Los inacabados posee una escritura elaborada, pulida, de muy buen nivel. El carácter fragmentario de los capítulos, pese al hilo conductor de los huidobrianos, de ninguna manera le resta eficacia al conjunto narrativo. Los pedazos, incluso las esquirlas, del tejido, del "corpus" de la ficción, brillan y provocan, mantienen al buen lector (el lector perezoso no tiene nada que hacer aquí) en plan de saborear esa prosa bien horneada. Se trata de una degustación literaria cuyo único antecedente en las letras hondureñas está en Una función con móbiles y tentetiesos de Marcos Carías. Esa es la única novela, igualmente despojada de un "plan" o esquema novelero convencional, que puede equipararse a Los inacabados en términos de ambición literaria, de ejercicio de estilo, de "voluntad de lenguaje".
Además, se está en presencia de una obra literaria desafiante, desenfadada, y cuyo desparpajo erótico hará "borrón & cuenta nueva" en nuestra usualmente recatada literatura (litera pura).