viernes, 30 de mayo de 2014

martes, 27 de mayo de 2014

La edición especial coleccionable del “VI concurso de Cuentos Cortos Inéditos Rafael Heliodoro Valle 2014”





La edición especial coleccionable del “VI concurso de Cuentos Cortos Inéditos Rafael Heliodoro Valle 2014” saldrá este jueves 29 de mayo en Diario El Heraldo. Así que háganse de por lo menos un ejemplar. En la edición coleccionable saldrán 10 cuentos ilustrados de los 335 que concursaron. Entre los seleccionados aparece Murvin Andino Jiménez y yo, vuestro querido Gustavo Campos. A los demás no los conozco ni de oídas pero seguro han de ser buenos los cuentecitos, así que están enterados. 

El cuento de Murvin Andino lleva por título "Un animal sagrado" y el mío "Coleccionista" (Gustavo Campos)
 

¡Corran la voz!


Sobre el premio: 


El Premio Único lo ganó "La sirena silenciosa” de Douglas Rodolfo Membreño, que participó con el seudónimo de Lucas Muraña. Y las menciones honoríficas las obtuvieron el “Aleph” de Carlos Adalid Aguilar Morales y “El conjuro” del autor Emmanuel Jaén. 

viernes, 23 de mayo de 2014

Planilandia. Edwin Abbott Abbott






4. Sobre las mujeres

Si ESOS TRIÁNGULOS nuestros tan puntiagudos de la clase militar son temibles,  fácilmente se  puede deducir que lo son mucho más nuestras  mujeres. Porque si un soldado es una cuña, una mujer es una aguja, ya que es, como si dijéramos, toda punta, por lo menos en las dos extremidades. Añádase a esto el poder de hacerse prácticamente invisible a voluntad, y comprenderéis que una mujer es, en Planilandia, una criatura con la que no se puede jugar.

Es posible, sin embargo, que algunos de mis lectores más jóvenes se pregunten cómo puede hacerse invisible una mujer en Planilandia. Esto debería resultar evidente para todos, creo  yo, sin  ninguna necesidad de explicación.  Añadiré, no obstante, unas palabras aclaratorias para los menos reflexivos.
Poned una aguja en una mesa. Luego, con la vista al nivel de la mesa, miradla de lado, y veréis toda su longitud; pero miradla por los extremos y no veréis más que un punto, se ha hecho prácticamente invisible. Lo mismo sucede con una de nuestras mujeres. Cuando tiene un lado vuelto hacia nosotros, la vemos como una línea recta; cuando el extremo contiene su ojo o boca (pues entre nosotros esos dos órganos son idénticos) esa es la parte que encuentra nuestra vista, con lo que no vemos nada más que un punto sumamente lustroso; pero cuando se nos ofrece a la vista la espalda, entonces (al ser sólo sublustrosa y casi tan mate, en realidad, como un objeto inanimado) su extremidad posterior le sirve como una especie de tope invisible.

Los peligros a los que estamos expuestos en Planilandia por causa de nuestras mujeres deben resultar ya evidentes hasta para el menos perspicaz. Si ni siquiera el ángulo de un respetable triángulo de clase media está libre de riesgos, si tropezar con un trabajador significa un corte profundo, si la colisión con un oficial de la clase militar produce necesariamente una herida grave, si el simple roce del vértice de un soldado raso entraña peligro de muerte... ¿Qué puede significar tropezar con una mujer, salvo destrucción absoluta e inmediata? Y cuando una mujer resulta invisible, o visible sólo como un punto mate sublustroso, ¡qué difícil es siempre, hasta para el más cauto, evitar la colisión!
Se han promulgado muchas leyes en diferentes épocas, en los diversos estados de Planilandia, con el fin de reducir al mínimo este peligro. Y en los climas meridionales y menos templados, donde la fuerza de la gravedad es mayor y los seres humanos, más proclives a movimientos casuales e involuntarios, las leyes relativas a las mujeres son, como es natural, mucho más estrictas. Pero el resumen siguiente permitirá hacerse una idea general del código:


  •  Las casas tienen que tener todas una entrada en el lado este para uso exclusivo de las mujeres; todas las mujeres han de entrar por ella «de una forma apropiada y respetuosa» y no por la puerta oeste o de los hombres.
  • Ninguna mujer entrará en un lugar público sin emitir de forma continua su «grito de paz» bajo pena de muerte.
  • Toda mujer de la que se certifique oficialmente que padece del baile de san Vito, de ataques, de catarro crónico acompañado de estornudos violentos, será inmediatamente destruida.

En algunos estados hay una ley suplementaria que prohíbe a las mujeres, bajo pena de muerte, andar o estar paradas en un lugar público sin mover la espalda constantemente de derecha a izquierda, para indicar su presencia a los que están detrás de ellas; en otros estados se obliga a las mujeres a que vayan seguidas, cuando viajan, de uno de sus hijos, o de algún criado, o de su marido; otros las confinan completamente a sus casas, salvo durante las festividades religiosas. Pero los más sabios de nuestros círculos, es decir, de nuestros estadistas, han descubierto que multiplicar las restricciones que se aplican a las mujeres no sólo lleva al debilitamiento y la disminución de la especie sino que incrementa también el número de asesinatos domésticos, hasta tal punto que el estado pierde más de lo que gana con un código demasiado represivo.

Pues siempre que se exasperan los ánimos de las mujeres de ese modo con el confinamiento en el hogar o con normas obstaculizadoras fuera de él, éstas tienden a desahogar su irritación con sus maridos e hijos; y en los climas menos templados ha resultado destruido a veces el total de la población masculina de una aldea en una o dos horas de estallido simultáneo de violencia femenina. Por eso las tres  leyes que hemos mencionado se consideran suficientes en los estados mejor regulados y pueden ser aceptadas como una ejemplificación aproximada de nuestro código femenino.
Después de todo, nuestra principal salvaguardia se halla, no en el legislativo, sino en los intereses de las propias mujeres. Pues, aunque puedan infligir la muerte instantánea con un movimiento retrógrado, si no pueden sacar enseguida su extremidad punzante del cuerpo forcejeante de su víctima en el que se ha clavado, pueden acabar destrozados también sus propios cuerpos.

Obra en favor nuestro así mismo el poder de la moda. Ya señalé que en algunos estados menos  civilizados no se permite que una mujer esté parada en un lugar público sin menear la espalda de derecha a izquierda. Esta práctica ha sido universal, entre damas con alguna pretensión de buena  crianza, en todos los estados bien gobernados, hasta donde alcanza el recuerdo de las figuras. Los estados consideran todos ellos una desgracia que tenga que imponerse por ley lo que debería ser, y es en toda mujer respetable, un instinto natural. La ondulación rítmica y bien armonizada, si se nos permite decirlo, de la parte de atrás de nuestras damas de rango circular la envidia e imita la esposa del vulgar equilátero, que únicamente puede conseguir un mero balanceo monótono, como el vaivén de un péndulo; y el tictac regular del equilátero es admirado e imitado en grado semejante por la esposa del isósceles progresista y con aspiraciones, en las mujeres de cuya familia ningún «movimiento trasero» de ningún género se ha convertido hasta ahora en una necesidad de la vida. Debido a ello el «movimiento trasero» está tan presente, en todas las familias que gozan de posición y consideración, como lo está el tiempo; y maridos e hijos gozan en esos hogares de inmunidad, al menos de ataques invisibles.

No hay que pensar, sin embargo, ni por un momento, que nuestras mujeres estén desprovistas de  afecto. Pero predomina, desgraciadamente, la pasión del momento en el sexo débil por encima de cualquier otra consideración. Se trata, claro, de una necesidad que surge de su desdichada conformación. Pues, como no tienen pretensión alguna de ángulo, siendo inferiores a este  respecto a los más bajos isósceles, se hallan totalmente desprovistas de capacidad cerebral, y no tienen ni reflexión ni juicio ni previsión y apenas si disponen de memoria. Por ello, en sus ataques de furia, no recuerdan ningún derecho ni aprecian ninguna diferenciación. Yo he conocido concretamente un caso en que una mujer exterminó a todos los habitantes de su hogar y, media hora después, cuando se había disipado su furia y se habían barrido los fragmentos, preguntó qué había sido de su marido y de sus hijos.

Es evidente, pues, que no se debe irritar a una mujer cuando se halle en una posición en la que pueda girarse. Cuando se encuentran en sus apartamentos (que están construidos con vistas a privarlas de ese poder) podéis decir y hacer lo que gustéis, pues allí les es completamente imposible efectuar tropelías, y no recordarán al cabo de unos minutos el incidente por el que pueden estar en ese momento amenazándoos con la muerte, ni las promesas que pueda haberos parecido necesario hacer para calmar su furia.


(fragmento del capítulo "Sobre las mujeres")

jueves, 22 de mayo de 2014

Trípitico del iris de Narciso. Próximamente en librerías.

Carátula y solapa del libro.



Más adelante les avisaré cuándo será la fecha de la presentación del poemario. !Estén atentos!


Entre Katastrophé y Los inacabados. Reseña del 2012.



Mario Gallardo, Gustavo Campos, Jorge Martínez


Hace un tiempo había publicado que de todas las presentaciones de libros que he hecho la que más me gustaba había sido la de Los inacabados. Cuando miraba las fotos del evento y a los amigos divirtiéndose, riéndose entrañablemente entre vino y bocas, advertía una magia que brotaba y que era parte de esa fraternidad que por entonces se mantenía fuerte y que había comenzado allá por el 2002. La fecha de junio de 2010 había sido el recuerdo más preciado que conservaba junto a la de Las virtudes de Onán, a principios de 2007. Por aquél entonces éramos los mismos cofrades contentos de ir consolidando ese otro hallazgo literario que supone la amistad y cada libro nuestro publicado era una declaración de amistad a los demás compañeros de grupo o de generación. Ya íbamos creando un mundo de ficción y los planteamientos entre cervezas y confidencias iban adquiriendo la forma de bloques (no populares) y colocándose como en la estructura de un muro: cada libro era otro ladrillo en la pared sampedrana, que iba convirtiéndose en protagonista de una revaluación estética de la literatura, tomando en cuenta sólo los aportes y no tanto los errores. 


En el 2006 Los inacabados se había agenciado el 1er Premio Europeo Hibueras y también había sido publicado por la Editorial Cultura ese mismo año bajo la Colección Premios.

En la noche de la premiación conocí a Roberto Castillo, presidente del jurado calificador, quien me dijo haberle gustado mucho mi libro (fue hasta ese momento que percibí su simpatía y su elegancia de espíritu que no había advertido jamás al ver las fotos en las solapas de sus libros, que lo mostraban como un ser oscuro e inalcanzable para espíritus jóvenes que sólo pensamos en vivir una cotidianidad regida por el placer nocturno de los bares y las calles). José Antonio Funes, poeta e investigador literario que admiro mucho, me expresó muy alegre su emoción al saber que había sido yo el autor y me dijo haberle “atraído mucho la riqueza lingüística y cultural de esa novela, su atrevimiento formal que la diferenciaban del resto de literatura hondureña corriente”. Al Dr. Héctor Miguel Leyva, también miembro del jurado y uno de los estudiosos de mayor importancia en Honduras en temas literarios y culturales, por fin pude conocerlo en el 2012, en la lectura de poesía realizada en la UNAH como parte del II Festival Internacional de Poesía “El turno del disidente”. Por esa época conocí a Hernán Antonio Bermúdez, quien es quizás el crítico literario hondureño que más admire –el otro es Roberto Castillo-, por su lucidez interpretativa y por esa ventaja que tiene de tomarse en serio su tarea de “lector ideal”, rebelde cazador de "inaccrochables", alejado de toda pasividad, quien además se refirió a Los inacabados de la siguiente manera: “...Se trata de una degustación literaria cuyo único antecedente en las letras hondureñas está en Una función con móbiles y tentetiesos de Marcos Carías. Esa es la única novela, igualmente despojada de un "plan" o esquema novelero convencional, que puede equipararse a Los inacabados en términos de ambición literaria, de ejercicio de estilo, de "voluntad de lenguaje". Además, se está en presencia de una obra literaria desafiante, desenfadada, y cuyo desparpajo erótico hará "borrón & cuenta nueva" en nuestra usualmente recatada literatura (litera pura).”

De ese 2010, tiempo de Los inacabados, que me trajo también la amistad de María Eugenia Ramos, que viajó desde Tegucigalpa a San Pedro para asistir a la presentación de mi libro, hasta este 2012, específicamente para la presentación de Katastrophé, algunas amistades comenzaron a agrietarse y vino una época de distanciamientos y rupturas, que me hizo comprender que la amistad entre artistas sólo puede sobrevivir por ciertos periodos y que el mundo de la literatura era un mundo de rencillas y prejuicios, y cuanto más miraba esas fotos del 2010, no podía hacer más que evocar ese momento mágico de amistad -¡que el futuro o la madurez sea quien nos reencuentre!; pero en ese transcurso de pérdidas hice nuevos amigos, amigos que me acompañaron ese viernes 4 de mayo de 2012 en la presentación de mi nuevo libro y que demostraron otro tipo de magia, una más pura, libre ya por fin de ese mundo del que ahora pretendo desligarme, para vivir aquí, desde este 2012, en donde me digo que la mejor presentación de libros que he tenido es la de Katastrophé, la inmejorable, la más brillante, la más mágica, la divertida, la que estuvo dentro de mi visión del arte, la confluencia de todas las disciplinas artísticas en un mismo evento, con la participación del colectivo teatral de “Los pandas con Alzheimer”, integrado por mis amigos Yuri Pineda, Romina Memoli y César, que se pasaron de buenos e hicieron un derroche de humor y talento como preámbulo a la presentación.

JJ. Bueso, Gustavo Campos, Carlos Rodríguez y Jessica Sánchez


Me acompañaron en mesa Jessica Sánchez, Carlos Rodríguez y JJ Bueso. Jessica hizo una muy interesante ponencia sobre el libro, sobre “la estructura tripartita de cómo está concebido y cómo lo interpretó, cómo se desarrolla la siquis de los personajes, la representación de los miedos y el énfasis en cómo en el libro se reconcilian realidad, fantasía y virtualidad”, entre otros temas que ahora no preciso, ampliando sus puntos de vista antes expuestos en el prólogo del libro, sin duda la mejor participación, seguida de la de Carlos, quien debutó como presentador y estuvo muy acertado sobre “el componente humorístico del libro, las frases aforísticas bajo la premisa de las máximas, el punto de fuga foucaultiano en ‘Teoría musical de Roland, no de Spitzer’”, entre otros argumentos esgrimidos, y por último JJ que habló poco del libro e hizo un despliegue temático ajeno a la presentación, quizás debido a su juventud, pero que en los pocos momentos en los que sí se refirió a él dejó entrever que le había gustado y que en la carrera de los 4 jinetes del apocalipsis la publicación de Katastrophé lo posicionaba a la delantera, esta declaración, por supuesto, fue su gran ironía o broma de la noche.

No cierro nota sin antes agradecer a los amigos que me ayudaron en todo: María Eugenia Ramos, diagramadora, David Soto, ilustrador, a Jairo Rodríguez y Miguel, su primo, en imprenta, a Dennis Arita, como corrector; a la Fundación Steinberg, por haberme cedido los derechos de autor de la ilustración de Steinberg en el interior del libro; a Jessica Sánchez, como prologuista y ensayista, a JJ Bueso, como reseñista de contratapa, a mis amigos Yuri, Romina y César, por ese espectáculo divertido; a Lía Castro y Daphne Sikaffy, por el apoyo en la organización del evento en la Alianza Francesa, a mi familia querida, Nicola, Seidy y mi sobrina Marian Madeleine que estuvieron presentes, a Karen Mejía, que siempre aparece en los momentos cuando se debe ser indispensable, a Óscar Urtecho, amigo y uno de los mejores lectores que conozco, a Carlos Rodríguez, el leal, en controles, delegado de Prensa, jaja, a Jorge Martínez, amigo y poeta, y a todos los amigos que me acompañaron, a mis queridos y queridas, a todos, “¡gracias totales!”

SPS, Junio 2012

miércoles, 14 de mayo de 2014

Capítulo 20 de Tristram Shandy y de dónde saca Cortázar el término "lectora hembra"




——— ¿Cómo ha podido usted, señora, estar tan distraída durante la lectura del último capítulo? Le he dicho a usted en él que mi madre no era papista. ———¡Papista! Usted no me ha dicho tal cosa, señor. —Señora, le ruego que me permita volver a repetírselo una vez más: se lo he dicho por lo menos con tanta claridad como las palabras, por inferencia directa, se lo podían decir a usted. ——En ese caso, señor, debo de haberme saltado una página.——No, señora,—no se ha saltado usted ni una palabra.———Entonces es que me he quedado dormida, señor.——Mi orgullo, señora, no puede consentirle este recurso.——Pues le aseguro que no sé nada en absoluto acerca de esa cuestión.——Ese es un fallo, señora, que le achaco enteramente a usted: es justamente lo que le reprocho; y, en castigo, insisto en que retroceda inmediatamente —es decir, en cuanto llegue usted al próximo punto y aparte— y vuelva a leer de cabo a rabo el capítulo anterior.

No le he impuesto esta penitencia a la señora ni por capricho ni por crueldad, sino por el mejor de los motivos; y en consecuencia no pienso pedirle ningún tipo de disculpas por ello cuando regrese:—lo he hecho para escarmentar a la viciosa costumbre, que con ella comparten miles de personas en las que subrepticiamente se ha introducido y asentado,—de leer todo seguido hacia delante, más en busca de las aventuras que de la profunda erudición y conocimientos que un libro de esta índole, si se lo leyera todo entero y como es debido, impartiría indefectiblemente junto con aquéllas.——La mente debería estar acostumbrada a ir haciendo sabias reflexiones y sacando interesantes conclusiones a medida que avanzara en la lectura; este hábito hizo afirmar a Plinio el joven ‘que nunca leía libros tan malos como para no sacar ningún provecho de ellos’[106]. Las historias de Grecia y Roma, recorridas sin estas disposición y aplicación,—sirven de menos, afirmo, que la historia de Parismus y Parismenus, o que la de los Siete Campeones de Inglaterra leídas con ellas[107].

———Pero aquí llega ya mi bella dama. —¿Ha vuelto usted a leer el capítulo de cabo a rabo, señora, como le encomendé?—Lo ha hecho. ¿Y no ha reparado usted, a la segunda lectura, en el párrafo que admite la inferencia?———¡Ni en una palabra tan siquiera! —Entonces, señora, haga usted el favor de examinar bien a fondo la antepenúltima línea del capítulo, en la que me encargo de decir ‘que para que yo fuera bautizado sería necesario que naciera antes’. Si mi madre, señora, hubiera sido papista, no habríase seguido consecuencia tal (108).
Es una desgracia terrible para este libro mío (pero todavía lo es mucho más para la República de las Letras,—así que mi propio caso particular queda con creces englobado en esta segunda consideración)—que el ya mencionado y vil prurito de nuevas aventuras en todos los órdenes esté tan arraigado en nuestros hábitos y humores;—y, así, estamos todos tan ávidos de satisfacer la impaciencia de esta faceta de nuestra concupiscencia—que sólo las partes más indecorosas y más carnales de una composición serán bien recibidas[113]. —Las sutiles insinuaciones y las veladas enseñanzas de corte científico se evaporan, como espíritus, hacia arriba;——la pesada moraleja se precipita hacia abajo; y tanto las unas como la otra se pierden para el mundo tanto como si se hubieran quedado en el fondo del tintero[114].

Confío en que el lector varón no haya dejado pasar por alto demasiadas insinuaciones, enseñanzas y moralejas tan singulares y curiosas como ésta en que la lectora hembra ha sido pillada. Confío en que todo esto surta sus efectos;—y en que todas las buenas personas, tanto varones como hembras, aprendan, merced al ejemplo de la señora, tanto a pensar como a leer.

Sterne Laurence