sábado, 8 de mayo de 2010

Selección de poemas de "Desde el hospicio"

Torre de Babel. Pieter Brueghel



Desde el hospicio

Me alimento de poetas
que fracasaron en su vida,
de aquellos que prefieren un verso
a los labios de la mujer que aman.

De los que construyeron a la orilla del mar la fe,
como de la soledad su tumba. De aquellos a los que no dije:
las esperanzas son un laberinto disfrazado de atajo.

De a quienes les soplé una órbita de tristezas
y quedaron atrapados
en el centro del misterio, como dentro de un remolino.
De esos me alimento.

Soy bestia: lanzo pecados.
Derribé gigantes en la era de David.
Convertí en monstruos los molinos
y las piedras en pan.

Soy el sol que entra en los humanos,
y después, cuando ha recorrido su cielo,
les deja un monstruo por ocaso.

Escojo, al azar, poetas
y los convierto en tristes o exultantes.

Me alimento de poetas
porque ellos creyeron que me hacían cuando sólo fueron mi reflejo.


III

Nadie ama a otro como a sí mismo.
W. Blake

No amo a nadie como a mí misma
y a la humanidad
no puedo retenerla en un espejo.
Cuánto me repugnan los poetas,
tan inocentes; creen inventarme,
creen que me ocultan,
que me salvan.



Retrato de quien espera un pájaro

Seguid vuestro camino
como yo sigo el mío.
Jacques Prévert

Nunca me conmovió el dolor de un desconocido.
Egoístamente
hice mis retratos de hombre atribulado;
había algo bello en desanimarme,
en ignorar,
¿pero qué es el bien?
¿cuál el egoísmo?
Nunca me conmovió el dolor de un desconocido.
Vi sueños borrándose en las calles, como pavimento cubierto
de tendidos cuerpos fríos y
destruidas cajas.
Caminé sin inmutarme, borracho,
pensando en mis fracasos,
esperando que uno de ellos reclamara mis entrañas,
mi sangre,
y se fuera sonriendo, amargo, como yo,
a esperar un pájaro, una llaga,
un llanto.



Balada a los pobres

Siempre tuve cuidado de no tropezar con un herido sollozante,
o que un marginal –cuánto me gusta este adjetivo- me pidiera ayuda.
Pero yo jamás lo ayudaría
o escribiría algo así como una balada a los pobres…
En un ángulo de la vida lo más importante es ignorarnos
y no debe culpársenos ni llamársenos insensibles.



XXI

El animal muerto transpira voces crece voces crece.


¿Habrá otra oportunidad para el brillo de unos ojos?

A Chío

La última vez que les hablé
sería la última;
y no lo fue.
Fue devorado el cadáver de la alegría
por aves rapaces.

Esperé otra oportunidad,
una última vez para hablarles,
y como león seguí el rastro de sus pasos.
Fue herida el alba.
Y camino al manicomio, una tarde,
cuando el corazón de un sauce es un rayo,
hablamos por última muerte,
por instinto, frustración,
el lenguaje de la noche
en los jardines cerrados
donde nadie dejará la muerte.
Pregunto: ¿habrá otra oportunidad,
una última, para el brillo de unos ojos?


Confesiones de un pirómano

Me prendí fuego.
Mis vivencias se escribieron.
Dije adiós, adiós…

Pagué por ser besado. Tantas veces.
He envejecido. ¿Es necesario decir algo más? ¿Explicarlo?
Si tan sólo fuera libre, maligno pero libre, frío pero libre, alegre pero libre, triste pero libre.

Con rocas en las manos puede ser.
Espero una voz, una voz que me elogie.
Espero una mujer, una mujer que me bese.
Coleccioné alas de cuervos como periódicos.
¿Hay algo más importarte que arder?

No sé qué sucederé.
Hay un roble en la calle.
Yo saltaría el muro. Inspeccionaría yeguas viejas.
Las estrellas me enseñan los colmillos, sacan las garras.
Saber que pude ser más que mi remordimiento…

Él siguió fumando
como si el humo dibujara en él una aureola o unas alas frágiles al viento.



Plegaria

Tráeme cuadros bellos…
la noche es una tranca
un cenicero
un tímido asesino gozoso de borrar sus cuerpos.


Los mismos robles viejos

A mi lumía

¿A quién amo cuando estoy solo?
¿Cuando no amo?
¿A quién amo con mis ropas blancas
y muerto de miedo?
¿O cuando mi rostro
es el tiempo y mi culpa y un destino ya borrado?
¿A quién, cuando la nada me ha prometido
la certeza de un no-mañana?
¿Cuando mi esperanza de no ser sur
y alimentar gaviotas es devorada por azares
y en mis ojos los mismos robles viejos
son habitados sólo por la medianoche?
¿Quién me ama?
¿Quién, si he perdido el brillo en mis ojos
y la lluvia cae muerta
y mi expresión es una ciénaga?
¿En qué infinitas piernas
me encontraré,
agonizando en lo profundo
de una vieja destrucción?
Porque esa es mi realidad: la desgracia, la autodestrucción.


Infierno blanco

Mi rostro es un bosque lejano
a él llegan pájaros…
y a través de la ventana de una torre
miro
por la sed
la misma sed de alba
como quien va en río o naciendo como árbol
como quien viene con rostro de hojas de un bosque lejano
río va y río viene pronunciándose
en alucinaciones como único descanso o simplemente
fruto del horror de ser buscado
descubriendo el camino
de un día o de una noche
de cuervos zorzales…
cualquier espejo árbol agua o pájaro


Envenenada también

Con todo ese veneno en el cuerpo.
C. Pavese

Con todo ese veneno en el cuerpo
no me dirán que me falta invernar aliento.

El león humedecerá mi corazón
y su náusea, como la de la naturaleza, lo despreciará.

La sangre, silenciosa desesperada,
gritará, la locura irá sedándola.
Un abismo desdichado, el mundo interno.

Bajo la lluvia, la sed de la sombra pudre el alba.
Las esperanzas acostumbran llegar tarde.

La muerte lamentará, envenenada también,
los versos que no escribiré y en los que ella no será la amada.


Extranjera



A una muchacha que supo todo Dante de memoria
W. B. Yeats

Una muchacha que supo todo Dante de memoria
camina del parque al cementerio
y va atenta por las calles,
con su cuello alto mira a todos lados.

Con eterna dulzura y destellos de ironía
llegó al alba,
con cuánta entrega no amó esta tierra.

La había esperado, tan angustioso, que
creí llegar a ella como el galés por los bares del Greenwich Village,
pero ella
llegó armoniosa
y cruzó las piernas en el más simbolista glamour de todo tiempo
y entregó una sonrisa a mi sombrío rostro.

Por ella voy de una página a otra, de verso en verso.
Peleamos para sobrevivir en epístolas electrónicas.
La poesía no me salvó, sino su admiración por la poesía.

Sigue caminando en los más tristes veranos,
en inviernos que juegan a treparla;
con el delicado arco de sus pies de mármol camina la desesperanza.

Por más libre que fuera el adiós, no quiso alejarse.

A ella le está permitido,
no a la poesía, seguir en la memoria de los hombres.

Cómo no amar sus momentos de alegre dulzura y de histérica.

La tristeza será dibujarla con el miedo, con la frialdad de la melancolía,
gritarla con el caos por pregunta
y la crueldad por respuesta.

Antes que un gallo desgarre la madrugada
la tendré en mis lágrimas.



Amarte lejos, mejor no amarte

Entrará el mar lentamente en tus venas,
droga, ave rapaz, suicidio lento…

Alfonso Costafreda

Dejo al humilde cuervo atardecer no tan lejos del árbol.
Dejo que mi miedo sondee insomne el ahogo
y se sacie hasta doler su sombra.

Los días son troncos a la puesta del sol.


Quimera en el hospicio

Amigos, recordadme, y no sólo entre risas,
pues viví entre vosotros y un día me quisisteis.

Attila József

Desde el aroma del café huelo la esperanza.
Nunca sale, amigos.

Algún día volveré: almuerzo espaguetis con ustedes
y el jazz vence el miedo a que alguien rompa más los vidrios
que me hirieron, que dejé escondidos al pie del árbol.

Algún día, si sobrevivo a este ocaso,
podré estar sobre una silla, como aquellos zapatos,
dejando a las pláticas reanudar nuestro afecto.

Después de la taza de café
me queda la ventana; veo hombres acorralados,
algunos por nostalgias, otros por demencia,
arbustos y jardines acorralados
por jardineros de sombras, mientras exijo
una granita que sí me traiga los recuerdos y rostros
y no una esperanza.


Regreso

Viene un hombre de la tumba con una piedra.
Algo trama.
Viene una piedra de la tumba con polvo.
Algo trama.
Viene el polvo de la tumba tan solo.
Algo traman.


VIII

Del mar y de la mosca pregúntate,
porque siempre tienes fe
y envidias los zorzales.

Sólo las golondrinas te siguen,
te alcanzan.
Pregúntate, porque necesitamos un pantano,
¿por qué los pájaros se arrancan las plumas sobre el roble?


XXIV

Caes muerta como la lluvia,
pero hasta el más odiado sol
te levanta,
dándote asilo en tu antigua casa.

Caerán en el lago donde flotan pájaros muertos.
Hora de hojas de árbol en época de tormenta.


VI

En tu sombra no hay puerta.
Tuve suerte al dejarme a tiempo.
Me deseé abismo. Muerto.
Trabajé la pestilencia. Los pájaros perversos.
Trabajé la aurora y la dispersé: blasfemó niebla.
Pude desafiarme. Supe que debía morir
y me alejé como octubre.
Fui avaro con la vida, con el amor, con la sombra.