sábado, 18 de noviembre de 2017

MAR DEL DESTIEMPO. Hernán Antonio Bermúdez.






 Hace un año, en noviembre del 2016, se publicó en El Salvador (proyecto editorial “La Chifurnia”) el cuadernillo de poesía Mar del destiempo de José Luis Quesada.

  Como en sus poemarios recientes El hombre que regresa (2015) y Crónica del túnel y sus inmediaciones (2016), ambos publicados en Costa Rica, Quesada despliega una escritura única en su género, pues edifica un universo en sí mismo, como un pequeño reino entre colinas (p. 3), donde el lector puede deambular, reingresar, abandonar e incluso extraviarse a voluntad.

  Versado como pocos en su oficio (su primer poemario propio data de 1974), José Luis Quesada hace gala de una admirable soltura en la forma, pese a las curvas a menudo apretadas de su producción poética: ¿Qué caso tiene ahora lamentarnos, / malheridos por la nostalgia/ de nuestras mutuas pérdidas/ en el mar del destiempo? (p.5).

  El autor escribe, como siempre, según sus inclinaciones personales, se instala en El mar del destiempo como quien está en el centro de su querencia, y es ahí cuando le es dable descorrer un instante el velo de las cosas (p. 3).

  La nota predominante es su desenvoltura literaria: el poeta Quesada se embarca en tramas verbales en las que las palabras, dóciles, se someten por entero a sus designios, como sólo él es capaz de idear. Así, su vocabulario rampante constituye esa materia prodigiosa (p. 7) con la que dota a su obra de una coherencia arquitectónica, acaso única en la poesía centroamericana.

  Y eso lo consigue con un manejo expresivo que suele ser austero, que incurre incluso en lo que en el mundo anglo-sajón denominan understatement, vale decir, la actitud de contención (y de auto-ironía) que conduce a atenuar los énfasis, a bajarle el tono a las afirmaciones.

  De manera que en Mar del destiempo vuelve a fluir el virtuosismo de una pluma que sabe …apreciar/ el prodigio/ de las buenas palabras (p. 8), y de allí emerge inclusive la angustia de nuestra sociedad, como se pone de relieve en ese poema “emblemático” que es “Cada día”: ¿Por qué mueren tantos? / ¿Por qué en este país a diario mueren tantos? / (…) Pareciera que aquí ya nadie es inocente (p. 9).

  Pero fuera de aludir a los males y pestes del mundo circundante, en el que estamos atados a la inmovilidad de la desesperación (p. 18), la voz del poeta alcanza las cotas más altas de creatividad al rendir el tributo que cuadra a los/ amores imposibles (p. 22), pues como afirma al final de Mar del destiempo:

El amor tiene que ser discretamente invisible. / Nunca me descubriré ante ti, / pero un vislumbre de mis ojos te llegará en las noches (p. 22).

  José Luis Quesada, inimitable maestro de varias camadas de poetas, pone en claro, pese a la brevedad de este cuadernillo, el rigor y la riqueza de su quehacer literario.
      


Tegucigalpa, 13 de noviembre del 2017