Por Gustavo Campos
El crítico y teórico literario
estadounidense Harold Bloom nos dice en Cómo
leer y por qué que el interés auténtico por la lectura debe comenzar como
un placer. También hace énfasis en que para recuperar el placer de leer cuando
se ha perdido o no se ha inculcado hay que desvincularlo de cualquier asomo de
obligación o de expectativas ideológicas que generen falsas esperanzas de que
lo que leamos nos procurará un cambio social. A esto él lo llama un fraude del
conocimiento.
¿Pero qué ocurre cuando los libros a
los que nos acercamos parecieran distanciarnos de nuestra realidad? Estos mundos paralelos del
oficio de reescribir la historia y la literatura y los mitos no pertenecen a
esta época. Ya antes otros artistas, escritores, músicos, pintores, lo han
hecho. Recuérdese entonces la obra maestra de Leonardo da Vinci, La Mona Lisa, pintada entre 1503 y 1504, y
que luego reprodujera magistralmente Marcel Duchamp, integrante del movimiento
dadaísta, agregándole un bigote y una perilla con lápiz en 1919 y cambiara su
título por L.H.O.O.Q. cuyo significado en francés sería el de «Elle a chaud au cul». En literatura, Miguel de
Cervantes Saavedra haría lo mismo con El
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en respuesta a las novelas
caballerescas. Podemos rastrear a otros escritores como el caso del poeta
romano Catulo nacido antes de Cristo. Así, en esta línea, por la que también
pasan Juan José Arreola, Marco Denevi, Augusto Monterroso, y en Honduras Óscar
Acosta, Rigoberto Paredes, Juan Ramón Saravia y Nery Alexis Gaitán, por
mencionar algunos, que incluso se adentran en mundos fantásticos.
En el presente
libro Kalton Bruhl no deja de hacer uso de esos recursos de inversión/subversión
de los mitos y agrega a cada historia ese bigote duchampiano a obras que ya
creíamos agotadas, revistiéndolas de nuevos significados.
La intimidad de los
recuerdos constata,
una vez más, esas «artimañas» del autor a quien tampoco se le escapan otras
artes y recurre como cinéfilo y fan de novelas serie B y de ciencia ficción a
la desacralización y juego constante entre esos mundos. He aquí su demostración
de ese humor característico de él: los escenarios se confunden/ funden entre
religión y mito y ciencia ficción, lo onírico y delirante son otros temas
explorados fundando de este modo una “imaginería” propia, de la que los jóvenes
no se sienten alejados, sino por el contrario, cómplices de esos breves
relatos. Según Sartori nuestra condición de «Homo sapiens» ha sido sustituida
por la de «Homo videns». Pero hay algo importante que acotar sobre el humor y
las categorías de humor, que suele ser una respuesta de la inconformidad que el
autor siente hacia algunas historias o situaciones. A veces este se genera por
miedo, lástima o piedad. Desde otro punto de vista más filosófico, lo asocian a
la frivolidad, al no encontrarle total sentido a la vida. El frívolo se ríe de
todo y es, además, un ser sufriente que se ve obligado a inventar la risa, como
lo declara Nietzsche. Esta reflexión nos genera una particular pregunta: ¿a qué
se debe que el autor prefiera volver a textos ya antes escritos o historias ya
construidas para construir (reconstruir) su mundo? Una pregunta que no me
atrevo a responder. Pero que las lecturas atentas a su obra completa nos
habrían de mostrar constantes temáticas adonde vuelve una y otra vez (Léase
«Los vagones de Kalton Bruhl». Revista Centroamericana Carátula #74 y en la
página de la Asociación de Academias de la Lengua Española).
Un
importante caso a resaltar, sobre todo para el sistema educativo ya caduco, es
que la literatura universal no murió hace más de cien años y que la literatura
hondureña tampoco murió en los 40 y con los nacidos en esa década y la
anterior. Sigue produciéndose literatura de calidad, narrativa y poesía, en un
contexto tan diferente que exige sus propias demandas.
Vivimos
en la era posmoderna de la globalización y las tecnologías y en un continuo
proceso de intercambios culturales entre las diferentes culturas del mundo.
Honduras ya no está aislada. Kalton Harold Bruhl lo sabe. Me aviento a proponer
dos características suyas, teniendo más él que le conocerán otras personas, una
de ella es que durante un tiempo se le conoció como un escritor solitario, alejado
de la farándula y del mundo «intelectual» del que ya forma parte, el que se le
ha adherido a su vida como aquel poema de Quevedo: «A su nariz»; por supuesto,
absolvámoslo de toda culpa; el segundo
ya antes mencionado: su desaforo humorístico.
Gracias
a la culpa ya absuelta de su primera característica, ha sido considerado el
escritor joven exportable por excelencia. Incluido en más de un centenar de
antologías y acreditándose varios premios de narrativa, entre ellos el Premio
Centroamericano de Novela Corta 2011, el reconocido escritor nicaragüense
Sergio Ramírez lo incluyó en la antología de la nueva narrativa breve de
Centroamérica y República Dominicana Un
espejo roto y en su equivalente en alemán Entre sur y norte. Un par de años después, pese a su desconocimiento
dentro del país, ha publicado varios libros en España, se le concedió en el año
2015 el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa, máximo galardón que otorga el
Estado de Honduras a aquellos escritores cuyos trabajos literarios tengan
trascendencia a nivel nacional e internacional y la Academia Hondureña de la
Lengua lo incorporó en sus filas como uno de sus miembros más recientes.
El
presente libro contiene historias que
nos recuerdan a Augusto Monterroso o a Marco Denevi, pero también hace sus
guiños a Jorge Luis Borges, a Hemingway, a Kafka y a personajes e historias
bíblicas; en ciertos momentos aborda sus géneros preferidos recordándonos a H.
G. Wells o al genial poeta galés Dylan Thomas como en el cuento «La cura».
Este
libro es un libro de múltiples «venganzas» contra la historia. Su narrativa
está en permanente rebelión contra el aburrimiento. Se dedica a reescribir
algunos mitos. Elogiable atrevimiento el cuento « Identidad» junto a «La
familia es primero» y «Formas de evadir la gloria». A veces suele impregnarse
de tonos nostálgicos. Y más de alguna angustia prevalece en sus textos.
Momentos amargos, de eterno retorno, aparecen en «El pupitre vacío» y la
resignación más implacable en «Un café antes del amanecer». Sí, es un
pesimista, pero también un humorista que lo lleva a experimentar esa sensación
de devolver la vida a aquellos que ya la han perdido, ya sea por medio de
apariciones o de experimentos de la ciencia. El cuento «El otro», ya aparecido
antes en la antología Kafka (Ediciones
Irreverentes, España, 2016) es uno de los que más destacan. Isaac Singer se lee
entre líneas.
Algunos
relatos recurren en delicada desazón a la familia. Pero aquí está este libro, con
historias variadas de este fan de las novelas y películas serie B y de los
thriller y ciencia ficción.
Sea
usted, querido lector, el que decida con cuál de todos los Kalton Bruhl aquí
reunidos desea quedarse.