miércoles, 12 de marzo de 2014

Página al azar. Gustavo Campos





 Fotograma: Amor en fuga. François Truffaut

Página al azar: 

Y cada vez que digo te amo, es una vez menos que te amo. Y a cada acto de decir amor y de repetirlo hasta inundar tu incredulidad de mujer sagaz, herida y susceptible, le restás credibilidad a una palabra que no es palabra, y que desapareció de mis labios desde su pronunciamiento, y tu escepticismo aprovecha esa fórmula de resta, y vuelvo a decirte te amo, y cada vez que lo digo es una vez menos que te amo y agoto en mi proceder el amor que sentía por vos, como si el énfasis mío en pronunciarlo tuviera por fin ir desasiéndome de vos, irme yendo, poco a poco, de la gravedad que ejerce tu cuerpo en mi cuerpo, y el amor se vuelve un punto fijo, repelido por tus desaires protectores, que son tu muro, y cada vez que siento decirte algo nacido desde este vacío que por momento ocupás, lo desechás y amenazás cada acto o gesto que pudiera devolverte la fe en el amor, y quedo lanzado al vacío como piedra que espera caer en las aguas, y aguarda, mientras la gravedad acelera su velocidad y visualiza un tsunami de tu corazón que la devolverá; y no quedará rastro en tus venas ni desdichas ni mal de amores, pero cada vez que pronuncie te amo, a pesar de que sé que me evadirás, cada vez que te ame exigirás tu liberación, y no me creerás, por eso, hoy, después de analizar la forma adecuada para que creás comprendo que pronuncio lo que retrotraerá una respuesta negativa; y me remachás que no creés en eso de repetir incansablemente te amo porque las palabras se gastan, pero te pregunto ¿quién las gasta?, ¿quién va royendo el te amo en el tiempo?, ¿en el espacio de tu memoria?, ¿lo deshacen la saliva, las cuerdas vocales, la lengua y los dientes?, ¿o el aliento cansado de un hombre que cree en su fortaleza? Lo que llamás palabras para el viento no son sino palabras que huyen de nosotros, que deciden salvarse, de nuestra naturaleza de humanos, y la palabra busca su propia salvación, busca en qué boca anidarse y ser creíble para un oído que le pertenezca no a hombre o mujer, sino al mismo amor, que pertenezca a ese antes del subconsciente, que no le pertenece a la memoria ni al hombre, sino a la esencia, a la necesidad de su hallazgo y resonancia y multiplicación celular de amor —hasta científico puedo sonar—, y tenés razón, pero si en el ideal los te amo huyen de nuestra frialdad, de nuestro  desentendimiento, el te amo se hará frase y se hará de nuevo y volverá a nacer y quedará estático en el sitio correcto del sentimiento, será amor, dejándonos solos, exiliándose de nuestras mentes, de nuestra incomprensión, entonces seremos nosotros, al darse vuelta de tuerca, quienes quedemos solos y sin timón y sin razón, sin una mirada que amortigüe lo perdido, sin una soledad que ofrecer y una compañía que exigir, y, sin embargo, descubrimos que aún hay quien nos rescate: esa palabra que se extinguió y en la que no creímos volverá a socorrernos, posesionándose nuevamente de nuestra boca, corazón, ojos, glándulas y oídos, solo para que volvamos a perder ese amor en el renacimiento del te amo que desaparece tan pronto lo pronunciamos, cada vez que lo declaramos quedamos al margen de nosotros mismos; más adelante, con la esperanza trunca, los brazos abajo, las rodillas contra el suelo y la cabeza contra las manos como reteniendo el llanto, en idéntica posición que un feto, buscaremos con insistencia ese eco dentro de nosotros, para borrarnos la incredulidad de la que fuimos objeto, y creeremos de nuevo, y pronunciaremos te amo, una, dos, tres, cien veces, para que pronto deje de existir, y nos amemos, con regularidad, una vez menos, para dejar de amarnos por siempre, en el ciclo de la vida.  

del extraviado libro Vidas posibles
pp 82-83, Katastrophé (HN, 2012)