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miércoles, 7 de junio de 2017

Gustavo Campos "poeta serio" o "de primera clase". Según David Craven y Sergio Ramírez


Buscando una antología que elaboramos en conjunto con poetas cubanos, en la colección “Mar por medio”, Cuarta Dimensión de la tarde (2010), encontré este viejo correo del distinguidísimo Dr. David Craven, Profesor de Historia del Arte en la Universidad Albuquerque de Nuevo México, USA, a quien conocí hace algunos años gracias al Dr. en Historia del Arte Gustavo Larach. 

David Craven, que sigás descansando en paz. Fue una espléndida e inolvidable noche la compartida en Tegucigalpa. 


En correo menciona que Gustavo Larach y él sostuvieron una conversación con el maestro Sergio Ramírez (ahora PREMIO CERVANTES 2017) cuando anduvieron en investigación de las obras de arte en época del sandinismo, y se refirió a mí como un "poeta serio". Luego el Dr. Larach expuso en El Museo de Antropología e Historia de S.P.S. lo investigado. 

jueves, 4 de mayo de 2017

Gustavo Campos en Rio Grande Review.



Dossier de Centroamérica y sus letras: más allá de las fronteras (Selección y nota de Mario Martz) en la revista Río Grande, edición bilingüe. 

Escritores seleccionados: 

Javier Alvarado, María Montero, Sergio Ramírez, Juan Sobalvarro, Javier Payeras, Vanessa Núñez Handal, Mauricio Orellana, Luis Chaves, Carlos Fonseca y Gustavo Campos



jueves, 6 de abril de 2017

Gustavo Campos en Carátula, revista cultural centroamericana, # 77


Aparecen en la revista # 77 de Carátula 5 relatos/capítulos de El libro perdido de Eduardo Ilussio Hocquetot. 


viernes, 24 de febrero de 2017

Una cierta nostalgia: persistencia en el tiempo y en la memoria

Gustavo Campos  [1]




[1] Gustavo Campos, escritor, editor y promotor cultural hondureño (1984). Ha publicado poesía, relatos, novela y artículos periodísticos y de crítica literaria. Su obra figura en numerosas antologías de narrativa y poesía publicadas en Honduras, España, México, Estados Unidos y Francia. Ha obtenido diversos premios literarios, entre ellos el premio único en el VII Certamen Centroamericano de Novela Corta (2016), otorgado por la Sociedad Literaria de Honduras. La crítica y profesora universitaria guatemalteca Beatriz Cortez ha incluido una de sus obras en la cátedra que imparte en la Maestría en Literatura Centroamericana de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Palabras en libertad, autores no siempre. Berna González Harbour

Héctor Abad Faciolince y Carlos Fernando Chamorro, en Centroamérica Cuenta / DANIEL MORDZINSKI


Decía Martín Caparrós que un festival literario es lo más aproximado al pueblo donde habitan los autores que el resto del año viven dispersos en su realidad, en su universo, en su país. Por unos días, esa comunidad virtual forjada en lecturas mutuas y en sintonías a distancia toma cuerpo en debates, cenas y un roce que también ayuda a construir generaciones y tendencias. Ocurre en la Feria del Libro de Guadalajara (México), en el Hay Festival de Cartagena (Colombia) y ahora en Centroamérica Cuenta, una iniciativa de Sergio Ramírez que cumple tres años, que reúne a decenas de autores en Managua y que adquiere aún más valor al realizarse en territorio hostil. Como recado de bienvenida, el Gobierno de Daniel Ortega impidió la entrada de Jul, caricaturista francés que iba a participar en el homenaje a Charlie Hebdó, y dejó claro que las palabras pueden estar en libertad, como dice el lema del encuentro, pero los autores, no siempre.

“Que a un caricaturista no le dejen pasar es infame”, dice Héctor Abad Faciolince. “Pero no van a lograr empañar el encuentro”, afirma Sergio Ramírez. Y no lo empañó. Por el contrario, Centroamérica Cuenta se consolida como una de las citas literarias del continente.

La censura de Jul no es gran sorpresa en esta zona donde los autores, aunque lo intenten evitar, aprenden a escribir contra demonios más poderosos: desde el propio Faciolince y Juan Gabriel Vásquez ante la violencia de Colombia a Fernanda Melchor y Julián Herbert ante el desgarro en bucle que vive México o un Carlos Cortés que en la Costa Rica “donde parecía que no pasaba nada desde el bigbang” sufrió el asesinato de su padre 162 días antes de nacer.


                                                  
Sergio Ramírez. / DANIEL MORDZINSKI


“Escribir es una trinchera contra la orfandad, te permite compartirla”, afirma Cortés, autor de Larga noche hacia mi madre (2013). “Se trata de reemplazar la realidad con la venganza. Vengarte mostrando la maldad de los malos. Y la única venganza admisible es la que puedes hacer con la palabra”, asegura Faciolince, que conquistó a miles de lectores con el relato del asesinato de su padre en El olvido que seremos (2006).

Ni Faciolince ni Vásquez (El ruido de las cosas al caer, 2011) habían programado escribir sobre violencia –“yo estaba llamado a ser un escritor frívolo”, dice el primero; “nos cambió la vida y por eso nos ocupamos de ello”, dice el segundo- pero la literatura detecta al fin y al cabo las grandes convulsiones sociales, los grandes cambios, y a estas generaciones les ha tocado la violencia. “Lérmontov, Dostoievski y tantos autores rusos acompañaron un tiempo que desembocó en caída del zarismo; Vargas Llosa, García Márquez y los autores del boom recogieron la era de replanteamientos que desencadenó la revolución cubana. Los grandes momentos de la literatura siempre han coincidido con momentos de convulsión”, resume Vásquez.

“Los seres humanos somos muy raros”, ironiza Faciolince. “Cuando pasa algo malo queremos saber los detalles, si nuestra mujer nos pone los cuernos queremos saber los detalles, somos masoquistas. Para poder sobrevivir quieres olvidar, pero para reconstruirse necesitas recordar”. Por eso él afrontó la muerte de su padre 20 años después, por su propia reconstrucción.


                                             
Héctor Abad Faciolince, José Ovejero, Juan Gabriel Vásquez y Sergio Ramírez retratados en Managua. / DANIEL MORDZINSKI

En este pueblo virtual que es Centroamérica Cuenta, cuando dos amigos se encuentran no hablan de la Liga (o no necesariamente). Esto fue lo que preguntó Faciolince a Carlos Fernando Chamorro, periodista independiente y leyenda en Nicaragua, cuyo padre, dueño y director del periódico La Prensa fue asesinado durante la dictadura de Somoza en un acontecimiento que marcó el inicio de la revolución sandinista:

- ¿Cómo asesinaron a tu padre?

Chamorro y Faciolince se cuentan los asesinatos de sus padres: los cuerpos en el suelo, los tiros de los padres, lo que recuerdan y lo que olvidaron, lo que hicieron para superarlo y las asignaturas pendientes. Y luego cenan, ríen y devoran las sabrosas chuletas que ofrece Sergio Ramírez. Así es la vida en este pueblo virtual. Violencia obliga.

Centroamérica Cuenta, que concluye este sábado, rindió homenaje a Ernesto Cardenal, la leyenda poética de Nicaragua y hoy condenado al ostracismo como aquellos que fueron sandinistas y abandonaron sus filas. “Centroamérica cuenta, y cuenta conmigo”, bromeó, recién cumplidos los 90 años, con sus vaqueros y boina calada. “Les debo las gracias a muchas gracias”.


martes, 5 de mayo de 2015

Centroamérica Cuenta 2015




Bueno queridas y queridos, ya es hora de compartirles que soy uno de los escritores invitados al III encuentro Centroamérica cuenta, que tendrá lugar en la ciudad de Managua del 18 al 23 de mayo de este año, y al cual concurrirán narradores, cronistas, editores, traductores e intelectuales de los países de la región centroamericana, así como de México, Colombia, Puerto Rico, España, Francia, Alemania, Italia y Países Bajos.

Centroamérica cuenta es una iniciativa creada en 2012 para reflexionar y dialogar, desde el arte y la literatura, sobre temas claves de la realidad centroamericana. La tercera edición de Centroamérica cuenta será dedicado al Padre Ernesto Cardenal en sus noventa años de vida, y tendrá como tema principal la libertad de expresión, en un homenaje a Charlie Hebdo y a la fuerza de la literatura como herramienta trascendental en la libertad de expresión y el acercamiento entre culturas.


Por Honduras han asistido en ocasiones anteriores María Eugenia Ramos, Julio Escoto, Jessica Isla y Kalton Bruhl. 


Para 2015, Eduardo Bähr y Gustavo Campos representarán a Honduras como escritores, y Óscar Estrada, de Casasola Editores, como editor. 


Algunos participantes internacionales:


Héctor Abad Faciolince, Justo Arroyo, Jorge Ávalos, Luis Eduardo Aute, Juan Pablo Anaya, Jacques Aubergy, Hans Christoph Buch, Óscar Castillo, Carlos Cortés, Patrick Deville, Marileen La Haije, Julián Herbert, Berna González, Emanuela Jossa, Lutz Kliche, JUL, Julie Marchio, Werner Mackenbach, Fernanda Melchor, Daniel Mordzinski, Vanessa Núñez Handal, José Ovejero, Edurne Portela, Anacristina Rossi, Mayra Santos Febre, Juan Gabriel Vásquez, Xavier Velasco.


Algunos escritores de casa –Nicaragua-: 


Sergio Ramírez, Ulises Juárez Polanco, Madeline Mendieta, Ernesto Cardenal, ÚIises Huete, Marta Leonor González, Erick Blandón, Katia Cardenal. 

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El evento es organizado por la Embajada de Francia, la Embajada de Alemania en Nicaragua, el Instituto Francés de América Central, entre otras instituciones.

Patrocinadores: 




lunes, 29 de septiembre de 2014

Unir el espejo roto. Ulises Juárez Polanco



Unir el espejo roto.
Ulises Juárez Polanco sobre el proceso de edición de la antología del nuevo cuento centroamericano y dominicano.


Siempre me ha llamado la atención cómo la literatura, que nace en la soledad del escritor, puede generar cambios reales en los lectores, y por ende, en la sociedad: incitar no sólo a la reflexión, pero también a la acción desde el arte y la literatura.

En noviembre de 2012, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un grupo de intelectuales e instituciones se reunieron para dar inicio a lo que en febrero del año siguiente sería Centroamérica cuenta, el primer encuentro centroamericano de narradores, convocado por el escritor Sergio Ramírez y Carátula, revista cultural centroamericana, gracias al generoso apoyo del Goethe Institut Mexiko y de las embajadas de Francia y Alemania en Nicaragua, un encuentro que comparte los principios de Carátula, de proyectar apertura hacia las múltiples manifestaciones de la cultura centroamericana, latinoamericana y universal, y de impulsar el reconocimiento de las diferentes literaturas centroamericanas hacia fuera y dentro de las propias fronteras centroamericanas que, a menudo, hacen que autores y libros queden con “país por cárcel”, es decir, completamente aislados.

Este primer encuentro en 2013, hecho en el contexto de la Feria Internacional del Libro Centroamericano organizada por la Cámara Nicaragüense del Libro y de su presidenta, Salvadora Navas, fue también un nuevo punto de encuentro de personas e instituciones, como el Goethe Institut, y de editores centroamericanos, franceses y alemanes, entusiasmados todos por apoyar una cartera de posibles proyectos para potenciar la literatura y el arte de la región centroamericana. De más se sabe que, a pesar de la incuestionable calidad de narradores y poetas centroamericanos, pocos logran trascender las fronteras locales de sus países, ya no digamos de la región centroamericana.

Así nació Un espejo roto. Antología del nuevo cuento de Centroamérica y República Dominicana (Centroamérica: Grupo de Editoriales Independientes de Centroamérica, GEICA, 2014) cuya primera presentación oficial tomó lugar el pasado lunes 25 de agosto en la Feria Internacional del Libro de Costa Rica, una recopilación de casi 300 páginas en la que 27 autores nacidos a partir de 1970 (con tres excepciones), dan una muestra de qué y cómo se están escribiendo en la región.
Pese al cuestionamiento de algunos, las antologías literarias son un vehículo efectivo para dar a conocer a los lectores muestras representativas ya sea de un país, una región, una temática o cualquier otro criterio antológico con que se trabaje.

Un espejo roto… es el resultado de más de un año de intenso trabajo, en la que Sergio Ramírez y un grupo de asesores perfiló una muestra de narrativa centroamericana no sólo para el lector centroamericano, pero también para el lector alemán y europeo. Doy fe de esto, más que en la calidad de autor incluido, como parte del equipo que apoyó la investigación y lectura de más de medio centenar de autores. Así, surge una antología con dos ediciones, que salen al mercado prácticamente al mismo tiempo. Un espejo roto…, publicado a través de GEICA, otro proyecto de unión centroamericana de la que creo vale la destacar: seis editoriales centroamericanas que se unen en esta publicación en español; y Zwischen Süd und Nord. Neue Erzähler aus Mittelamerika [Entre sur y norte. Nuevos narradores de Centroamérica], publicada en Zúrich, por Unionsverlag, que será presentada en octubre de este año en Frankfort y Berlín.

La selección a cargo de Sergio Ramírez partió de guías básicas:

1. Autores de Centroamérica y República Dominicana, independiente del país en que actualmente residan.
2. Tres autores por país (que al final fueron cuatro, a excepción de El Salvador), que tengan indiscutible calidad literaria, nacidos a partir de 1970 o, en casos excepcionales, a partir de 1964, es decir, si bien la intención es reunir a autores de 40 años o menos, en algunos casos hubo excepciones meritorias: Mauricio Orellana Suárez (1965) de El Salvador; Jessica Clark Cohen (1969) de Costa Rica; y Juan Dicent (1969) de República Dominicana.
3. Si bien la temática era libre, se hizo la selección final en base a textos que retrataran la realidad cotidiana y los grandes temas en Centroamérica: la migración, la situación de seguridad ciudadana, la pobreza, la violencia, las contradicciones entre tradición y modernidad, el aislamiento, el narcotráfico, las relaciones entre los distintos países de la región y sus gentes e historias recientes, etcétera.

Finalmente, se apostó por rostros nuevos, que pudiendo ser conocidos en sus respectivos países, no hayan tenido difusión en Centroamérica y menos en Europa. Partiendo de estas guías, se preparó un primer borrador con más de 50 autores y al menos dos cuentos de cada autor, de la que finalmente se hizo una selección final de 27 autores. Una vez que se tuvo este segundo borrador, se preparó un tercer manuscrito con cuatro cuentos, los dos ya leídos y dos adicionales que se les pidió directamente a cada autor, bajo la solicitud de “aquellos dos cuentos que mejor reflejen sus búsquedas y experimentos literarios”. Entre estos cuatro cuentos se escogió el cuento final.

Finalmente, el manuscrito final tomó en consideración sugerencias del editor de Unionsverlag y de Lutz Kliche, asesor editorial y gran amigo del Goethe Institut, de Centroamérica cuenta y de GEICA, sobre cómo mejorar la antología de cara al lector alemán, habiendo hecho en algunos casos nuevas lecturas y nuevas selecciones de cuentos. Después de meses en este proceso de lectura y selección, el resultado final fue trabajado por GEICA para la edición en español, y por Unionsverlag para su traducción y publicación en alemán. Un verdadero banquete literario, que además incluye una breve reflexión de cada autor sobre qué significa escribir desde Centroamérica o Dominicanana, o ser un escritor de estos países. Este proceso editorial comenzó exactamente a finales de agosto del año pasado.

Creemos que al fomentar y proyectar a estos autores centroamericanos en nuestra región y en los países de habla alemana, estamos también aportando a la integración cultural centroamericana y a la proyección cultural de Centroamérica.

¿Pero por qué “un espejo roto”? El título de la antología lo explica Sergio Ramírez en el prólogo de la misma, al recordar que

"…los países de Centroamérica parecen distantes entre sí a pesar de su vecindad geográfica, y de que tienen un pasado común que se remonta a los tiempos precolombinos; esta historia siguió siendo común a lo largo de la colonia, y aún lo fue para el tiempo de la independencia de 1821, antes de la catástrofe de la enconada separación que puso fin al proyecto de la República Federal encabezado por el general Francisco Morazán, quien terminó fusilado en 1842 por querer una Centroamérica unida.



Somos desde entonces pedazos de un espejo roto. Países marginales y desvalidos, divididos por prejuicios mezquinos. (…).Pero aunque se trata de un espejo roto sigue siendo un espejo común."

Centroamérica es un espejo roto, pero un espejo común, y de esto dan fe los autores de esta antología, quienes no sólo están narrando el presente, pero la mayoría de ellos (una casualidad fortuita) también están trabajando activamente como gestores culturales (desde revistas, editoriales, escuelas de escrituras, cátedras universitarias, etcétera) para romper estas fronteras entre nuestros países, que impiden no únicamente que un lector de Nicaragua pueda leer lo más reciente de Guatemala, sino que además, nos aísla de los lectores de otras latitudes como México, Sudamérica o España. Más que a los políticos locales, es a los escritores a quienes les compete unir el espejo roto. Como comenta la escritora salvadoreña Vanessa Núñez Handal, Centroamérica como región dice muchas cosas, siempre las ha dicho, pero la ausencia de un eco efectivo en otras latitudes no es sinónimo de silencio o de desolación, sino necesidad de calibrar la caja de resonancia. Un espejo roto... es parte de esos esfuerzos.

martes, 19 de agosto de 2014

Escritores antologados y Prólogo de la antología "Un espejo roto". Por Sergio Ramírez






Los escritores antologados: 

 Guatemala: 
  • Eduardo Halfon
  • Maurice Echeverría
  • Denise Phé-Funchal
  • Javier Payeras

El Salvador: 
  • Mauricio Orellana Suárez
  • Vanessa Núñez Handal
  • Alberto Pocasangre
  Honduras: 
  • Jessica Sánchez
  • Kalton Harold Bruhl
  • Gustavo Campos
  • José Manuel Torres Funes
 Nicaragua:
  • María del Carmen Pérez Cuadra
  • Berman Bans
  • Ulises Juárez Polanco
  • Roberto Carlos Pérez
 Costa Rica:
  • Jessica Clark Cohen
  • Guillermo Barquero
  • Warren Ulloa
  • Carla Pravisani
Panamá:
  • Carlos Winter Melo
  • Melanie Taylor
  • Lili Mendoza
  • Lucy Cristina Chau 
 República Dominicana: 
  • Juan Dicent
  • Rey Andújar
  • Frank Báez
  • Rita Indiana Hernández


Prólogo


Un espejo roto

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Prólogo de la antología de nuevos cuentos centroamericanos "Zwischen Süd und Nord. Neue Erzähler aus Mittelamerika" compilado por Sergio Ramírez.

Los países de Centroamérica parecen distantes entre sí a pesar de su vecindad geográfica, y de que tienen un pasado común que se remonta a los tiempos precolombinos; esta historia siguió siendo común a lo largo de la colonia, y aún lo fue para el tiempo de la independencia de 1821, antes de la catástrofe de la enconada separación que puso fin al proyecto de la República Federal encabezado por el general Francisco Morazán, quien terminó fusilado en 1842 por querer una Centroamérica unida.

Somos desde entonces pedazos de un espejo roto. Países marginales y desvalidos, divididos por prejuicios mezquinos, y, aún en la segunda mitad del siglo veinte, enfrentados en conflictos bélicos inútiles, como la célebre guerra del futbol entre Honduras y El Salvador en 1969, que lejos de la aparente banalidad de su causa, la disputa por una plaza para el Mundial de México, tuvo sus raíces en la desigualdad social, que provoca siempre migraciones de los más pobres de uno a otro país, y que de paso desmoronó el proyecto de integración económica iniciado en 1960.

Pero aunque se trata de un espejo roto sigue siendo un espejo común. Un sistema de vasos comunicantes en el que cada parcela guarda su propio peso específico, pesos que podemos advertir a lo largo del siglo veinte, desde la sociedad de rasgos feudales de Guatemala con una de las mayores poblaciones indígenas del continente, sometida a un virtual apartheid, a la más moderna sociedad caficultora costarricense, con instituciones democráticas más firmes y orgullosa se sentirse más europea; todo bajo el denominador de una cultura rural de carácter patriarcal en la que señoreaban las oligarquías amparadas en la fuerza de los caudillos y de las casta militares. Y esta realidad tuvo una respuesta triple en la narrativa.

Nuestras sociedades seguían siendo en muchos sentidos rurales, pero la temática campesina e indígena se sujetaba a un enfoque arcaico, que se volvía en muchos sentidos romántico, un territorio vernáculo idealizado que separaba de manera tajante a la literatura de la realidad. Por otro lado estaba la narración de denuncia social y política, centrada en la presencia de los enclaves bananeros y la intervención de los Estados Unidos que sostenía o derrocaba gobiernos e imponía dictadores. Y por fin, con la misma persistencia, la narrativa en la que el hombre letrado se enfrenta a la naturaleza salvaje que busca dominar para que surja la civilización.

Yolanda Oreamuno, novelista costarricense de vanguardia, escribía en 1943: “literariamente confieso que estoy HARTA, así con mayúsculas, de folklore. Desde este rincón de América puedo decir que conozco bastante bien la vida agraria y costumbrista de casi todos los países vecinos y en cambio sé poco de sus demás problemas. Los trucos colorísticos de esta clase de arte están agotados…es necesario que terminemos con esa calamidad”.

Hoy, cuando navegamos las aguas del siglo veintiuno, hay un cambio generacional de consecuencias profundas, y el viejo reclamo de Yolanda Oreamuno ha sido respondido. Las búsquedas son ahora múltiples, como el lector alemán podrá advertir, y la escritura salta por encima de las casillas tradicionales, haciéndose cargo de la realidad contemporánea que enfrenta la sociedad, y que por consecuencia enfrenta los escritores que viven insertos en ella. Son temas cada vez más diversos, se atienen menos a esquemas preestablecidos, y no se ven forzados por los alineamientos. Nuestros escritores buscan insertarse en la modernidad, y ser entendidos en todas partes. La universalidad como un reclamo.

Esta es, por tanto, una antología del siglo veintiuno, y nos permite ver al cuento centroamericano lejos ya de sus viejas fronteras. En cada uno de los autores elegidos, una selección necesariamente rigurosa, hemos buscado, antes de nada, la excelencia de la individualidad creadora que se basa en los recursos del lenguaje y la imaginación; es decir, como en toda buena antología, la calidad de la expresión literaria, para que este conjunto de voces auténticas pueda abrir un panorama de lo que es Centroamérica hoy, cruzada por diferentes fenómenos sociales, en su compleja diversidad.

Los narradores de esta antología nos cuentan historias de seres imaginarios, pero que provienen del mundo real, y pertenecen a una atmósfera donde las vidas privadas son constantemente intervenidas por la vida pública. Es decir, las historias corren siempre en el cauce de la Historia. Porque la literatura no deja de ser nunca una emanación imaginativa de la realidad, que se presenta siempre como un escenario donde las variaciones son dinámicas y ocurren no pocas veces de manera sorpresiva.

¿Pero cuánto ha cambiado la sociedad centroamericana en medio siglo? ¿Y qué es Centroamérica en los inicios del siglo veintiuno? Como siempre lo fueron a lo largo del siglo veinte, nuestras sociedades no son sino una superposición de estratos geológicos, sólo que ahora se agregan nuevos estratos a los anteriores. Nuevas capas de realidad se forman sobre las antiguas, pero todas conviven al mismo tiempo en una especie de anacronismo simultáneo, con ciertos rasgos de modernidad que provienen casi todos del fenómeno de la globalización. Por encima de las arboledas que bordean los caminos rurales por donde transitan las viejas carretas tiradas por bueyes, se alzan las antenas parabólicas que recogen las señales de los satélites, y las antenas de las redes de los teléfonos celulares que han alcanzado ya el viejo mundo campesino; más teléfonos celulares que habitantes.

Los dictadores arquetípicos que reinaron hasta mitad del siglo veinte, y en ocasiones más allá, Estrada Cabrera que inspiró El señor Presidente (1946) de Miguel Angel Asturias; Maximiliano Hernández Martínez, que ordenó la atroz masacre de miles de indígenas relatada en Cenizas de Izalco (1964), la novela de Claribel Alegría (1924) Y D.J. Flakoll; Anastasio Somoza, el fundador de la dinastía que está en mi novela Margarita está lindar la mar (1998), son ahora parte de un pasado que sin embargo no ha muerto para la literatura, que es siempre un asunto de recurrencias.

Entre las décadas de los sesenta y los ochenta de ese mismo siglo, vinieron otras dictaduras, y golpes de estado uno tras otro, para el tiempo en que los ejércitos, con el respaldo de los Estados Unidos y de las oligarquías locales, toman el poder y cierran los espacios democráticos, mientras surgen las luchas guerrilleras inspiradas en el triunfo de la revolución cubana, y la represión despiadada en contra de la población indígena y campesina provoca nuevos genocidios en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, donde la insurgencia guerrillera se extiende, y el Frente Sandinista logra triunfar en Nicaragua en 1979, derrocando a la dictadura de la familia Somoza.

En nombre de la lucha contrainsurgente, miles son asesinados y enterrados en cementerios clandestinos, cuyas tumbas anónimas empiezan a ser abiertas a finales del siglo, y se publican los informes de recuperación de la memoria histórica a cargo de comisiones de derechos humanos que enlistan a las víctimas y a sus victimarios. En 1998 el obispo Juan Gerardi fue muerto a golpes con un bloque de cemento por sicarios a sueldo, dos días después que presentó su informe “Guatemala, nunca más”, en el que aparecen con sus nombres más de 20.000 asesinados.

Los enfrentamientos de largos años entre los ejércitos y la guerrilla se convirtieron en verdades guerras civiles, y desembocaron en la firma de acuerdos de paz, en 1992 en El Salvador y en 1996 en Guatemala, y abrieron por primera vez, tras década de poder militar, el paso a gobiernos democráticos que aún no terminan de consolidarse. Y Panamá recuperó la soberanía sobre el canal interoceánico mediante los tratados Torrijos-Carter, suscritos en 1977, y luego se produjo en 1989 la intervención militar de Estados Unidos que depuso al dictador Manuel Antonio Noriega.

Todo este pasado reciente es materia insoslayable de la literatura, en la medida en que siendo fenómenos sociales y políticos involucraron a miles de seres humanos, y afectaron sus vidas, creando una multitud de dramas personales. Extraer de esos dramas historias que contar, es tarea de quienes fueron contemporáneos de esos fenómenos, y pueden relatarlos como testigos; pero también es tarea de los escritores de las siguientes generaciones, que pueden verlos a distancia, y con ojo más crítico.

Pero en la vida cotidiana de hoy, donde el pasado sigue aún vivo, y se traslapa con el presente, hay también no pocas historias que contar: la ilusión de la visa soñada que abre las puertas del sueño americano, y quienes se arriesgan al paso clandestino de la frontera de Estados Unidos en busca de ese sueño que no pocas veces resulta en engañosa utopía; los pushers que venden la droga en las calles y en las puertas de los colegios a los adolescentes; la marginalidad de las barriadas, adultos y niños que sobreviven vendiendo de todo en las calles, la prostitución y el abuso infantil, la inseguridad urbana y el crimen organizado, las promesas electorales fraudulentas y la corrupción que crece como una marea negra; la pobreza extrema enfrentada a la riqueza extrema, un juego entre el escarnio y la obscenidad. Las frustraciones y las esperanzas rotas.

Pese a la que la democracia ha ganado terreno, los abismos de desigualdad siguen abiertos en Centroamérica. El caudillo, el peor de nuestros males políticos, persiste en sobrevivir, erigiéndose por encima de las instituciones, y en lugar de transformar la sociedad la mantiene congelada, ya que los pobres son su mejor capital político, mientras sigan siendo pobres. Es lo que ocurre en Nicaragua, de regreso al autoritarismo tras haber vivido una hermosa revolución.

Todo lo que vivimos, es por tanto, fruto de la anormalidad, y el escritor no tiene otra manera de ver la vida pública más que a través de una lente turbia y deformada, y tampoco puede escapar, como creador, del peso de esa anormalidad, porque ella modifica, o altera, sin remedio, la vida de las gentes que siguen viviendo bajo los arbitrios del poder, y al entrar en la narración, como personajes, arrastran el peso de esta anormalidad, a la que se suman otras que los nuevos tiempos traen consigo.

Modernidad a medias y sociedad rural a medias; alternabilidad civil en el gobierno, y caudillismo persistente; conquista del voto democrático, y fraudes electorales; crecimiento económico y abismos de miseria; fortunas ofensivas y marginación; aumento de la población escolar, y pobreza del sistema educativo; multiplicación de los espacios urbanos, y población campesina atraída hacia esos mismos espacios urbanos, que parecen tantas veces campamentos rurales; sociedad informática, y el maíz sembrado grano a grano con espeque, como en tiempos de los mayas. De esas contradicciones y contrastes se nutre la literatura centroamericana contemporánea.

En esta modernidad revuelta, tan llena de fantasma del pasado, semejantes contradicciones no parecen detenerse. Persiste la corrupción, los negocios a la sombra del estado, el tráfico de influencias; el lavado de dinero y el enriquecimiento ilícito se han multiplicado, y los hilos de esta conspiración oscura parten no pocas veces de los propios palacios presidenciales. Los carteles del narcotráfico han sentado sus dominios en Centroamérica, puente natural del paso de la droga desde Sudamérica hacia México y los Estados Unidos, con todo el dinero del mundo para comprar voluntades y corromper jueces, fiscales y policías. Pandillas juveniles, como las maras, convertidas en verdaderas bandas criminales que asesinan y extorsionan. La banda de los Zetas, que operan en el territorio de México y ya establecidos también en Guatemala, y que han organizado la industria nunca antes vista del secuestro de emigrantes pobres que buscan de manera clandestina llegar a la frontera de Estados Unidos, para cobrar rescates a sus familias, asesinados y enterrados en tumbas sin nombre cuando no quieren o no pueden pagar.

No es que la literatura tenga necesariamente que atenerse a las anormalidades de la vida social, determinada por la arbitrariedad del poder, toda clase de poder, el poder político, el de las mafias, el de los carteles del narcotráfico, el de las bandas juveniles; pero la escritura, que vive de lo singular, no puede desprenderse tan fácilmente de esas anormalidades que trastornan las vidas privadas. La literatura no existe sino en función de los seres humanos. Para la literatura lo que cuenta es la vida, y lo que relata son vidas, en su precariedad.

Esta selección de cuentistas centroamericanos, en la cual incluimos a escritores de República Dominicana, por su cercanía no sólo en la lengua, sino también cultural, dará al lector de lengua alemana un panorama de la diversidad creativa de una región formada por países que, a pesar de todo, siguen empeñados en borrar sus fronteras. Y sus escritores, empeñados en encontrar la identidad común extraviada.

Ellos, al mostrar como escribimos, también muestran al mundo lo que somos y la realidad tan llena de contrastes en que vivimos. Sus palabras trazan el mapa de Centroamérica.


Sergio Ramírez