Los vagones de Kalton Bruhl: Una aproximación a su vida y obra.
Kalton Bruhl, Jessica Sánchez y Gustavo Campos. 2016.
Sensini
Nos conocimos con Kalton en
la premiación de un concurso de cuentos como los personajes de “Sensini” de
Roberto Bolaño. Él había obtenido el primer lugar con “Banana republic”, antologado
posteriormente en Historias de la
imposición yanqui sobre Hispanoamerica y España (Ediciones Irreverente,
España, 2012), y en Un espejo roto. Antología del nuevo cuento de
Centroamérica y de República Dominicana (Comp. Sergio Ramírez, 2014), y
yo el tercer con “Un cepillo de dientes”.
Muchos años después vino el
intercambio de e-mails y la amistad franca. Un amigo en común nos terminó de
vincular, el escritor nicaragüense Ulises Juárez Polanco, con motivo de la
convocatoria para participar de la antología antes mencionada que realizaría
Sergio Ramírez.
Su obra ha sido incluida en
más de medio centenar de antologías y ha sido acreedor de incontables premios y
menciones literarias. Ha publicado varios libros de cuentos, microcuentos y una
novela, dos de ellos editados en España: El último vagón y La mente
dividida, ésta última Premio Certamen Literario Centroamericano Permanente
de Novela Corta, 2011.
Kalton Harold Bruhl
(Comayagüela, 1976) nació con nombre de escritor en una ciudad hundida (en la corrupción
como en su geografía) en el centro de Honduras. Sin embargo, son sus artistas y
algunas instituciones las que luchan por contrarrestar su mala reputación. El
municipio del Distrito Central es pródigo en actividades culturales y
artísticas, no obstante, Kalton se ha condenado, voluntaria o
involuntariamente, al ostracismo. Y es desde su aislamiento, sin obviar su
entorno, desde donde combina sus lecturas, experiencias -sensitivas,
perceptivas y afectivas- y obsesiones, trasfórmandolas en sus propuestas,
convirtiéndose, sin autoproclamarse, en uno de los escritores más relevantes no
sólo de Honduras y de Centroamérica sino del habla hispana.
A propósito de su nombre,
será fácil inferir que la probable razón por la cuál sus personajes tienen
nombres extranjeros se deba a que él mismo carece de uno que sea común. Hay
quienes exigen que los personajes de la narrativa tercermundista se llamen
Juan, Pedro, Roberto, Carlos, etc., o sus equivalentes en inglés: James, John,
Robert, Michael, William, David...como si Latinoamérica hubiera estado ajena a
ese fenómeno de movimientos poblacionales llamado “migración” (espero no errar
en mi suposición ni en lo interesante que resulta leer y oír quejas de parte de
algunos lectores por no hallar un “vínculo” entre nombre y terruño ).
Algo
está gestándose
Hace aproximadamente quince años nació
una nueva generación de escritores hondureños que exigían que la literatura –y
el arte en general– no estuvieran supeditados a los temas sociopolíticos.
Abanderaron una literatura cuyos límites no fueran otros sino los de la
imaginación. Libertad total de creación. Literatura en beneficio del placer
estético y no del compromiso moral y social. Habían aprendido que el arte es
amoral y que de él se ramifican la moral y la inmoralidad –caras de una misma
moneda–. Un afán de desmarcamiento de su generación predecesora. Y comenzaron
un cambio en contra del establishment
literario que imperaba en el país. Comenzaron a indagar, leer y estudiar a los
autores con quienes tenían una afinidad y por quines sentían una conexión.
Leyeron y descartaron la herencia literaria de la veterena pareja de los
“realismos M” y se enfocaron más en la dejada por Jorge Luis Borges, Julio
Cortázar, Felisberto Hernández, Augusto Monterroso, Juan José Arreola, Juan
Carlos Onetti, Marco Denevi, Sergio Pitol, César Aira, Enrique Vila-Matas,
Ricardo Piglia, Roberto Bolaño, entre otros escritores hispanos. Sus narices
olfatearon la literatura europea y anglosajona y la devoraron. En Honduras
rescataron del olvido y del saco del pudor a muchos de ellos que, siendo
reconocidos por lectores avezados y crítica especializada, habían sido
relegados debido a que su escritura abordaba algunos temas tabúes y cuyas
aspiraciones los llevaron a la experimentación formal con el lenguaje. También
a aquellos que su literatura no tenía un impacto directo en la sociedad, urgida
de respuestas como consecuencia de la desigualdad social y económica. La
literatura de mayor demanda era aquella que respondía o reflejaba su realidad caótica
y crítica. Y ellos estaban dispuestos a redireccionar la narrativa nacional
desde nuevos enfoques y a romper con los tabúes: todo podía ser narrado. No
había -ni hay- temas censurables. Metieron tijera a los escenarios
empalagosamente descriptivos y referenciales. Recurrieron a ellos desde una
perspectiva minimalista, tomando con pinzas algunos elementos que
contextualizaran sus narraciones. Y se asumieron como personajes. Álter egos y
desdoblamientos fueron parte de lo que asimilaron de sus lecturas. Quizás a lo
Henry Miller o Vila-Matas. Algunos elementos les fueron comunes como el escepticismo, desacralización,
irreverencia y erotismo, subvirtiendo los valores de una sociedad conservadora
como ser la religión y los ideales sociales, dieron un giro a un anti modelo de
escritura, rehén de un escepticismo obsesivo.
Uno de los puntos coincidentes entre diferentes narradores fue saldar
la deuda del tema erótico. Así encontramos una exploración desde distintos
puntos de vista y estilos el tema de la sexualidad y el erotismo (“Al margen de
la tradición”). M. Gallardo, D. Arita, J. Sánchez, K. Bruhl, G. Rodríguez, G.
Campos, por mencionar algunos.
Redefinieron el realismo (emparentándolo con el realismo sucio).
Algunos crearon un mundo de referencias cruzadas: álter egos, personajes
literarios y personas reales se entremezclan en diferentes planos narrativos y
se repiten en las diferentes propuestas narrativas.
Situaron en su lugar correspondiente a
los escritores de su canon particular. Los cambios de enfoque de lectura, las
nuevas teorías literarias y el mundo virtual y globalizado -Internet, redes
sociales y tecnología-configuraría lo que solíamos llamar como nuestra
“imaginería” y tradición. Siendo un país rural, gracias a la tecnología de la
comunicación, se tendría acceso a nuevas alternativas culturales en un proceso
de transculturización, sabiéndonos ya no más aislados del mundo, por nuestra
condición tercermundista, insertándonos y siendo parte de las novedades
informativas y culturales en “tiempo real”. Ya no habría que esperar años para
acceder a la cultura universal y a los últimos movimientos artísticos. Vino el
cambio. El desinterés por la lectura existió siempre. Los escenarios e
intereses del público dieron un giro. Sin haber asimilado muy bien ese
acercamiento cultural y literario, aún en desfase, nos actualizamos, tomándonos
por sorpresa el momento actual. Ruralidad con elementos tecnológicos.
Libros como los de Marco Carías: Nuevos cuentos de lobos (1991) y Una función con móviles y tentetiesos
(1980) resistieron el tiempo y Cronos les otorgó la gracia de ser
imperecederos. Antes de él se consagraron otros nombres como Froylan Turcios
con un estilo entre romántico, gótico y fantástico; Arturo Martínez Galindo y
sus Cuentos completos, editado por
Óscar Acosta en 1996, quien a su vez publicó El arca, su primer y único libro de cuentos, en 1956; Eduardo Bähr
y Julio Escoto en la década de los setentas, siendo el primero el más afín a la
nueva generación de narradores por hacer uso de un estilo basado más en la
transparencia y de prosa no barroca, heredera de la narrativa anglosajona, lo
que con el paso de los años encontraríamos en Rey del Albor, Madrugada (1993); de Roberto Castillo, sus momentos
cumbres en la narrativa los encontramos en La
guerra mortal de los sentidos (2002) y La
tinta del olvido (2007), de sus libros publicados; Armando García
contribuye a la conformación de esta vértebra al escribir el prólogo “El dolce
stil nuovo en el mundo garcíamandiano” (Hechos
necios que acusáis, 1996) que tiene fuertes conexiones con “Algo está
gestándose”, de Marcos Carías, algunos cuentos de La tinta del olvido, y algunos relatos de Los inacabados (2006), de Gustavo Campos, y “El discreto encanto de
la H” (Las virtudes de Onán, 2007),
de Mario Gallardo. A este bloque se suman María Eugenia Ramos con Una cierta nostalgia (2000); Felipe
Rivera Burgos con “Una visita” (Para
callar los perros, 2004); Dennis Arita con Música del desierto (2011); José Raúl López con Perro adentro (2015) y Kalton Bruhl con
la novela La mente dividida (2014) y
el libro de cuentos El último vagón
(2013). Otros nombres se suman a esta lista como el del novelista y poeta León
Leiva Gallardo con sus novelas Guadalajara
de noche (2006) y La casa del
cementerio (2008); Roberto Quesada,
Jorge Medina García, Marta Susana Prieto, Jessica Sánchez, Giovanni Rodríguez,
Ludwing Varela y Gustavo Campos son algunos de los escritores que también
destacan (Para ampliar el listado de autores léase “Negatividad y disonancia en
la literatura hondureña actual”, de Héctor Miguel Leyva). Y la recién
incorporada Ondina Zea, con Bajo un mismo
cielo, entre el relato de viaje y el diario pluricontinental.
Kalton, el escritor invisible
F. Schlegel opinaba que la teoría debía
entenderse en su sentido originario como contemplación espiritual del objeto,
como una observación (que eso significa theoría
en griego). La presente aproximación parte de esa premisa de contemplación y de
la relectura de la obra de Kalton Bruhl.
Alguien dijo en una ocasión que hay
gente que porque sabe leer y escribir, cree que sabe leer y escribir, pero este
no es el caso de Kalton Bruhl. Digo, con conocimiento en la materia, que hay
muchos autores que conocen las reglas de la escritura, pero no saben escribir,
como sentenció Sean Connery. Bruhl cuenta con la habilidad innata de creación.
Desconocido en nuestro país, tiene el mérito de ser uno de los escritores
hondureños más antologados en el extranjero. Recién se le otorgó el máximo
premio de las letras nacionales: Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa
2015”. Es uno de los dos o tres autores en recibirlo antes de los 40 años.
Julio Escoto es uno de ellos. Además es miembro de número de la Real Academia Hondureña de la
Lengua. Hace poco, para sorpresa mía, y de muchos, en Diario el Mundo.es lo
destacaron como uno de los escritores más representativos del habla hispana en
la actualidad.
Es harto conocida la reflexión bíblica
de “nadie es profeta en su misma tierra”. Y Bruhl, infatigable lector y
obsesivo buscador de concursos literarios, padece del mismo mal. Mezquindad,
egocentrismo y envidia conforman el ambiente literario del país. Necesario y
divertido. Sin embargo, Kalton ha elegido la creación sin respirar esos aires
tóxicos de las reuniones sabihondas y de los compadrazgos. Parecido al caso de
Roberto Castillo y Dennis Arita, él prefiere alejarse del “mundanal ruido” del
egocentrismo absoluto, así como lo sugiriera Virginia Woolf para no “quemar” su
talento en rencores y envidias.
¡Que los enceguecidos sean otros!
En sus escritos puede percibirse
naturalidad y sencillez que hacen que el lector se interese. Su narrativa está
en permanente rebelión contra el aburrimiento y la mediocridad. En ella hace
gala de sus conocimientos culturales y reescribe algunos mitos. Una de las señas que busca un lector cuando toma
un libro cualquiera ya sea de poesía o narrativa que ha abrevado de los mitos
es encontrar una reinterpretación, que esa materia mitológica haya variado en
su sentido mostrando cierta originalidad al abordarlo. Y en este caso Kalton
Bruhl genera nuevos planteamientos, nuevas preguntas y respuestas. Ha pasado
por un proceso de “reescritura” o de actualización de su valor simbólico.
Lo
fantástico, el humor negro y la ciencia ficción son parte de sus huellas. Sus
autores preferidos son Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Phillip K. Dick, Richard Matheson e Isaac Singer,
entre otros.
Empedernido
cinéfilo, hacker de e-book, lector de kindles, desde que ganara
en 1994 el Premio Grupo Ideas ha venido coleccionando premios a nivel nacional
e internacional.
Altibajos y cumbres
Rara vez la obra de un autor es
homogénea. Siempre hay altibajos. Más aun en países pobres donde el estímulo
del pensamiento y la creación no son prioridad, como apunta César Aira en su Diccionario
de autores Latinoamericanos sobre tres escritores jesuitas de la época
colonial: “Los tres brillaron fuera del país, que no daba mayores oportunidades
al cultivo del intelecto”. Y en este autor hondureño vuelve a cumplirse tal
reflexión. Sin embargo, en la literatura no todos suelen alcanzar momentos
cumbres. Otros sí. Algunos sin talento, otros con él. Algunos, carentes de
talento, conocen el valor de la disciplina y la convierten en su mejor carta,
sin embargo, pese a que pueden lograr una obra digna y meritoria, ésta corre el
riesgo de disiparse pronto. Kalton ha alcanzado algunos momentos cumbres, que
lo ha hecho merecedor de ser incluido en más de medio centenar de antologías y
haberse acreditado muchos premios y menciones. La literatura como ejercicio de
transición entre el olvido y la posteridad lleva consigo una constante
búsqueda. Y existe una literatura producto de ellas. Kalton sigue tal premisa y
apuesto que escribirá una que no sea únicamente importante en Centroamérica,
sino fuera de nuestras fronteras, y ya ha comenzado a rasgar ese inaccesible
velo de la trascendencia literaria.
Algunos vagones
Entre sus textos más sobresalientes
están “Votos nupcionales”, “El último vagón”, “Banana Republic”, “El secreto”,
“Saqqara”, “El mejor recuerdo”, “El origen”, “El otro”, , “Devaluación”, “Esa
mañana”, “El reino”, “Tentación”, “Sedición”, “El francotirador”, “Licitación”
y la novela La mente dividida. Por supuesto, no pretenderé extenderme
tanto ni reseñarlos todos, con unos cuantos bastará para incentivar la lectura
de su obra.
En “El último vagón”, el señor Nelson,
maquinista de un tren de cargas, a su reencuentro con su hija, abandona su
último “vagón” tras ser revelada una conmovedora nota que recuerda posiblemente
la escena final de La notte de Antonioni. La diferencia es que el
personaje ha olvidado que la lleva consigo y no se aclara si es de su autoría o
la copió de Reader's Digest. Pero quien se percata de ese profundo sentimiento
de liberación es su hija al ayudarlo a incorporarse y sentir, por su ligereza,
el desprendendimiento del peso muerto e inútil de ese último vagón cargado de
afectos, sentimientos, deseos y compromisos. El cuento es una conmovedora
metáfora del paralelismo entre viaje físico, afectivo y espiritual
y de la honda ternura que suponen las
relaciones padre-hija: “Te agradezco que no me hayas dejado solo ahora que mi tren ha
cambiado de rumbo y viaja, ya sin retorno, hacia el olvido”.
Pedro Pujante opina que El último
vagón (finalista del VII Premio Internacional de Relatos
Vivendia-Villiers): “expone su visión de la vida como un tren a través del cual
vamos acumulando, transportando recuerdos. La metáfora puede igualmente servir
para fotografiar un libro de cuentos breves, que como vagones se anudan unos a
otros conformando un alargado entramado de piezas que se deslizan
independientes pero compactas en forma de libro-tren por las vías de la
literatura actual.”
En “Votos nupcionales”, Charles Miller,
de “calvicie incipiente” de “monje medieval”, se casa con una antigua reina de
belleza e integrante del equipo de porristas. El cuento refleja la sociedad
capitalista y competitiva y los complejos y frustraciones del personaje que
bien pudiera recordarnos algún personaje de alguna novela de John K. Toole.
Miller, hombre feo e inseguro, es
contrapuesto con Peter Norton, cuyo físico -apuesto- y éxito lo hacen un
ejemplo de la autorrealización personal y profesional. En la historia se
entretejen la frustración ante la incapacidad de ascender de estatus social, el
pesimismo producto de lo que considera un futuro irrealizable, los sueños y
planes truncados que se traducen en la no materialización de la posesión de
bienes, lo cual lo conlleva a dudar del amor de su esposa y sospechar de una
posible infidelidad. El personaje, con los pies soterrados en la realidad
abrumante de la sociedad, donde la estética es prioridad, se interroga, con
preocupación, si su esposa: ¿“prefería su insignificante compañía a la de un hombre atractivo
y exitoso”?
Con un final inesperado, este cuento
hace gala de sus mejores dotes narrativos.
(No sé por qué este cuento me recuerda
mucho a “Charles Atlas también muere” de Sergio Ramírez, más que por la
coincidencia de nombres, creo que se debe a su lenguaje. Y quizás la narrativa
de Kalton Bruhl sea una de las que más se equipare a la de Dennis Arita, de
regusto anglosajona).
En “Banana Republic”, el autor construye
una concisa reescritura de la historia referente al paso del filibustero
William Walker por C.A. Aquí con un mínimo de recursos expresivos logra un
texto que ya es de indispensable lectura para el Itsmo.
El personaje de “El reencuentro”
comparte características con el de “Votos nupcionales”: un caricaturesco
personaje de cine hollywoodense enajenado por los vídeojuegos recibe la visita de
la “rubia más impresionante que había visto en su vida”, quien resulta ser su
ex compañera de colegio, Samantha, a quien los remordimientos por las
humillaciones inflijidas a “Archivaldo” la llevan a “repararle” su “autoestima”
a través de un encuentro sexual inesperado. Erotismo y humor se conjugan en
este relato. (La característica que conecta a Archivaldo con Charles es la
repetición de personajes “loosers” e inadaptados, sin los mejores atributos
físicos).
“El
otro” forma parte de la antología Kafka (España, Ediciones Irreverentes,
2016) cuyos temas son en torno a la vida y obra de este escritor. En este
cuento Kalton se vuelve personaje e imagina un encuentro con Max Brod. Pedro
Amorós destaca del cuento: “La elegante escritura de Harold Bruhl se combina
con el tono nostálgico de la
historia.”
Ejercicio de reescritura. Su mérito quizás sea el de encontrar un intersticio
de la historia para crear este parentésis de índole fantástico.
“Saqqara”
se adscribe al género de ciencia ficción y está ambientado en el año 2098.
Sociedad caótica cuyos avances tecnológicos jamás llegaron. Tampoco la ciencia
llegó a descubrir las curas de las enfermedades mortales como el SIDA y el
cáncer. Su visión es escéptica con respecto al futuro: “pensaste que en el
algún lugar, cubierta por una gruesa capa de vegetación, debía existir una
enorme etiqueta con la fecha de expiración del planeta”. El acaparamiento de
recursos naturales que en tiempos pasados fueron detonantes de las guerras
mundiales como la explotación de petroleo y agua fueron sustituidos por las
drogas. Se invierte el orden natural del mundo y los muertos no son más los
latinoamericanos sino “rubios” y de “piel blanca” pertenecientes a los países
del primer mundo: “todo iba bien mientras los muertos los proporcionaran los
países del Tercer Mundo”. La ONU retomó su papel “importante” en la humanidad y
una vez legalizada la drogra se encargó de su producción, distribución y venta,
lo que llevó a un conflicto de intereses entre diferentes organismos internacionales:
OEA, OTAN y ONU. Los cascos azules se convirtieron en paramilitares y luego en
un Cartel.
El personaje principal es un sacerdote
(hermeneuta cuasi filólogo) jubilado contratado para convencer a las masas de
viajar a Marte. En un imaginativo despliegue de humor se abordan temas como el
racismo, religión, historia y política exterior. Sin duda un texto breve no
carente de irreverencia y herejía...
Kalton y su mente dividida
Willis McNeally decía que el verdadero
protagonista de una novela o de un relato es una idea y no una una persona. Y
Kalton Bruhl lo sabe y nos guía a través de La mente dividida, “híbrido
entre el terror sicológico, la ciencia ficción y la novela negra”.
Comienza con la sangre goteando de un
cuchillo y la descripción de un ambiente extraño. Luego, el extrañamiento del
personaje, irreconocible para sí mismo, como si en un rapto de locura se
hubiera convertido en otro, al estilo de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Desde su
comienzo mantiene al lector a la expectativa, en una tensión que va aumentando
conforme avanza.
El personaje es un profesor de
filosofía, huraño y excéntrico. Evita las reuniones gremiales y académicas.
Pocas cosas le interesan. Depresivo y ansioso, tras descubrirle un tumor en el
cerebro, le diagnostican cáncer. Su lenguaje cristalino es fundamental para que
la historia fluya naturalmente. Su capitulación es acertada, de breves
capítulos que estimulan la lectura.
Pasa del diagnóstico de cáncer (tumor
adenocarcinoma) en el cerebro y luego transforma el diagnóstico en una alegoría
de la maldad o desarrollo de la maldad devenida en paranoia o delirio. El
suspenso aparece en los primeros capítulos cuando se espera que el personaje
vuelva a las salas hospitalarias para procurar su cura, pero, contrariamente,
nace ese otro personaje (como en los casos de Dr. Jekyll y Mr. Hyde o el
personaje famoso de Hitchcock, Norman Bates, o de otras fuentes de índole
interdiscursivo –novelas y cine de serie B–) llamado Fred –por el epígrafe y
porque Jeff también se emociona al saber que se llama como Nietzsche–, para
luego adentrarte en disquisiciones filosóficas morales, existencialistas y
lacanianas, por la escisión del yo, y freudianas por el desaforo o rapacidad
sexual que experimenta, con teorías que bien podrían pertenecerle al mismo Giovanni
Papini. La dualidad psicológica del autor y el tema del doble son elementos
fantásticos ya antes explorados.
“El
huésped” simboliza algo maligno en la dualidad cáncer/amoralidad y suplanta al
personaje Jeff, quien en apariencia es muy débil e ingenuo.
El nombre de Samantha reaparece en la
novela (Recuérdese “El reencuentro”) y a diferencia de su cuento el personaje
sí se deshace de ella. En el capítulo 9, después del asesinato de Jasmine,
tiene atisbos de humor la indignación de Fred al ser comparado con Jack “El
destripador”.
Es Fred, entonces, quien lo impulsda a
cometer una serie de feminicidios.
Algunas consideraciones a destacar:
Aparece la voz de Friedrich Nietzsche,
diferente de la dualidad mostrada por Shakespeare, Stevenson y quizás más
cercana a Tolkien:
–¿Como Nietzsche?
–preguntó, casi seguro de haber acertado.
–Exactamente –le
respondió la voz– pero como nosotros somos amigos, puedes llamarme Fred.
La
correspondencia silábica entre Jeff y Fred cohesionan mejor al personaje.
El
personaje cita a Nietzsche en su reflexión sobre la moralidad y
amoralidad:
–Nada, sólo tu
felicidad y, claro, deseo realizar un experimento y convertirte en el primer
superhombre. Quiero verte por encima de la moral. Me parece que es el mejor
homenaje que puedo hacerle a mi ilustre tocayo.
El
humor es una de las características de la narrativa de Bruhl:
“Dedicaron largas
horas a estudiar docenas de ejemplares de la revista Cosmopolitan. Analizaron
artículos tales como 'Diez errores fatales durante la primera cita', 'Diez
señales para saber si es un caballero o un patán' y, por supuesto, 'Conviértete
en una detective sexual. Diez signos para adivinar cómo será en la cama'.
Evidente
fan de películas o teleseries investigativas como NCIS, La ley y el orden y de
novelas policíacas:
–Mañana comprarás
neumáticos nuevos –le aconsejó Fred– seguro que cuando encuentren el cuerpo
vaciarán yeso sobre las huellas, para hacer un molde. También te desharás de
tus zapatos, lo único que averiguarán es el número que calzas.
Honduras,
con una de las tasas más altas de homicidios, no podría esperarse menos que la
imaginación de Kalton Bruhl intentara recrear uno de los tantos feminicidios
registrados en el país:
Jeff
la tomó del cabello y la sacó por la ventanilla. La arrastró algunos metros,
fuera del alcance de la vista de cualquier conductor que transitara a esas
horas, luego la lanzó contra el suelo y comenzó a darle puntapiés. Jasmine
intentaba protegerse la cabeza con las manos, suplicándole que se detuviera.
La
novela también refleja la violencia contra la mujer desde una óptica filosófica
y “racional” del personaje Fred/ Jeff.
Más
que nada se llenaba de remordimientos por lo que le hacían a esas pobres
mujeres. A veces procuraba tranquilizar su conciencia, diciéndose que en
realidad les hacía un favor, que seguramente les estaba brindando la única
posibilidad que tendrían de sentirse, al menos por unos días, deseables e
importantes.
Lo
grotesco, el morbo y obscenidad se evocan como en el lenguaje semiótico de los medios de
comunicación local sensacionalistas, amarillistas y la búsqueda de la nota
roja:
El
cráneo estaba partido a la mitad y en el medio quedaba un revoltijo de
cabellos, huesos, dientes, sangre y masa cerebral.
Se
destaca el papel de los diarios en la difusión de las noticias tipo nota roja
que justifiquen la labor del medio:
Los
diarios publicaron en las primeras páginas las noticias. La brutalidad que
habían empleado y el hecho de que las víctimas fueran prostitutas,
proporcionaron a los periodistas los elementos necesarios para crear una buena
historia.
A
pesar que es una novela de ficción, también es importante resaltar que la edad
de las víctimas escogidas por Fred oscila entre los veinte y treinta y cinco
años y estas cifras coinciden con las estadísticas nacionales de muertes.
El final es abierto a varias
interrogantes. Como una especie de alquimia, el cáncer se convirtió en demonio,
en la materialización de la maldad. Lo que nos queda claro es que en la novela
Fred luchó por afirmar su derecho de existir.
Son el misterio, la tensión psicológica
y los crímenes los elementos que se conjugan en La mente dividida.
El
Kalton del futuro
Imaginemos a Kalton
Harold Bruhl abandonando su trabajo como funcionario público y de notario tras
ganar un premio que le permita no seguir robándole el tiempo a su trabajo y
familia, ¿qué ocurriría?
Kalton es un lector y
escritor que seguirá “agarrando pata” en los concursos literaros. Y, a pesar de
su actual imposibilidad de no dedicarse de lleno a la labor creativa, que le
permita dejar en el pasado los gazapos y algunas frases que pudieran
construirse mejor y ser más oportunas, y que oculten algunas costuras todavía
evidentes en parte de su obra, como consecuencia de ese tiempo que la vida
sigue robándole como escritor a sus treinta y nueva años de edad, seguirá
creando mundos, que al final es para eso que ha nacido -y también para
dedicarse a la abogacía- y no para andar destruyéndolos cual personaje
marveliano.