Mario Gallardo
La desproporcionada reacción del grupo denominado Artistas en Resistencia (AenR) ante el llamado de Samuel Trigueros para convocar al sector cultural a fin de integrar una “mesa sectorial” para seleccionar su representación en la Asamblea Intermedia del FNRP, programada para el 12 de marzo, llama poderosamente la atención, sobre todo por el hecho que la propuesta ya había recibido el respaldo público de Helen Umaña, Roberto Quesada y Delmer López, quienes en sendos correos habían señalado la importancia de sostener un encuentro amplio e incluyente, sin restricciones de ningún tipo, lo que implicaba que estaba abierto a todos/as los/as artistas del país, incluyendo a todas las disciplinas.
Y digo que llama la atención porque, pese a su publicitado alcance nacional, es de todos sabido que AenR es un círculo cuya cúpula es integrada exclusivamente por personas que residen en la capital, mientras que Helen Umaña vive en SPS, Delmer López tiene su domicilio en Trinidad, Santa Bárbara, en tanto que Roberto Quesada se ha establecido desde hace un par de décadas en New York.
El análisis tampoco debe soslayar algunas frases vertidas en la comunicación vía correo electrónico que firma Edgar Soriano, a nombre de AenR: “Finalmente, esperamos la colaboración de los camaradas artistas, gestores culturales e intelectuales y académicos para que nos acompañen en el camino por refundar nuestra nación. En pocos días estaremos convocando la mesa cultural, para ello hay que organizar y planificar, esa es la experiencia que hemos logrado con la organización.”
No hace falta ser un camarada artista, gestor, intelectual o académico para sacar en claro, tras la lectura de esas líneas, que el único camino posible para organizar al sector cultural pasa por colocarse bajo la égida brillante y combativa de AenR, por lo que no queda más que sentarnos a esperar su convocatoria, mientras sus lúcidas mentes organizan y planifican ese encuentro, en atención directa a su vasta experiencia.
Pero la comunicación revela otras “perlas” del conocimiento AeR: “Sabemos que organizarse y mantener una vida orgánica bajo los principios del FNRP no es fácil para muchas personas, sin embargo hemos logrado enfrentar las adversidades, manteniendo nuestra lucha combativa en las calles, en los barrios, en los debates de los foros Pueblo-pensamiento y hemos sido la vos, en muchas ocasiones fuera de Honduras.” (sic)
Sin lugar a dudas, estamos ante el único grupo cultural que ha logrado “organizarse y mantener una vida orgánica bajo los principios del FNRP”, lo cual, se nos advierte más adelante, no es fácil para muchos mortales, o sea que no está al alcance de cualquiera. Tampoco es difícil deducir que el término “muchas personas” engloba al resto del universo cultural de Honduras, todos aquellos que hemos sido privados de la maravillosa y singular experiencia vivida por los miembros de AenR.
Para aportar contexto al análisis, cito el párrafo donde Trigueros puntualizaba los alcances inmediatos de su propuesta: “Lo otro que propongo es que, al menos se elijan 4 representantes del sector artístico (no 1, como está contemplado hasta ahora). Esto habría que remitirlo a la asamblea Intermedia para que lo ratifiquen el 12 de marzo. Esto es algo que hay que discutir pronto, para que no ocurra esa lucha encarnizada por copar espacios que se ha dado en algunos momentos. Hace falta generar procesos más incluyentes, para lo cual es necesario que quienes ya tienen representación, cedan espacio a quienes no lo tienen. Los compas de la zona norte acaban de hacer un encuentro de hacedores/as de cultura. Hay que definir los criterios de elección. Creo que no se pueden satisfacer todos (hombre, mujer, LGTB, joven, viejo, departamentos, municipios, barrios, organización, etc.). Mi propuesta es que atendamos al criterio de las zonas territoriales (noroccidente, centro, sur, oriente), que los representantes correspondan a esas zonas, independientemente de si encajan o no en los otros criterios. Recordemos que este no es un proceso estático, son cargos que luego de un año serán ocupados por otras personas (incluso antes si no funcionan y entra en acción el voto revocatorio). No hay por qué desesperarse queriendo ocupar todas las estructuras. Hagámoslo con mesura. Cuando nos toque tirar piedras en la calle, hay que tirarlas; cuando nos toque lanzar ideas, no lancemos trompadas.”
Por más que las leo, no encuentro la razón para que estas líneas hayan motivado que en AenR se vieran “obligados” a marcar su territorio haciendo gala de un autoproclamado e indisputable liderazgo histórico de alcance nacional. Lo cierto es que la lectura de este intercambio de opiniones me recordó un texto del maestro Emir Rodríguez Monegal que espero aporte algo de sustancia a esta discusión:
Los comisarios culturales
"La caza de brujas no es privilegio de ninguna cultura o nación. Se ha dado en todos los tiempos, como lo demuestran la famosa Inquisición y los procesos recientes de Moscú, las actividades del ilustre senador McCarthy y las monjas histéricas de Loudun. Pero muchas veces, la caza de brujas asume formas más sutiles o disimuladas: se viste de gran pureza moral o se envuelve en los generosos pliegues de la bandera nacional; desata la xenofobia o denuncia el cosmopolitismo; arroja sospechas sobre la ciencia o condena la literatura. Entonces, la caza de brujas abandona el terreno de la política o de la religión y ataca de lleno las creaciones del arte y la literatura. Entonces, la caza de brujas afecta las actividades menos dogmáticas, más libres, más fatalmente individuales de la especie humana. Fingiendo que el arte es una actividad sólo social (lo es, pero no exclusivamente), pretendiendo defender ciertos principios nacionales, apelando al consenso imaginario de una población que no ha sido libremente consultada, la caza de brujas se concentra contra la libertad del espíritu.
En América Latina no faltan, por desgracia, quienes están dispuestos a asumir el papel de nuevos inquisidores. No sólo en los regímenes dictatoriales o en los países de estructura totalitaria; hasta en las democracias más abiertas es fácil encontrar macartitos (para usar la feliz expresión de Carlos Fuentes) dispuestos a mandar a otros a la hoguera para reinar sobre el miedo o la apatía de los demás. Estos macartitos quisieran que nadie, sino ellos, tuvieran derecho a opinar, a decidir qué es bueno o qué es correcto, a dar certificados de buena conducta. Su espíritu es policíaco cuando no frailuno; su mentalidad hondamente reaccionaria. Invocan grandes causas (la religión de Cristo, la Revolución, el Bien Nacional) pero por debajo de la sotana se les ve espesa cola del interés propio.
Felizmente, América Latina está empezando a entrar en un período de madurez en que cada día son más los que se atreven a pensar por cuenta propia, a buscar por sí mismos la verdad de los hechos, a investigar y sacar las propias conclusiones. Cada tanto, un nuevo escándalo alerta la opinión pública, sacude la conciencia de muchos y permite comprobar que no todos son dóciles secuaces de los terroristas de sacristía política o confesional.
(Emir Rodríguez Monegal, Mundo Nuevo, n. 3
setiembre de 1966
p. 4)