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martes, 14 de julio de 2015

¿NADA ES SAGRADO? Salman Rushdie




¿NADA ES SAGRADO?

Salman Rushdie


 

Crecí besando los libros y el pan. En casa, cada vez que a alguien se le caía un libro o dejaba caer un chapati o una «rebanada», que era la palabra que utilizábamos para describir un triángulo de pan tostado con mantequilla, el objeto no sólo debía ser recogido, sino también besado, a guisa de disculpa ante un acto de irrespetuosa torpeza. Yo era tan descuidado y manazas como cualquier crío; así pues, durante mis años infantiles, tuve que besar un gran número de «rebanadas», así como una notable cantidad de libros. Los hogares indios devotos contaban, y siguen contando, con personas acostumbradas a besar libros sagrados. Pero nosotros lo besábamos todo. Besábamos diccionarios y atlas. Besábamos las novelas de Enid Blyton y los tebeos de Superman. Si alguna vez se me hubiese caído el listín telefónico, lo más probable es que también me hubiera tocado besarlo. Todo esto sucedía antes de haber podido besar a una chica. De hecho, casi podría afirmarse, pues resultaría asaz creíble en un autor de ficción, que en cuanto me lancé a besar chicas, mis actividades con respecto al pan y a los libros perdieron gran parte de su capacidad estimulante. Pero nunca te olvidas de tus primeros amores. Pan y libros: comida para el cuerpo y comida para el alma; ¿qué podía resultar más merecedor de respeto e, incluso, de amor?

Siempre me ha sorprendido conocer a gente para la que los libros, simplemente, carecen de la menor importancia, así como a personas que se mofan directamente del acto de leer, por no hablar del de escribir. Puede que siempre te resulte pasmoso descubrir que la mujer a la que amas, a los demás no les parece tan atractiva como a ti. Mis libros más queridos siempre han sido ficciones, y durante los últimos doce meses me he visto obligado a reconocer que, para muchos millones de seres humanos, esos libros carecen del más mínimo atractivo o valor. Hemos asistido a un ataque hacia determinadas obras de ficción que lo es también contra la mera idea de la forma novelística, un ataque de una ferocidad tan brutal que se ha hecho necesario restaurar lo más valioso del arte literario: hay que responder al ataque no con otro ataque, sino con una declaración de amor.

El amor puede conducir a la devoción, pero la devoción del amante se distingue claramente de la del Auténtico Creyente por no ser militante. Yo puedo sentirme sorprendido –e incluso ofendido– al descubrir que tú no sientes lo mismo que yo ante determinado libro, determinada obra de arte o, incluso, determinada persona; puede que intente hacerte cambiar de opinión; pero al final aceptaré que tus gustos y tus amores son cosa tuya, no mía. El Auténtico Creyente desconoce esos límites. El Auténtico Creyente sabe, simplemente, que él tiene razón y tú no. Por eso intentará convertirte, incluso a la fuerza, y si no lo consigue te despreciará por tu descreimiento, por lo menos.

El amor no necesita ser ciego. La fe, inevitablemente, debe equivaler a un salto en la oscuridad. El título de esta conferencia es una pregunta que se plantea a menudo, en un tono horrorizado, cuando algún personaje, concepto, valor o lugar apreciados por quien pregunta es sometido a una dosis de iconoclastia. ¿Pelotas de cricket blancas para un partido nocturno? ¿Mujeres sacerdotes? ¿La adquisición de Rolls Royce por los japoneses? ¿Es que no hay nada sagrado?

Hasta hace poco, sin embargo, se trataba de una pregunta cuya respuesta yo creía conocer. Y la respuesta era No.

miércoles, 23 de abril de 2014

Breve Crónica sobre "Lenguaje y creación literaria" en el CAC-UNAH










 Antes de leer el texto siguiente téngase en cuenta el olvido: mi mal educada memoria ha restado consistencia y relevancia a conceptos e ideas precisas expresadas por los conferencistas, sólo ha quedado una huella de huella...



Breve Crónica de impuntualidades y sincronías o “afinidades” literarias. 



22 de abril. 

5:30 a.m. Aeropuerto Villeda Morales de San Pedro Sula. (Imagine hora y media de trámites y esperas aeroportuarias). Abordaje: 7:00 a.m. Aterrizaje: 7:45 a.m. Toncontín. Salida del segundo aeropuerto más peligroso del mundo: 8:15 am. (Edgar, Titi, help!)

[Tiempo privado*]

3:45 p.m. Atravieso la puerta del auditorio. Todo el público lo sabe: he llegado tarde. El embajador de España Miguel Albero y Marcos Carías terminan su disertación. Quedo de pie sin un plan inmediato, si sentarme a la mesa o irme para el auditorio. Hernán Antonio me hace indicaciones (sugerencia) de agregarme al grupo de conferencistas. Esquivo la cámara de video y escucho con atención la disertación del escritor Miguel Albero sobre el estilo y el lenguaje. (Punzón y cincel se me vienen a la mente, el Sr. Albero –de ahora en adelante sólo diré su nombre y apellido- ha usado ambos vocablos como metáforas de construcción literaria emparentándolas y partiendo de su uso con la labor del ceramista o escultor). Dos temas importantes que abordó Miguel Albero fueron la difícil tarea del traductor –por su propia experiencia- y el estilo del lenguaje en la creación literaria. Por supuesto hubo ejemplificaciones, pero me reservo esa confidencia que le pertenece al público asistente y no a ustedes los lectores faltistas al evento. Luego mi turno. Me ceden el micrófono y con él toda la atención del auditorio y la responsabilidad ineludible de disculparme por mi llegada tarde. Cumplo con mi labor de buen cristiano, y entro de lleno, aventurándome, a encontrar algún intersticio dejado por él que me sirva de camino a la charla. Me integro airosamente con un malabar teórico sobre el lenguaje, pensamiento y creación, y agrego a los puntos expresados por mi predecesor el ritmo, el tono y lo contextualizo con ejemplos sobre la nueva narrativa de la costa norte -Rodríguez, Gallardo, Arita- y nuestras deudas con autores como Marcos Carías y Cardona Bulnes, entre otros. Avanzan las palabras, el pensamiento me guía, haciéndose el coherente, mientras mi boca solo “blah blah blah…”. Concluyo con prontitud y Miguel Albero retoma nuevamente el micrófono y retroalimenta y agrega nuevas ideas sobre construcción de novelas, seguido de una pregunta a Marcos Carías sobre “arquitectura novelística” y novela histórica. Marcos Carías revela secretos del oficio de novelista e investigador y su técnica de poda en las correcciones. Otros temas que nacen del conversatorio son las influencias artísticas, referencias intertextuales. Miguel Albero dice que admira a Roberto Bolaño y que además es quien más ha influido en la literatura en Latinoamérica –yo agregué que Vila-Matas también es de la especie de Bolaño-. Menciona a Javier Cercas, en relación al tema de novela histórica –yo solo he leído Soldados de Salamina- y luego hace una relación del autor como jugador, como autor lúdico, que se divierte construyendo novelas, entre ellos Perec y al grupo Oulipo. Cortázar reluce y también sale a colación el ya finado García Márquez. Ya antes se ha hecho mención de Una función con móbiles y tentetiesos y de su entramado de ritmo, dilación y sorpresa. En algún momento caemos en la conversación sobre Leopoldo María Panero, debido a “La Parte de Fate”, de 2666, ya que Marcela Carías ha mencionado Los detectives salvajes y 2666. En otro momento, hago una observación sobre lo que Miguel Albero llamó “las servidumbres de género”, en relación al estilo propio de cada género literario y le pregunto si no le gustan esos juegos donde la hibridación se tensa hasta puntos donde es irreconocible distinguirla y etiquetarla y menciono el caso de Carrión y Agustín Fernández Mallo, a quienes también ha leído, y vamos platicando, en este punto es cuando el da su opinión personal –con la que coincido- y que ya había sido mencionado unas líneas arriba con Perec, Cortázar, el Oulipo. El conversatorio ha seguido a buen ritmo, fluido… Marcos Carías ha tenido intervenciones precisas e irónicas sobre el escritor, la edición, las palabras y las puntuaciones, y sobre el ausente mercado editorial para promover las obras de los autores nacionales. Ha habido intervenciones muy buenas de parte del público y una intervención “cándida” con reminiscencias sobre el lazarillo de Tormes que hizo al señor embajador contestarla. Concluyendo, la mesa espera los aplausos, que no llegan –esto por supuesto es una vil mentira mía-, pero antes Hernán Antonio interviene y felicita a la Dra. Joya y a los organizadores por la reunión de Marcos Carías y Gustavo Campos –vuestro servidor- cuyas novelas Una función con móbiles y tentetiesos y Los inacabados, respectivamente, son tan cercanas y a la vez tan diferentes, en términos de “no manejar un plan novelesco convencional”, además de puntualizar “la diferencia entre las generaciones a las que pertenecen, el primero nacido en el 38 y el segundo en el 83” –aunque nací en el 84-. 

Al final, con Miguel Albero hablamos un poco de Panero, Ciorán y Buzzati y quedamos a la espera de otro encuentro que nos lleve a encontrar más concordancias literarias, pero también otras pláticas que incluyan disentimientos. Por mi parte sé que tengo mucho que aprender de él. Y comienzo oficialmente la búsqueda de sus libros publicados, los cuales espero encontrar. 

Para mí fue un grandísimo honor haber compartido mesa con ambos escritores: Marcos Carías y Miguel Albero.

5:30 p.m.
[Tiempo privado*]

*Censurado.

martes, 22 de abril de 2014

Miguel Albero, Marcos Carías y Gustavo Campos: "Lenguaje y creación literaria"

Gustavo Campos, Marcos Carías Zapata y Miguel Albero


Foto del conversatorio "Lenguaje y creación literaria"

Gran honor el que se me concedió al estar compartiendo con los escritores Marcos Carías (Director de la Academia Hondureña de la Lengua. Escritor e historiador, además es licenciado en Filosofía y en Historia de América por la Universidad Complutense de Madrid. Fue profesor visitante en la Universidad de Costa Rica y profesor investigador en la Universidad de Tulane (Estados Unidos). Ha sido profesor en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) desde 1966) y con Miguel Albero (Escritor, traductor, diplomático de carrera. Ha ejercido como jefe de gabinete del director del Instituto Cervantes, director del Instituto Cervantes de Roma, cónsul de España en Mendoza (Argentina), agregado Cultural en Costa Rica y jefe del Departamento de Cooperación y Promoción Cultural de la Agencia Española de Cooperación Internacional y es el actual embajador de España en Honduras. Premio Gil de Biedma 2011. 





lunes, 21 de abril de 2014

Conversatorio: " Lenguaje y creación literaria".







El Centro de Arte y Cultura de la UNAH se complace en invitarles al conversatorio "Lenguaje y creación literaria" a cargo de los expositores Sr. Marcos Carías Zapata, Sr. Miguel Albero y el Sr. Gustavo Campos

Lugar: Centro de Arte y Cultura de la UNAH
Fecha: 22 de abril del 2014
Hora: 3:30 pm
¡Entrada Libre y Gratuita!
¡Parqueo y Seguridad disponible!


lunes, 7 de abril de 2014

Seis paseos por los bosques narrativos. Umberco Eco




"A veces un escritor, por decir demasiado, se vuelve más cómico que sus personajes."

p.12

jueves, 8 de noviembre de 2012

El abecedario de Gilles Deleuze





B

Claire Parnet:

Bueno, entonces pasemos a la «B». Y la «B» es algo particular, trata de la bebida. Y es que tú has bebido y luego dejaste de hacerlo, y me gustaría saber, cuando bebías, qué significaba beber. ¿Significaba placer, qué era?

Gilles Deleuze:

Sí, he bebido mucho, mucho, luego lo dejé. ¿Qué significaba? No resulta difícil. Creo que habría que preguntar a otras personas que han bebido mucho, preguntar a alcohólicos acerca de todo esto. Yo creo que beber es una cuestión de cantidad –y esa es la razón de que no tenga equivalente con la comida, por más tragones que haya. A mí comer siempre me ha dado asco, no es para mí, pero la bebida es una cuestión... Ya sé que uno no bebe cualquier cosa, que cada bebedor tiene su bebida favorita, pero la razón estriba en que en ese marco él discierne la cantidad. Se trata de una cuestión de cantidad –¿qué significa eso? Se suele hacer mucha burla de los drogadictos o de los alcohólicos porque no dejan de decir: «Entérate, yo controlo, paro de beber cuando quiero». Se suele hacer burla de ellos, porque no se comprende lo que quieren decir. Yo tengo recuerdos muy nítidos, veía eso perfectamente, y creo que todas las personas que beben lo comprenden: cuando uno bebe, a lo que quiere llegar es al último vaso. Beber es, literalmente, hacer todo lo posible para acceder al último vaso. Eso es lo que interesa.

Claire Parnet:

¿Y siempre es el límite?

Gilles Deleuze:

¿Es el límite? Es complicado. Te lo diré con otras palabras: un alcohólico es alguien que no deja de dejar de beber, esto es, que no deja de llegar al último vaso. ¿Qué quiere decir esto? En cierto modo, sabes, es como aquella fórmula tan hermosa de Péguy: «el último nenúfar no repite al primero».

Claire Parnet:

Claro, la primera vez...

Gilles Deleuze:

Es el último nenúfar el que repite a todos lo demás y al último. El primer vaso repite al último, el último es el que importa. Entonces, ¿que significa el último vaso para un alcohólico? Bueno, éste se levanta por la mañana (supongamos que es un alcohólico de mañana –los hay de todos los tipos) y no deja de estar pendiente del momento en que habrá de llegar al último vaso. No son ni el primero, ni el segundo, ni el tercero lo que le interesa, sino que –hay algo de avispado y astuto en un alcohólico, y el último vaso quiere decir lo siguiente: él evalúa, hay una evaluación, él evalúa lo que puede soportar sin desplomarse. Varía mucho en función de cada persona, así que él evalúa el último vaso y luego todos los demás. Ésta será su manera de seguir –esperando el último. ¿Y qué significa el último? Significa que ese día ya no aguanta más bebida. Es el último que le permitiría empezar de nuevo al día siguiente, porque si llega al último que, por el contrario, excede su poder, si supera el último que queda bajo su poder para llegar al último que excede su poder, se desploma. Llegado ese momento, está perdido. Ingresa en el hospital, o bien es preciso que cambie de hábito, es preciso que cambie de agenciamiento. Así que cuando dice: «el último vaso, no es el último, es el avant-dernière [penúltimo]». Va en busca del penúltimo. Dicho de otra manera, hay una palabra maravillosa para el avant-dernière, creo que es pénultième [penúltimo].

Claire Parnet:

Sí.

Gilles Deleuze:

No busca la última copa, busca la penúltima.

Claire Parnet:

No el último, porque el último faltaría a su componenda, mientras que la penúltima es la última antes de empezar de nuevo al día siguiente. Así, pues, para mí el alcohólico es aquél que no deja de decir: «Venga». Es lo que se escucha en los cafés. Son tan alegres las cuadrillas de alcohólicos; en los cafés uno no deja de escucharles, y está aquél que dice: «Venga». Se trata de la última, y la última varía según cada cual.

Claire Parnet:

Y es aquél...

Gilles Deleuze:

Y la última es la penúltima.

Claire Parnet:

Y es aquél que dice: «mañana lo dejo», y entonces si...

Gilles Deleuze:

¿«Mañana lo dejo»? No, no dice «mañana lo dejo». Dice: «Lo dejo por hoy para empezar de nuevo mañana».

Claire Parnet:

Y entonces si beber es dejar de beber sin descanso, ¿cómo deja uno de beber por completo –porque tú dejaste de beber por completo?

Gilles Deleuze:

Es muy peligroso, muy peligroso –la cosa va deprisa. Michaux lo ha dicho todo (a mi juicio los problemas de drogas y los problemas de alcohol no están tan separados). Michaux lo ha dicho todo al respecto: llega un momento en el que la cosa se vuelve muy peligrosa, porque aquí también hay una cresta. Cuando hablaba de la cresta entre el lenguaje y el silencio, o el lenguaje y la animalidad – hay una cresta, un desfiladero muy estrecho. Está muy bien beber, drogarse. Uno puede siempre hacer lo que quiera si ello no le impide trabajar, si es un excitante; además es normal ofrecer algo del propio cuerpo en sacrificio, todo un aspecto  muy sacrificial. En las actitudes de beber, de drogarse, ¿por qué uno ofrece su cuerpo en sacrificio? Sin duda, porque hay algo demasiado fuerte, que uno no podría soportar sin el alcohol. El problema no es aguantar el alcohol, sino más bien que uno cree que necesita, que uno cree ver; lo que uno cree experimentar, cree pensar y que hace que uno experimente la necesidad, para poder soportarlo, para dominarlo, de una ayuda: alcohol, droga, etc.

Gilles Deleuze:

En efecto, la frontera es muy sencilla: beber, drogarse, se supone que prácticamente hace posible algo demasiado fuerte, aunque después haya que pagarlo, ya sabemos –pero que en todo caso estará ligado a lo siguiente: trabajar, trabajar. Por lo demás, es evidente que cuando todo se da la vuelta y beber impide trabajar, cuando la droga se convierte en una manera de no trabajar, estamos ante el peligro absoluto. Aquello ya no tiene ningún interés, y al mismo tiempo uno se da cuenta cada vez más de que, mientras que uno consideraba necesarios el alcohol o la droga, estos no lo son en absoluto, es decir, tal vez haya que pasar por ahí para darse cuenta de que todo lo que uno creía que podía hacer gracias a la droga o el alcohol, lo podía hacer sin ellos. Siento mucha admiración por la manera en que Michaux dice: «ahora, se ha convertido en... todo esto...». Y lo deja. Lo mío tiene menos mérito, porque yo dejé de beber por motivos de respiración, de salud, etc. Pero es evidente que hay que dejarlo o prescindir de ello. La única justificación mínima posible es que ayude a trabajar, aunque después haya que pagarlo físicamente, pero cuanto más tiempo continúa uno bebiendo, más piensa que no ayuda a trabajar, así que...

Claire Parnet:

Pero, por una parte, como Michaux, uno tiene que haberse drogado mucho, haber bebido mucho para poder prescindir de ello en un estado...

Gilles Deleuze:


Claire Parnet:

...semejante. Y por otra parte, tú dices: cuando uno bebe, ello no ha de impedirte trabajar, pero ello se debe a que uno ha vislumbrado algo que la bebida ayudaba a soportar.

Gilles Deleuze:

Pues sí.

Claire Parnet:

Y ese algo algo es la vida, y entonces ahí se plantea, evidentemente, la cuestión que tanto te gusta acerca de los escritores.

Gilles Deleuze:

Sí, es la vida.

Claire Parnet:

¿Es la vida?

Gilles Deleuze:

Hay algo demasiado fuerte en la vida, no es en absoluto algo necesariamente aterrador, es algo demasiado fuerte, algo demasiado potente en la vida. Entonces, uno cree de manera algo estúpida que bebiendo puede ponerse al nivel de aquello más potente. Si examinas todo el linaje de los estadounidenses, de los grandes estadounidenses...

Claire Parnet:

De Fitzgerald a...

Gilles Deleuze:

De Fitzgerald a uno de los que más admiro, Thomas Wolfe. Se trata de toda una serie de alcohólicos, lo que al mismo tiempo les permite y sin duda les ayuda a percibir algo demasiado grande para ellos.

Claire Parnet:

Sí, pero, ello se debe también a que advirtieron algo de la potencia de la vida que no todo el mundo puede advertir, a que ellos sintieron algo de la potencia de la vida...

Gilles Deleuze:

Eso es. Evidentemente, no será el alcohol el que te lo hará sentir...

Claire Parnet:

...que había una potencia de la vida demasiado fuerte para ellos, pero que sólo ellos pueden advertir.

Gilles Deleuze:

Completamente de acuerdo, completamente de acuerdo.

Claire Parnet:

¿Y con Lowry sucede otro tanto?

Gilles Deleuze:

Completamente de acuerdo, claro, hicieron su obra y, en fin, ¿qué fue el alcohol para ellos? Bueno, se la jugaron pensando, con razón o sin ella, que aquello les ayudaba. En mi caso, tengo la impresión de que ello me ayudaba a hacer conceptos –es curioso–, a hacer conceptos filosóficos. Luego me di cuenta de que ya no me ayudaba o me ponía en peligro, o de que ya no tenía ganas de trabajar si había bebido. En ese momento hay que renunciar, vaya. Es así de sencillo.

Claire Parnet:

Y esa es más bien una tradición estadounidense, porque no se conocen muchos escritores franceses que confiesen su inclinación por el alcohol, y además cuesta mucho –hay algo que forma parte de la escritura...

Gilles Deleuze:

Debe haberlo, sí...

Claire Parnet:

... en Estados Unidos... y el alcohol

Gilles Deleuze:

Sí, pero los escritores franceses no tienen la misma visión de la escritura. No sé si los escritores estadounidenses me han marcado tanto –es una cuestión de visión, se trata de visiones. Aquí se considera que la filosofía, la escritura, en cierto modo es una cuestión... –la verdad, siendo modesto: ver algo que los demás no ven. No es ésta, en absoluto, la concepción francesa de la literatura –eso sí, ten en cuenta que ha habido muchos alcohólicos también en Francia.

Claire Parnet:

Pero en Francia los alcohólicos dejan más bien de escribir, tienen muchas dificultades, en fin, las que ya sabemos. Pero tampoco se conocen muchos filósofos que hayan confesado su inclinación a la bebida.

Gilles Deleuze:

Ah, Verlaine, que vivía en la rue Nollet, justo al lado de aquí.

Claire Parnet:

Sí, bueno, si exceptuamos a Rimbaud y a Verlaine

Gilles Deleuze:

A uno se le encoge el corazón, porque cuando emboco la rue Nollet, me digo: bueno, sin duda éste era el recorrido de Verlaine para ir al café a beber su absenta; parece que vivía en un apartamento lastimoso, y ello mientras...

Claire Parnet:

Los poetas, sí, se tiene mayor constancia de la relación entre los poetas y el alcohol.

Gilles Deleuze:

Uno de los más grandes poetas franceses, allí, vagabundeando por la rue Nollet, es una maravilla...

Claire Parnet:

Al bar de los amigos...

Gilles Deleuze:

Sí, sin duda...         

Claire Parnet:

En fin, se sabe que entre los poetas ha habido más etílicos. Bueno, hemos terminado con el alcohol.

Gilles Deleuze:

«B». Sí. Hemos terminado con la «B». ¿Vamos muy rápido, no?

Claire Parnet:

Pasamos entonces a la «C». La «C» es larga.



Vídeo de la conferencia 
relacionado a la letra B