viernes, 11 de enero de 2013

El aterrizaje forzoso de la literatura hondureña. Por César Aira




Curiosa la omisión que César Aira hace del poeta más "representativo" de Honduras, pese a que aparecen en el diccionario poco más de una treintena de escritores latinoamericanos nacidos entre 1930-1940. 
Recuerdo que en una ocasión el poeta Livio Ramírez se refirió a Roberto Sosa como el poeta más publicitado. No obstante, dejando de lado el morbo que despierta tal omisión, lo más interesante son dos acotaciones que Aira hace respecto a nuestro país, el cual define como una de las provincias más pobres del Istmo, inobjetable y aplaudible criterio, y son las siguientes: "un país que no daba mayores oportunidades al cultivo del intelecto", frase que no pierde vigencia en la actualidad del siglo XXI, y la segunda sobre la pobreza de nuestra producción literaria, en términos cualitativos y no de abundancia. 
En una próxima entrada subiré las reseñas correspondientes a los escritores hondureños. 
A continuación nuestro lugar en el diccionario: 


Honduras

Honduras fue la provincia más pobre de la capitanía de Guatemala, e igualmente pobre fue, y ha seguido siendo, su literatura. En la época colonial sobresalieron tres letrados, los tres jesuitas: José Lino Fábrega, quien desterrado en Bolonia tradujo el Códice Borgia; Juan Cerón, gran orador sacro; y Juan Ugarte, misionero en la Baja California. Los tres brillaron fuera del país, que no daba mayores oportunidades al cultivo del intelecto. Sólo en 1829 se instaló en Tegucigalpa la primera imprenta.

La primera figura de cierto relieve intelectual es la del franciscano José Trinidad Reyes, cuyo nombre se recuerda como el del fundador de la cultura hondureña. Junto a él, José Cecilio del Valle, personalidad de matices más bien políticos.

La poesía asoma en el modernismo con dos escritores apreciables: Froylan Turcios, y sobre todo Juan Ramón Molina. Siguen siendo ellos los primeros nombres de la literatura hondureña, que en el presente siglo dio pocas obras perdurables. La lista podría sintetizarse en el nombre del infatigable Rafael Heliodoro Valle, que fue conspicuo antologista y difusor de las letras de Honduras y Centroamérica, y buen escritor él mismo.
 

Jose Cecilio del Valle, 1780-1834.
José Trinidad Reyes, 1797-1855.
Rómulo E. Durón, 1865-1942.
Froylan Turcios, 1872-1943.
Lucila Gamero, 1873-1964.
Juan Ramón Molina, 1875-1908.
Rafael Heliodoro Valle, 1891- 1959.
Arturo Mejía Nieto, 1900-1972.
Marcos Carías Reyes, 1905-1949.
Claudio Barrera, 1912-1971.
Argentina Díaz Lozano, 1912.
Eliseo Pérez Cadalso, 1920.
Óscar Acosta, 1933.


César Aira, Diccionario de Autores Latinoamericanos. Argentina, 2001. Ed. Emecé - Ada Korn. 


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Contratapa del libro: 

"Único en la bibliografía sobre la materia, este diccionario expone las riquezas de cinco siglos de literaturas americanas desde la perspectiva personal de un lector voraz, que renueva la consideración de las figuras canónicas y "apunta a los buscadores de tesoros ocultos", rescatando con fruición escritores raros y excéntricos. "Es con esa intención - advierte César Aira - que me extiendo en desconocidos y olvidados, y mucho más en el pasado que en el presente; no he incluido autores surgidos en los últimos veinte años". Con rigurosa erudición y gustos desprejuiciados, Aira propone una obra útil para la consulta y de atractiva lectura. Narradores, poetas, dramaturgos alternan con historiadores, científicos, periodistas, cronistas antiguos y modernos, utopistas y aficionados. Un original sistema de doble remisión permite la búsqueda de nombres individuales y el rastreo de panoramas por país o por época. En los tiempos que corren, este libro constituye un esfuerzo monográfico excepcional.


jueves, 10 de enero de 2013

No estoy solo. Rainer Maria Rilke

R. M. Rilke


No estoy solo


No estoy solo jamás.
Muchos de los que vivieron antes que yo
y de mi huyeron
tejieron,
tejieron lo que soy.
Y si me siento a tu lado
y dulcemente te digo: he sufrido
¿me oyes?
Quién sabe quién
lo murmurará conmigo.


miércoles, 9 de enero de 2013

Una poética de lo fragmentario.



Los versos entre dientes de Gustavo Campos


“Nunca me conmovió el dolor de un desconocido” o “Mi dolor no es una mariposa”, estas y otras son las frontales aseveraciones que Gustavo Campos pone en ristre para confrontar al lector de su poemario Desde el hospicio, un manifiesto rabioso y entre dientes que hace de la desolación y el abandono su afirmación poética. Gustavo Campos sabe reconocerse en esta contundente visión del acto de creador, dentro del cual lo piadoso es distractivo para arrancarse –literalmente- las fibras que menos contribuyan a la conformación de una estética descarnada, completamente acorde con el signo de estos tiempos; y para ello, con cada poema va expulsando del templo a los mercachifles intelectuales, ya sean estos lectores o escritores, aliterados o esnobistas: “Veo hombres acorralados –nos dice-, algunos por nostalgias, otros por demencia…”. Desde el hospicio puede ser el lugar de retiro de un creador y a la vez el encierro destinado a todos los “ángeles de sobriedad”. Un libro que inquieta, sin duda alguna, sobre todo en medio de la angustiosa búsqueda por la seguridad intelectual. 

Reseña en la revista Nosotros (abril, 2009)