“Sólo importa el libro, tal como es, fuera de los rótulos, prosa, poesía, novela, testimonio, bajo los cuales se resiste a ser ubicado y a los cuales niega el poder de fijarle un lugar y determinar su forma. Un libro ya no pertenece a un género; todo libro depende exclusivamente de la literatura, como si esta poseyese por anticipado, en su generalidad, los secretos y las fórmulas, únicos en conceder a lo que se escribe, realidad de libro”
¿Por qué escribir? Siempre tengo
la sensación, al mismo tiempo muy modesta e hiperbólicamente presuntuosa, de no
tener qué decir. No pienso que tenga en mí algo interesante que me autorizaría
a decir: “He aquí el libro que yo mismo proyecté, sin que nadie me lo pidiera”.
¡Cuánta vanidad se requiere para decir: “He aquí lo que pienso, lo que escribo,
y que merece ser publicado y lanzado al mundo”; y cuánta serenidad para decidir
publicar algo, enviar un mensaje a la humanidad! Para esas cosas siempre tengo
una suerte de sonrisa escéptica e impaciente. Lo que en parte me exime de esa
sospecha de vanidad es que me pidieron que viniera, me plantearon una pregunta,
y entonces me siento menos ridículo, menos presuntuoso, porque respondí
educadamente a una ocasión, a una invitación. Desde luego, esta modestia no
fingida es compatible con una suerte de hiperbólica presunción, como si en definitiva
cualquier cosa que dijera fuera interesante. Habrá una ocasión, se dirá que
hablé, y será signado o signante, hará historia, hará acontecimientos; no será
interesante porqué habré develado una verdad, sino porque habrá habido una performance. Todos estos textos son performances performativas, y basta una performance así para que la filosofía de
la historia encuentro su límite: la filosofía de la historia dice aquello que
fue, aquello que es y aquello que será; no da cabida a la performance. No bien
se da un performativo, y algo acontece gracias al discurso y en el discurso, la
filosofía de la historia queda menoscabada.
Jacques Derrida y
Maurizio Ferraris, El gusto del secreto,
pp. 88-89.
Bueno, entonces
pasemos a la «B». Y la «B» es algo particular, trata de la bebida. Y es que tú
has bebido y luego dejaste de hacerlo, y me gustaría saber, cuando bebías, qué
significaba beber. ¿Significaba placer, qué era?
Gilles Deleuze:
Sí, he bebido mucho,
mucho, luego lo dejé. ¿Qué significaba? No resulta difícil. Creo que habría que
preguntar a otras personas que han bebido mucho, preguntar a alcohólicos acerca
de todo esto. Yo creo que beber es una cuestión de cantidad –y esa es la razón
de que no tenga equivalente con la comida, por más tragones que haya. A mí
comer siempre me ha dado asco, no es para mí, pero la bebida es una cuestión...
Ya sé que uno no bebe cualquier cosa, que cada bebedor tiene su bebida
favorita, pero la razón estriba en que en ese marco él discierne la cantidad.
Se trata de una cuestión de cantidad –¿qué significa eso? Se suele hacer mucha
burla de los drogadictos o de los alcohólicos porque no dejan de decir:
«Entérate, yo controlo, paro de beber cuando quiero». Se suele hacer burla de
ellos, porque no se comprende lo que quieren decir. Yo tengo recuerdos muy
nítidos, veía eso perfectamente, y creo que todas las personas que beben lo
comprenden: cuando uno bebe, a lo que quiere llegar es al último vaso. Beber
es, literalmente, hacer todo lo posible para acceder al último vaso. Eso es lo
que interesa.
Claire Parnet:
¿Y siempre es el
límite?
Gilles Deleuze:
¿Es el límite? Es
complicado. Te lo diré con otras palabras: un alcohólico es alguien que no deja
de dejar de beber, esto es, que no deja de llegar al último vaso. ¿Qué quiere
decir esto? En cierto modo, sabes, es como aquella fórmula tan hermosa de
Péguy: «el último nenúfar no repite al primero».
Claire Parnet:
Claro, la primera
vez...
Gilles Deleuze:
Es el último nenúfar
el que repite a todos lo demás y al último. El primer vaso repite al último, el
último es el que importa. Entonces, ¿que significa el último vaso para un
alcohólico? Bueno, éste se levanta por la mañana (supongamos que es un
alcohólico de mañana –los hay de todos los tipos) y no deja de estar pendiente
del momento en que habrá de llegar al último vaso. No son ni el primero, ni el
segundo, ni el tercero lo que le interesa, sino que –hay algo de avispado y
astuto en un alcohólico, y el último vaso quiere decir lo siguiente: él evalúa,
hay una evaluación, él evalúa lo que puede soportar sin desplomarse. Varía
mucho en función de cada persona, así que él evalúa el último vaso y luego
todos los demás. Ésta será su manera de seguir –esperando el último. ¿Y qué
significa el último? Significa que ese día ya no aguanta más bebida. Es el
último que le permitiría empezar de nuevo al día siguiente, porque si llega al
último que, por el contrario, excede su poder, si supera el último que queda
bajo su poder para llegar al último que excede su poder, se desploma. Llegado
ese momento, está perdido. Ingresa en el hospital, o bien es preciso que cambie
de hábito, es preciso que cambie de agenciamiento. Así que cuando dice: «el
último vaso, no es el último, es el avant-dernière [penúltimo]». Va en
busca del penúltimo. Dicho de otra manera, hay una palabra maravillosa para el avant-dernière,
creo que es pénultième [penúltimo].
Claire Parnet:
Sí.
Gilles Deleuze:
No busca la última
copa, busca la penúltima.
Claire Parnet:
No
el último, porque el último faltaría a su componenda, mientras que la penúltima
es la última antes de empezar de nuevo al día siguiente. Así, pues, para mí el
alcohólico es aquél que no deja de decir: «Venga». Es lo que se escucha en los
cafés. Son tan alegres las cuadrillas de alcohólicos; en los cafés uno no deja
de escucharles, y está aquél que dice: «Venga». Se trata de la última, y la
última varía según cada cual.
Claire Parnet:
Y es aquél...
Gilles Deleuze:
Y la última es la
penúltima.
Claire Parnet:
Y es aquél que dice:
«mañana lo dejo», y entonces si...
Gilles Deleuze:
¿«Mañana lo dejo»?
No, no dice «mañana lo dejo». Dice: «Lo dejo por hoy para empezar de nuevo
mañana».
Claire Parnet:
Y entonces si beber
es dejar de beber sin descanso, ¿cómo deja uno de beber por completo –porque tú
dejaste de beber por completo?
Gilles Deleuze:
Es
muy peligroso, muy peligroso –la cosa va deprisa. Michaux lo ha dicho todo (a
mi juicio los problemas de drogas y los problemas de alcohol no están tan
separados). Michaux lo ha dicho todo al respecto: llega un momento en el que la
cosa se vuelve muy peligrosa, porque aquí también hay una cresta. Cuando
hablaba de la cresta entre el lenguaje y el silencio, o el lenguaje y la
animalidad – hay una cresta, un desfiladero muy estrecho. Está muy bien beber,
drogarse. Uno puede siempre hacer lo que quiera si ello no le impide trabajar,
si es un excitante; además es normal ofrecer algo del propio cuerpo en sacrificio,
todo un aspecto muy sacrificial. En las
actitudes de beber, de drogarse, ¿por qué uno ofrece su cuerpo en sacrificio?
Sin duda, porque hay algo demasiado fuerte, que uno no podría soportar sin el
alcohol. El problema no es aguantar el alcohol, sino más bien que uno cree que
necesita, que uno cree ver; lo que uno cree experimentar, cree pensar y que
hace que uno experimente la necesidad, para poder soportarlo, para dominarlo,
de una ayuda: alcohol, droga, etc.
Gilles Deleuze:
En efecto, la
frontera es muy sencilla: beber, drogarse, se supone que prácticamente hace
posible algo demasiado fuerte, aunque después haya que pagarlo, ya sabemos
–pero que en todo caso estará ligado a lo siguiente: trabajar, trabajar. Por lo
demás, es evidente que cuando todo se da la vuelta y beber impide trabajar,
cuando la droga se convierte en una manera de no trabajar, estamos ante el
peligro absoluto. Aquello ya no tiene ningún interés, y al mismo tiempo uno se
da cuenta cada vez más de que, mientras que uno consideraba necesarios el
alcohol o la droga, estos no lo son en absoluto, es decir, tal vez haya que
pasar por ahí para darse cuenta de que todo lo que uno creía que podía hacer
gracias a la droga o el alcohol, lo podía hacer sin ellos. Siento mucha
admiración por la manera en que Michaux dice: «ahora, se ha convertido en...
todo esto...». Y lo deja. Lo mío tiene menos mérito, porque yo dejé de beber
por motivos de respiración, de salud, etc. Pero es evidente que hay que dejarlo
o prescindir de ello. La única justificación mínima posible es que ayude a
trabajar, aunque después haya que pagarlo físicamente, pero cuanto más tiempo
continúa uno bebiendo, más piensa que no ayuda a trabajar, así que...
Claire Parnet:
Pero, por una parte,
como Michaux, uno tiene que haberse drogado mucho, haber bebido mucho para
poder prescindir de ello en un estado...
Gilles Deleuze:
Sí
Claire Parnet:
...semejante. Y por
otra parte, tú dices: cuando uno bebe, ello no ha de impedirte trabajar, pero
ello se debe a que uno ha vislumbrado algo que la bebida ayudaba a soportar.
Gilles Deleuze:
Pues sí.
Claire Parnet:
Y ese algo algo es
la vida, y entonces ahí se plantea, evidentemente, la cuestión que tanto te
gusta acerca de los escritores.
Gilles Deleuze:
Sí, es la vida.
Claire Parnet:
¿Es la vida?
Gilles Deleuze:
Hay algo demasiado
fuerte en la vida, no es en absoluto algo necesariamente aterrador, es algo
demasiado fuerte, algo demasiado potente en la vida. Entonces, uno cree de
manera algo estúpida que bebiendo puede ponerse al nivel de aquello más
potente. Si examinas todo el linaje de los estadounidenses, de los grandes
estadounidenses...
Claire Parnet:
De Fitzgerald a...
Gilles Deleuze:
De Fitzgerald a uno
de los que más admiro, Thomas Wolfe. Se trata de toda una serie de alcohólicos,
lo que al mismo tiempo les permite y sin duda les ayuda a percibir algo
demasiado grande para ellos.
Claire Parnet:
Sí, pero, ello se
debe también a que advirtieron algo de la potencia de la vida que no todo el
mundo puede advertir, a que ellos sintieron algo de la potencia de la vida...
Gilles Deleuze:
Eso es.
Evidentemente, no será el alcohol el que te lo hará sentir...
Claire Parnet:
...que había una
potencia de la vida demasiado fuerte para ellos, pero que sólo ellos pueden
advertir.
Gilles Deleuze:
Completamente de
acuerdo, completamente de acuerdo.
Claire Parnet:
¿Y con Lowry sucede
otro tanto?
Gilles Deleuze:
Completamente de
acuerdo, claro, hicieron su obra y, en fin, ¿qué fue el alcohol para ellos?
Bueno, se la jugaron pensando, con razón o sin ella, que aquello les ayudaba.
En mi caso, tengo la impresión de que ello me ayudaba a hacer conceptos –es
curioso–, a hacer conceptos filosóficos. Luego me di cuenta de que ya no me
ayudaba o me ponía en peligro, o de que ya no tenía ganas de trabajar si había
bebido. En ese momento hay que renunciar, vaya. Es así de sencillo.
Claire Parnet:
Y esa es más bien
una tradición estadounidense, porque no se conocen muchos escritores franceses
que confiesen su inclinación por el alcohol, y además cuesta mucho –hay algo
que forma parte de la escritura...
Gilles Deleuze:
Debe haberlo, sí...
Claire Parnet:
... en Estados
Unidos... y el alcohol
Gilles Deleuze:
Sí,
pero los escritores franceses no tienen la misma visión de la escritura. No sé
si los escritores estadounidenses me han marcado tanto –es una cuestión de
visión, se trata de visiones. Aquí se considera que la filosofía, la escritura,
en cierto modo es una cuestión... –la verdad, siendo modesto: ver algo que los
demás no ven. No es ésta, en absoluto, la concepción francesa de la literatura
–eso sí, ten en cuenta que ha habido muchos alcohólicos también en Francia.
Claire Parnet:
Pero en Francia los
alcohólicos dejan más bien de escribir, tienen muchas dificultades, en fin, las
que ya sabemos. Pero tampoco se conocen muchos filósofos que hayan confesado su
inclinación a la bebida.
Gilles Deleuze:
Ah, Verlaine, que
vivía en la rue Nollet, justo al lado de aquí.
Claire Parnet:
Sí, bueno, si
exceptuamos a Rimbaud y a Verlaine
Gilles Deleuze:
A uno se le encoge
el corazón, porque cuando emboco la rue Nollet, me digo: bueno, sin duda éste
era el recorrido de Verlaine para ir al café a beber su absenta; parece que
vivía en un apartamento lastimoso, y ello mientras...
ClaireParnet:
Los
poetas, sí, se tiene mayor constancia de la relación entre los poetas y el
alcohol.
Gilles Deleuze:
Uno de los más
grandes poetas franceses, allí, vagabundeando por la rue Nollet, es una
maravilla...
Claire Parnet:
Al bar de los
amigos...
Gilles Deleuze:
Sí,
sin duda...
Claire Parnet:
En fin, se sabe que
entre los poetas ha habido más etílicos. Bueno, hemos terminado con el alcohol.
Gilles Deleuze:
«B». Sí. Hemos
terminado con la «B». ¿Vamos muy rápido, no?
Un franco, hermoso, extraordinario y nada retórico discurso del presidente uruguayo José Mujica.
Lo oigo una y otra vez y no puedo dejar de pensar en sus palabras.
"El primer elemento del medio ambiente se llama La felicidad." Pocas veces podemos asistir a este tipo de declaración consciente de nuestra verdadera búsqueda como seres humanos.
"Autoridades presentes de todas
las latitudes y organismos. Muchas gracias. Nuestro agradecimiento al pueblo
del Brasil y a su señora presidenta. Muchas gracias a la buena fe que
seguramente han manifestados todos los oradores que me precedieron.
Que expresamos la íntima voluntad
como gobernantes de acompañar todos los acuerdos que esta nuestra pobre
humanidad pueda suscribir.
Sin embargo permítasenos hacernos
algunas preguntas en voz alta. Toda la tarde se ha estado hablando del
desarrollo sustentable, de sacar a inmensas masas de la pobreza, ¿que es lo que
aletea en nuestras cabezas?
El modelo de desarrollo de
consumo, es el actual de las sociedades ricas. Me hago esta pregunta, ¿que le
pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de auto por
familia que tienen los alemanes, cuanto oxigeno nos quedaría para poder
respirar?
Más claro, el mundo tiene los
elementos hoy materiales como para hacer posible que 7,000, 8,000
millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro
que tienen las más opulentas sociedades occidentales.
Será posible? O tendremos que
darnos algún día otro tipo de discusión. Porque hemos creado una civilizaciones
en la que estamos, hija del mercado, hija de la competencia, que ha deparado
progreso material portentoso y explosivo.
Pero lo que fue la economía del
mercado a creado sociedades del mercado.
Y nos ha deparado esta
globalización, que significa mirar por todo el planeta.
Estamos gobernando la
globalización o la globalización nos gobierna a nosotros. Es posible hablar de
solidaridad y de que estamos todos juntos en una economía que esta basada en la
competencia despiadada. Hasta donde llega nuestra fraternidad.
Nada de esto lo digo para negar
la importancia de este evento, no, es por el contrario, el desafio que tenemos
por delante es de una magnitud de carácter colosal y la gran crisis actual no
es ecológica sino política, el hombre no gobierna hoy. La fuerza que ha
desatado, sino que la fuerza que ha desatado los gobiernan al hombre.
La vida, porque no venimos al
planeta para desarrollarnos en términos generales. Venimos a la vida intentando
ser felices. Porque la vida es corta y se nos va y ningún bien vale como la
vida y esto es elemental.
Pero si la vida se me va a
escapar trabajando y trabajando para consumir un plus, y la sociedad de consumo
es el motor. Porque en definitiva si se paraliza el consumo o se detiene, se
detiene la economía y si se detiene la economía que es el fantasma del
estancamiento para cada uno de nosotros. Pero ese hiperconsumo a su vez es el
que esta agrediendo al planeta y tienen que generar ese hiperconsumo cosa que
no es poco, porque hay que vender mucho. Y una lamparita eléctrica no
puede durar más de mil horas prendidas, pero hay lamparitas electricas que
pueden durar 100 mil, 200 mil horas, pero esas no se pueden hacer porque el
problema es el mercado, porque tenemos que trabajar y tenemos que tener una
civilización de uso y tire y estamos en un círculo viciosos.
Estos son problemas de carácter
político que nos están diciendo la necesidad de empezar a luchar por otra
cultura.
No se trata de plantearnos volver
al hombre de las cavernas, ni tener algún monumento del atraso. Es que no
podemos indefinidamente continuar gobernados por el mercado, sino que tengamos
que gobernar al mercado, por ello digo que el problema es de carácter político.
Y en mi humilde manera de pensar.
Porque nuestros viejos pensadores definían, Epicuro, Seneca y los Aymara: Pobre
no es el que tiene poco, sino que verdaderamente pobre es el que necesita
infinitamente mucho y desea y desea y desea más y más. Esta es la clave de
carácter cultural; entonces, quiero saludar el esfuerzo y los acuerdos que se
hacen. Y los voy a acompañar como gobernante, porque se que alguna de las cosas
de la que estoy diciendo rechinan, pero tenemos que darnos cuenta.
La crisis del agua, la crisis de
la agresión al medio ambiente. No es una causa, la causa es el modelo de
civilización que hemos montado, y lo que tenemos que revisar es nuestra forma
de vivir.
¿Por qué? Pertenezco a un pequeño
país muy bien dotado de recursos naturales para vivir. En mi pais hay 3
millones de habitantes, un poco más, 3 millones 200, pero hay unas 13
millones de vacas que son que son de las mejores del mundo, unas 8 o 10
millones de ovejas estupendas, mi país es exportador de comida,
de lácteos, de carne, es una penillanura, casi el 90% de su territorio
es aprovechable.
Mis compañeros trabajadores
lucharon mucho por las 8 horas de trabajo, ahora el que consiguiendo 6 horas,
pero el que consigue 6 horas se consigue dos trabajos, por lo tanto trabaja
mucho mas que antes, ¿por qué? porque tiene que pagar una cantidad de cuotas,
la motito que compró, el autito que compró y paga cuotas y paga cuotas, es
cuando quiera acordar es un viejo reumático como yo y se le fue la
vida y uno se hace esta pregunta: ¿ese es el destino de la vida humana? Estas
cosas son muy elementales, el desarrollo no puede ser en contra de la
felicidad, tiene que ser a favor de la felicidad humana, a favor del amor,
arriba de la tierra, de las relaciones humanas, de cuidar a los hijos, de tener
amigos, de tener lo elemental, porque precisamente que eso es el tesoro más
importante que tiene, cuando luchamos por el medio ambiente el primer elemento
del medio ambiente se llama La Felicidad Humana.