáticamente en Roberto Bolaño, una de las mayores influencias actuales sobre los escritores jóvenes que escriben en español. La Universidad Desconocida es el título de la poesía completa de Bolaño. Más que una conferencia, este capítulo recoge las preguntas posteriores a la conferencia que un grupo de alumnos hacen al ponente, un famoso escritor hondureño llamado Eduardo Ilussio Hocquetot. Los alumnos nombran al escritor como «Hocquetot», y este contesta de modo irónico y elusivo a sus preguntas. En varias ocasiones aparece el nombre de Enrique Vila-Matas en estos diálogos, una referencia que se irá repitiendo a lo largo del libro.


Si bien había pensado –tras la pista de «la Universidad Desconocida»– que la influencia más importante para Campos sería Bolaño, en realidad acaba por ser Vila-Matas.

«Soy de esos que escriben de día y de noche, pero nunca bajo la lluvia, ese clima sí lo respeto» (pág. 17): en esta contestación a la pregunta de un estudiante, se nota que Campos –igual que yo– ha visto más de una vez las entrevistas televisivas a Bolaño, que están colgadas en internet. También es cierto que en este libro se habla mucho de escritores, como es habitual en la obra de Bolaño, pero sobre todo del propio hecho de escribir, con profusión de citas literarias, todo muy del gusto de Vila-Matas, que acaba por ser la gran referencia literaria de Campos.

Campos ha construido su ficción usando técnicas metanarrativas: hablar sobre el hecho de escribir o el deseo de dejar de hacerlo; la influencia de otros autores, la reflexión continua sobre el sentido de la propia escritura… pero debemos apuntar que casi siempre lo hace desde un punto de vista irónico. La principal ironía parte de que al escritor Eduardo Ilussio Hocquetot se le da en Honduras una importancia cultural enorme. Hocquetot es un escritor tan popular en Honduras que cuando se hace pública la noticia de que se ha perdido el manuscrito de la novela que estaba escribiendo, sus compatriotas lo toman como una tragedia nacional. «Sus fanes no se hicieron esperar y pronto se manifestaron en las calles con pancartas y consignas que rogaban a los malhechores, o simples cleptómanos literarios, que por favor entregasen el texto, sin maltratos, en las mejores condiciones posibles» (pág. 39). Los sociólogos también hablan de Hocquetot: «Los sociólogos vertían toda su sapiencia en largas páginas de corte marxista contra los textos no marxistas de ambas etapas del autor» (pág. 44).

Lógicamente, Campos irá desmontando esta idea sobre la importancia cultural de cualquier escritor en su país, que es muy cercana a ninguna. Honduras, nos dirá, es un país con una industria literaria muy pequeña. El narrador dice conocer a Hocquetot, jugando así a la interacción del autor con su personaje. Además, en más de una ocasión Hocquetot y Eduardo Ilussio parecen personajes diferentes. La personalidad del escritor se irá cubriendo con diversas máscaras. Se valdrá de ellas para hablar de sus dificultades ante la escritura, sus miedos, sus frustraciones o sus sueños.

«Como para Hocquetot resultaba difícil escribir una novela decidió escribir en su lugar un libro sin estructura; libre, en cuanto su imaginación lo permitiera, de breves episodios, sin rótulo particular, sin determinada forma. Un libro que pareciera más bien una compilación de textos aislados pertenecientes a distintas épocas e influencias. Un libro cosido por una biografía inventada de un personaje que fuera real, pero a su vez ficticio. Una especie de propuesta de lectura» (pág. 37). Además de a Bolaño (de refilón) y a Vila-Matas, otros escritores que parecen evocados en este texto podrían ser César Aira y Mario Levrero, por su tendencia al absurdo y también a lo onírico. De vez en cuando podemos toparnos con unas cuantas páginas plagadas de conversaciones surrealistas; como el capítulo Junto a la lámpara de Abbott, que empieza con la frase: «Su padre, sin duda alguna, fue un cuadrado, y si fue un cuadrado, seguro fue muy hilarante» (pág. 33).

El narrador y Hocquetot se empeñan en llamar a su proyecto «libro» y no «novela», un libro que se acabará al llegar a un determinado número de páginas. Hacia el final del texto, el lector tendrá acceso a algunos de los capítulos del famoso «libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot», un texto alucinado, un William Burroughs de la metanarración, que no puede dejar de arrojar al lector referencias literarias. Sin embargo, entre estos juegos de planos ficcionales también se irá filtrando la realidad del país: en Honduras (sabremos) se producen veinte asesinatos diarios, y su capital es una de las más peligrosas del mundo, «capital de la muerte» se llega a llamar a Tegucigalpa. En la página 84, Hocquetot (amante de las listas) enumera y recuerda las veces que ha sido atracado a lo largo de su vida. Estas páginas son tremendamente realistas (imagino que Campos está hablando de su propia experiencia) y me han interesado mucho. Aquí me doy cuenta de que, en el fondo, aunque me gusten autores como César Aira o Enrique Vila-Matas, lo que más me atrae es la novela realista, una novela que describa la realidad de un país, a lo Pedro Juan Gutiérrez con Cuba, por ejemplo.

En más de una ocasión, la propuesta narrativa de Campos me ha resultado divertida y la he leído con gusto. Otras, la interrupción de lo contado y el inicio de un nuevo capítulo surrealista sin relación con el anterior me han sacado del libro. Campos me ha parecido un escritor dotado y también un escritor de ráfagas, un autor que está buscando a Hocquetot, que a su vez busca su libro perdido. Campos se está buscando a sí mismo y ha jugado aquí a ser muchos escritores a la vez. El libro acaba con el mensaje «To be continued» y, en sus siguientes obras, Gustavo Campos habrá de decidir qué clase de escritor quiere ser y hacia dónde quiere llevar sus propuestas. Habrá que seguirle la pista con atención.

David Pérez Vega
España.

Gustavo Campos: El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot. Koldo Concejo






Gustavo Campos: El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot

Parece indudable que la literatura hondureña es la hermana pobre de la literatura centroamericana. Dejando México de lado, por razones obvias, creo que todos somos capaces de nombrar autores guatemaltecos (HalfonAsturias...), nicaragüenses (Darío, Sergio Ramírez, Gioconda Belli...), salvadoreños (Castellanos Moya, Roque Dalton...) o costarricenses (Carlos Fonseca). En cambio, creo que muy pocos, yo el primero, seríamos capaces de nombrar (sin consultarlo previamente, claro) a un escritor hondureño.

Por suerte, y haciendo buena la máxima de que «TODO ESTÁ EN ULAD» (o casi, porque después de 4000 reseñas aún tenemos nuestras lagunillas, entre ellas la de no tener reseñado a ningún autor nicaragüense (¿¡!?), hoy traemos este El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot, texto(s) absolutamente ligado a sucesivas vanguardias del siglo XX y XXI. En este sentido, varios son los nombres que asoman a medida que uno avanza en la lectura: Borges y Bioy (¿no recuerda el título del libro a Honorio Bustos Domecq?), Macedonio Fernández y su Museo de la Novela de la Eterna, Cortázar y las Historias de cronopios y de famas”} o la segunda parte de Rayuela, Vila-Matas y sus juegos con el tiempo y las continuas sustituciones de personajes, etc. Palabras mayores, oigan, con los que no resulta fácil que a uno le comparen. 

En fin. El caso es que El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot es un texto fragmentario dividido en dos partes, «Eduardo Ilussio Hocquetot» y «Vidas Posibles», con el humor como común denominador. Es fragmentario en tanto en cuanto a que carece de argumento y se construye a partir de materiales diversos tales como entrevistas, monólogos, «ensayos», poemas, microrrelatos, etc., en los que se combinan aspectos íntimos y personales con otros más generales, normalmente vinculados a la cultura / creación / escritura.

En este sentido, además del humor que destilan buena parte de los textos (sin ir más lejos, la entrevista que abre el libro, plagada de preguntas indiscretas y respuestas ácidas al más puro estilo de Groucho Marx o Woody Allen, es sencillamente magnífica), destacaría la parte del libro centrada en el papel del escritor y en las opciones estéticas que puede y debe o no asumir. Así, nacen las dudas: sobre si optar por una escritura social o por una escritura más «artística», sobre todo teniendo en cuenta la situación del país, sobre el rol del autor, sobre “qué es lo correcto”. De esa disyuntiva acerca de los temas sobre los que escribir surge «Vidas Posibles», la parte más macedoniana del texto.

Así que, resumiendo, interesante experimento este de Gustavo Campos / Eduardo Ilussio Hocquetot que peca de cierta irregularidad, producto del riesgo asumido por el autor a la hora de «construir» (¿o quizá subsistir, inventar, implantar o vivir?) el texto. Eso sí, bienvenidas todas las irregularidades que nazcan del riesgo.



Koldo Concejo
(Bilbao, España, 1977).
Escritor y editor senior. Ha ganado premios de narrativa a nivel latinoamericano y ha sido finalista de concursos de microrrelatos.
Forma parte del equipo del blog “Un libro al día” (www.unlibroaldia.blogspot.com), en funcionamiento desde el 1 de marzo de 2009 y con un archivo ya de 4000 reseñas.
En cuanto a sus “méritos” en el ejercicio de la escritura, ha sido ganador del II y del III Concurso de Literatura Instantánea Eprizes (2016 y 2017); finalista del Concurso de Microrrelatos de la Fundación Agustín Serrate (2016) y del III Certamen de Microcuentos Vallecas Calle del Libro 2016. Ha publicado relatos en antologías como “La librería más bonita del mundo” (Playa de Ákaba, 2016) y Antología del II Concurso de Microrrelatos (Mandala ediciones, 2017).

Reseña El Libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot. Ignacio Arrabal



Un libro exigente este del hondureño Gustavo Campos, difícil a veces, hipnótico e intelectual. Un ejercicio de exploración literaria. De libertad también.


“En su rostro se nota la insatisfacción de no haber podido escribir lo que él quería”.


Ignacio Arrabal (España)

sábado, 3 de junio de 2017

Gustavo Campos en la Revista de Letras y Artes La Zebra



Según la Revista de Letras y Artes La Zebra

"El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot, que mereció el premio Centroamericano de Novela Corta 2016, es una obra metaliteraria e inclasificable, con muestras de un paradójico sentido de humor, como lo demuestra este maravilloso pasaje".

domingo, 21 de mayo de 2017

Gustavo Campos invitado a la 76 Feria Internacional del libro de Madrid.






Cuando la editorial que te publicará es la misma en la que publica tu artista favorito, Luis Eduardo Aute, Sial Pigmalión. 
Eso, eso, no tiene precio. 

Ahora, que te inviten a presentar tu novela en una de las Ferias más importantes de iberoamérica en Madrid, España, y que toqués puertas y pidás apoyo para tu boleto de avión y las instituciones gubernamentales te digan que no hay presupuesto, pero que también te pregunten e indaguen si has "hablado mal del Partido Nacional" o si sos "nacionalista" para apoyarte, eso tiene nombre. 
Se les olvida que son administradores públicos, no dueños del dinero; además la misma Constitución contempla la obligatoriedad de promocionar a los artistas nacionales. 
En fin...

jueves, 6 de abril de 2017

Gustavo Campos en Carátula, revista cultural centroamericana, # 77


Aparecen en la revista # 77 de Carátula 5 relatos/capítulos de El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot. 


jueves, 17 de noviembre de 2016

Gustavo Campos: el joven escritor fronterizo.


 Foto: Ulises Alvarado
Por Kalton Bruhl

Gustavo Campos es un escritor multifacético (narrador, poeta, ensayista, periodista, crítico literario) que nació en 1984 en la ciudad de San Pedro Sula. Por su edad, escapa de los esquemas generacionales propuestos hace algunas décadas por Galel Cárdenas y Helen Umaña: la generación del 84, denominada “posvanguardia” (los nacidos entre 1954 y 1983) y los que llamaron tempranamente como “los novicios” (nacidos después de 1984). Gustavo Campos, debido a su edad, es un escritor considerado “fronterizo” debido a que participa entre ambas generaciones del esquema anteriormente propuesto.

Este escritor, escapista de etiquetas, recién se adjudicó el Certamen Centroamericano Permanente de Novela Corta 2016, en su séptima edición, que convoca la Sociedad Literaria Hondureña (Soliho) junto a la Dirección Ejecutiva de Artes y Cultura. Ya antes lo habían ganado dos hondureños, Jorge Medina García y Kalton Bruhl, y un guatemalteco y nicaragüense; asimismo dos certámenes fueron declarados desiertos.

La novela con la que ganó el certamen se titula “El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot”. Esta, como comenta el autor, ya había recibido menciones en dos certámenes anteriores. En el Concurso de Narrativa de la editorial barcelonesa Ediciones Oblicuas, en 2014, y cuyo jurado la valoró positivamente y recomendó su publicación. En 2016, el mismo libro quedó entre las cinco obras finalistas del Premio Centroamericano de Novela Roberto Castillo 2016, siendo jurado al novelista y poeta Manlio Argueta (salvadoreño) y el periodista y sociólogo Óscar Núñez Olivas (costarricense).

Campos, por su parte, destaca en el ambiente literario nacional y centroamericano. El escritor, crítico literario y director de maestría de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona Jorge Carrión (finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2013) lo incluyó en un listado de 50 autores de América Latina y España que a su juicio consideraba como los más representativos de la producción literaria joven de la lengua en nuestra época. Su objetivo era elaborar una antología del futuro de la literatura en español. Dentro de su selecto grupo desfilan nombres importantes de la literatura actual: Elvira Navarro, Rita Indiana, Santiago Roncagliolo, Rodrigo Hasbun, Alejandro Zambra, Lucía Puenzo, Andrés Neumán, Maurice Echeverría, entre otros.

En el 2011, el novelista Sergio Ramírez (Premio Alfaguara 1998; Premio José Donoso 2011 y Carlos Fuentes 2016) lo incluiría en un par de antologías, tanto de poesía como de narrativa como uno de los mayores exponentes de la literatura centroamericana y del caribe en la actualidad.

Una lectura y relectura a los estudios realizados por distintos escritores y académicos sobre la obra de Campos podría resumirse en que el autor incursiona en el “intersticio intergenérico y cuyos repuntes lúdicos encuentran sus realizaciones más logradas en los juegos literarios. Las repetidas menciones de autores y obras, las continuas citas, los juegos de palabras, de estilos, de tramas, en mezcla heteróclita con referencias comparables a la música, la fotografía, el cine, hacen de los textos órbitas de renitencias de intertextualidad literaria y multimedial” (H. Leyva). El escritor hondureño publicado en Tusquets, León Leiva Gallardo, considera la novela galardonada como “un texto formidable y atrevido”, donde el autor tiene mayor seguridad en sí mismo y logra en sus juegos y provocaciones “mayor aplomo” en el tono juguetón y burlón del libro.

Gustavo Campos es un escapista de la literatura misma. Lo que lo convierte, en este mundo posible de contradicciones, en un escritor original. No busca hacer literatura sino obras. En resumidas cuentas, ha decidido, siendo original, no serlo, mantenerse condenado a elegir la mejor connotación. Honesto es. Y seguirá siéndolo. Su exploración seguirá abriendo espacios y tiempos tras los bastidores y las fronteras del lenguaje.
 
Fotos: Ulises Alvarado

viernes, 21 de octubre de 2016

Escritor hondureño Gustavo Campos obtiene premio único en certamen centroamericano de novela corta


 

 
Por María Eugenia Ramos
 
El escritor hondureño Gustavo Campos obtuvo recientemente el premio único en el VII Certamen Centroamericano de novela corta 2016, otorgado por la Sociedad Literaria de Honduras, con su obra El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot, que ya había quedado entre los cinco finalistas del Premio Centroamericano y del Caribe Roberto Castillo. El premio, otorgado por la Sociedad Literaria de Honduras, ha sido obtenido en ediciones anteriores por los escritores Juan Antonio Canel, guatemalteco, Arquímides González Torres, nicaragüense, y los hondureños Kalton Harold Bruhl y Jorge Medina García.


Gustavo Campos nació en San Pedro Sula el 29 de enero de 1984. Cursó estudios de literatura en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Ha publicado artículos en diarios y revistas del país y la prestigiosa revista Carátula, de Nicaragua, así como poemas en revistas de Francia y España. Es autor de numerosos libros de poesía, novela y cuento, así como antologías. En 2006 obtuvo el tercer lugar en el Premio Nacional Europeo Hibueras, rama de narrativa, con una primera versión de la novela Los inacabados, y en 2013 obtuvo el segundo lugar en poesía del mismo premio, con Tríptico del iris de narciso. Ha participado como invitado en encuentros literarios internacionales como el Festival Internacional de Poesía de Occidente en Chalchuapa, El Salvador; el encuentro de narradores “Centroamérica cuenta”, Nicaragua, y el Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua.


En 2010 participó invitado por el escritor y crítico Jorge Carrión en el proyecto 1975. Antología-catálogo del futuro de la literatura en español. 50 autores representativos de la producción literaria joven de América Latina y España. Su obra ha sido incluida además en las antologías Puertas abiertas. Antología de poesía centroamericana, del escritor nicaragüense Sergio Ramírez (Fondo de Cultura Económica de México, 2011); 4M3R1C4 2.0. Novísima poesía latinoamericana, de Héctor Hernández Montecinos (México, 2012).


Ha sido incluido asimismo en las antologías Voces de América Latina, compilación de María Palitachi (Texas, Estados Unidos, 2016) y Un espejo roto. Antología del nuevo cuento de Centroamérica y República Dominicana, compilación de Sergio Ramírez (GEICA y Goethe Institut Mexiko, 2014), publicada también en alemán con el título Zwischen Süd und Nord. Neue Erzähler aus Mittelamerika (Entre sur y norte. Nuevos narradores de Centroamérica). Ha sido traducido parcialmente al francés, alemán, inglés y portugués.


Reconocido en los círculos literarios de Honduras y Centroamérica como autor y promotor cultural, Campos actualmente está dedicado al fomento de la creación infantil, trabajando como voluntario de la organización no gubernamental Plan en Honduras en la ciudad de Gracias, Lempira. Su obra ha sido incluida por la crítica literaria guatemalteca y catedrática universitaria Beatriz Cortez en el programa de la Maestría en Literatura Centroamericana de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.




***

Lo anterior fue una "nota oficial". Quiero agregar que Gustavo Campos ha recorrido un largo camino, sorteando el cinismo, el desencanto y sus demonios personales. Este premio, así como otros reconocimientos, no son más que la confirmación de su constancia, de su determinación de seguir su vocación de escritor. Personalmente le estoy agradecida por una amistad que tiene desencuentros y a veces distintos puntos de vista, pero me nutre y me da puntos de referencia para seguir en lo que él considera que también es mi vocación: narrar.