viernes, 15 de marzo de 2013

El gusto del secreto. Jacques Derrida




¿Por qué escribir? Siempre tengo la sensación, al mismo tiempo muy modesta e hiperbólicamente presuntuosa, de no tener qué decir. No pienso que tenga en mí algo interesante que me autorizaría a decir: “He aquí el libro que yo mismo proyecté, sin que nadie me lo pidiera”. ¡Cuánta vanidad se requiere para decir: “He aquí lo que pienso, lo que escribo, y que merece ser publicado y lanzado al mundo”; y cuánta serenidad para decidir publicar algo, enviar un mensaje a la humanidad! Para esas cosas siempre tengo una suerte de sonrisa escéptica e impaciente. Lo que en parte me exime de esa sospecha de vanidad es que me pidieron que viniera, me plantearon una pregunta, y entonces me siento menos ridículo, menos presuntuoso, porque respondí educadamente a una ocasión, a una invitación. Desde luego, esta modestia no fingida es compatible con una suerte de hiperbólica presunción, como si en definitiva cualquier cosa que dijera fuera interesante. Habrá una ocasión, se dirá que hablé, y será signado o signante, hará historia, hará acontecimientos; no será interesante porqué habré develado una verdad, sino porque habrá habido una performance. Todos estos textos son performances performativas, y basta una performance así para que la filosofía de la historia encuentro su límite: la filosofía de la historia dice aquello que fue, aquello que es y aquello que será; no da cabida a la performance. No bien se da un performativo, y algo acontece gracias al discurso y en el discurso, la filosofía de la historia queda menoscabada. 

Jacques Derrida y Maurizio Ferraris, El gusto del secreto, pp. 88-89.