Mauro Osorio*
En el interior de Habitaciones sordas retumba el dolor por la propia imagen postergada. Nos abruma, en el tejido de sus versos, una ausencia de cielo y tierra como figura atosigante que siembra en nuestra alma una claustrofobia existencial. El poeta Gustavo Campos invade sus paredes, verdades con una voz exiliada de los espejos y las ternuras. Transcurre en su poesía un fuego que hiela la piel, tal aseveración no es sólo una manida antinomia. Es, entre otras posibilidades, la rara sensación, traducida en letras, de ir al fondo de una tumba llameante de palabras desconsoladas.
En el presente poemario el autor transgrede el tiempo cuantificado en intervalos inflexibles, porque la poesía que nos comparte apresura despiadadamente el derrumbe de un ser en pedazos de amor putrefacto, inexplicablemente esperanzador. El omnisciente reloj que desmenuza, lanza su víscera martilleante al pie de la incertidumbre en la que avanzamos. Perdidos en la caverna de sus destrozos, tomemos sus agujas de ocaso y que sea el tiempo nefasto de sus versos el que nos diga cuando regresar.
*Escritor y pintor guatemalteco
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