Este volumen viene a sumarse a otras
antologías de cuento centroamericano ‒Puertos Abiertos. Antología
del Cuento Centroamericano, edición de Sergio Ramírez, Fondo de Cultura
Económica, México, 2001; Pequeñas resistencias 2: antología del cuento
centroamericano contemporáneo, edición de Enrique Jaramillo Levi; Páginas
de Espuma, España, 2003; Los centroamericanos, edición de José
Mejía, Alfaguara, Guatemala, 2002, y Tiempo de narrar, edición de
Francisco Alejandro Méndez, Editorial Piedra, Guatemala, 2007–, publicadas en
la primera década del siglo con mayor o menor fortuna, pero la que motiva estas
líneas cobra particular relevancia por varias razones.
Se gestó como iniciativa tras
Centroamérica cuenta, el primer encuentro centroamericano de narradores
celebrado en 2013, en la ciudad nicaragüense de Managua, convocado por el
escritor Sergio Ramírez y Carátula, revista cultural
centroamericana. Coordinada y prologada por el propio Sergio Ramírez, acoge a
jóvenes cuentistas de los seis países de Centroamérica, independientemente de
donde residan, ordenados por estricto orden geográfico, y de la República
Dominicana, por su afinidad lingüística y cultural con la región. Cuatro
cuentos por país, a excepción de El Salvador, del que sólo hay tres; cantidad
que fue la premisa numérica de la que partió el compilador, y que después
aumentó.
La mayor parte de los cuentistas que la
integran han nacido a partir de 1970, otro de los presupuestos de los que
arrancó el compilador; sólo en tres casos, como excepción, a partir de 1964:
Mauricio Orellana Suárez (1965), de El Salvador; Jessica Clark Cohen (1969), de
Costa Rica; y Juan Dicent (1969), de República Dominicana. Si la funcionalidad
de la misma es otorgarles a los autores la visibilidad que le es negada en sus
países originarios, nombrarlos en aras de individualizarlos parece oportuno:
Guatemala: Eduardo Halfon, Maurice Echeverría, Denise Phé-Funchal, Javier
Payeras; El Salvador: Mauricio Orellana Suárez, Vanessa Núñez Handal, Alberto
Pocasangre; Honduras: Jessica Sánchez, Kalton Harold Bruhl, Gustavo Campos,
José Manuel Torres Funes; Nicaragua: María del Carmen Pérez Cuadra, Berman
Bans, Ulises Juárez Polanco, Roberto Carlos Pérez; Costa Rica: Jessica Clark
Cohen, Guillermo Barquero, Warren Ulloa, Carla Pravisani; Panamá: Carlos Oriel
Wynter Melo, Melanie Taylor, Lili Mendoza, Lucy Cristina Chau y República
Dominicana: Juan Dicent, Rey Andújar, Frank Báez, Rita Indiana Hernández.
Si bien la temática se formuló en la
convocatoria como libre, necesariamente presidida por una indiscutible calidad
literaria, la selección final se hizo con base en textos que retrataran la
realidad cotidiana de Centroamérica en toda su compleja extensión. Vemos
desfilar por los relatos la migración, el narcotráfico, la inseguridad
ciudadana, la corrupción política a diferentes grados y a todos los niveles, el
crimen organ izado, el lavado de dinero, la pobreza endémica confrontada con la
abundancia obscena, la violencia feroz asolando todos los ámbitos de la
cotidianidad, la prostitución, el abuso infantil, la devastación del espacio
urbano, las contradicciones entre tradición y modernidad, y las controvertidas
relaciones entre los distintos países de la región. El conjunto de las historias
traza el mapa descarnado de la Centroamérica del siglo XXI.
La mayoría de los cuentos pone de
manifiesto individualidades creativas con voz y estilo propios, con
conocimiento del manejo técnico de la composición del relato y en conjunto
cumplen el criterio de calidad. No en vano todos ellos ya han sido publicados
en antologías, revistas e incluso en colecciones de cuentos individuales, si
bien descuellan los del guatemalteco Halfon, y del hondureño Gustavo Campos, a
nuestro juicio. Si tuviéramos que ponerle un pero a este trabajo, sería que
hubiera resultado útil que en la nota biográfica de los autores que encabeza
los cuentos, al mencionar los libros publicados hasta el momento por cada uno
de ellos, se hubiese añadido el nombre de las editoriales, no sólo los países
en que los libros aparecieron; únicamente se hace en uno de los casos, el de la
escritora costarricense Carla Pravisani. Se trata, en todo caso, de un detalle
menor que no ensombrece su aportación.
Pero el mayor acierto de la antología
radica, a nuestro juicio, en que se les haya preguntado a los autores
antologados qué implica escribir en/desde Centroamérica; respuestas
que encontramos a renglón seguido de cada uno de los relatos, en tonos y
talantes diversos, pero que reinciden en parámetros comunes: la condena a la
casi absoluta invisibilidad debido a limitaciones materiales que les impide el
acceso a los mercados internacionales, la propia ausencia de mercados
editoriales nacionales, la falta de distribución entre países del área,
factores todos que convierten a la creación en un ejercicio de compromiso y
resistencia personal ante una realidad perturbada y fagocitadora, en la que el
silencio no es una opción. Este conjunto de reflexiones cartografían la
incierta situación del escritor centroamericano y otorgan a la propuesta un
sesgo, además de estético, ético, que pone en relieve que ser escritor en
Centroamérica es una labor de riesgo continuo por ineludible.
Que Un espejo roto se
haya editado casi de inmediato en alemán –fue presentado en la Feria del Libro
de Frankfurt bajo el título Entre sur y norte. Nuevos narradores de
Centroamérica (Zwischebn Süd und Nord. Neue Erzähler aus Mittelamerika),
Editorial Unionsverlag– le augura una merecida distribución. Tal vez se haya
roto el conjuro y estemos ante el primer paso hacia un nuevo tiempo.
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