Una cierta nostalgia se publicó por primera
vez como libro en el año 2000, si bien una primera versión apareció en 1998
como separata en “Hondulibros”, el suplemento cultural dirigido por el poeta
Óscar Acosta en el diario El Heraldo de Tegucigalpa. Escrito a lo largo
de varios años, incluyendo un cuento que data de la primera juventud de la
autora, cuando ni siquiera imaginaba en ese momento que se convertiría en
libro, y mucho menos uno de los más importantes de la narrativa breve de
Honduras, Una cierta nostalgia es testimonio de una vocación encontrada
en un mundo entretejido entre el onirismo, lo fantástico y lo real, con el
acompañamiento de las dotes de la paciencia, la corrección y la perfección.
La
extrema sobriedad narrativa, su laconismo obsesivo, no entorpecen las tramas de
sus cuentos; por el contrario, esa destreza es la que evidencia la altura
literaria de Una cierta nostalgia y en especial algunos de sus cuentos,
como “El vuelo del abejorro”, “Para elegir la muerte”, “Domingo por la noche”,
“Cuando se llevaron la noche”, que en distintos contextos y lecturas tendrán
cada vez nuevos significados. Es un libro lleno de símbolos, de inaccesibilidad,
de hondas angustias, de terrores manifiestos y contenidos, que expresan la
preocupación interior al verse impotente ante las fuerzas del mundo exterior.
Obras como Una cierta nostalgia se componen de pensamientos esquivos, de
silencios, mutan y se disfrazan de rasgos kafkianos, haciendo que el lector
vuelva una y otra vez a ejercer el verdadero acto de lectura, que es la
relectura.
Madejado
por un profundo proceso de extrañamiento en el que convergen desde ambientes de
humor absurdo, a lo Stevenson o Chesterton, a los ambientes realistas de una
época a la que su propuesta no fue indiferente, como la terrible herida de los
desaparecidos, este libro ha estado sin embargo bajo la amenaza del silencio.
Sin ser bien digerido ni comprendido por las “instituciones literarias” del
patio, el libro tomó fuerza y desde el extranjero nos ha sido devuelto como un
objeto de incalculable valor, no solo para Honduras sino para Latinoamérica.
La
autora ha sido reivindicada gracias a la lectura desprejuiciada de lectores de
mayor nivel. Sí, quizás solo dos o tres personas en Honduras pudieron
descubrirlo. Y quizás sus juicios pasaron inadvertidos, pero no para un grupo
de editores y organizadores de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara,
que en 2011 la rescató y la propuso al mundo como uno de los “25 secretos
literarios mejor guardados de América Latina”. El avezado ojo lector del
escritor nicaragüense Sergio Ramírez hizo justicia.
Es
difícil y riesgoso para los contemporáneos captar una obra en el sentido histórico
del tiempo y de la sociedad. La academia sugiere un largo distanciamiento para
hacer sufrir al creador mediante una absurda paciencia y tiempo de espera, para
que su obra sea validada o descubierta como una fracción de nuestra sociedad.
Si es cierta esa premisa de que el escritor o la escritora escribe para
lectores cuyo juicio no sea enceguecido por una falsa conciencia literaria,
este es el caso de María Eugenia Ramos, y es precisamente por esa razón que
ella está condenada a que su obra sea sometida constantemente a la persistencia
de la memoria y del tiempo.
María Eugenia Ramos es por el
momento quien mejor representa a nuestra literatura nacional. Así como los
personajes de sus libros, la autora aún no decide indagar más allá de los
límites de la narrativa, que es al mismo tiempo su vocación, su legado y su
condena.
Gracias, Lempira, 18 de octubre de
2016.
[1]
Gustavo Campos, escritor, editor y promotor cultural hondureño (1984). Ha
publicado poesía, relatos, novela y artículos periodísticos y de crítica
literaria. Su obra figura en numerosas antologías de narrativa y poesía
publicadas en Honduras, España, México, Estados Unidos y Francia. Ha obtenido
diversos premios literarios, entre ellos el premio único en el VII Certamen
Centroamericano de Novela Corta (2016), otorgado por la Sociedad Literaria de
Honduras. La crítica y profesora universitaria guatemalteca Beatriz Cortez ha
incluido una de sus obras en la cátedra que imparte en la Maestría en
Literatura Centroamericana de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.