Antes de leer el texto siguiente téngase en cuenta el olvido: mi mal educada memoria ha restado consistencia y relevancia a conceptos e ideas precisas expresadas por los conferencistas, sólo ha quedado una huella de huella...
Breve Crónica de impuntualidades y sincronías
o “afinidades” literarias.
22 de abril.
5:30 a.m. Aeropuerto
Villeda Morales de San Pedro Sula. (Imagine hora y media de trámites y esperas
aeroportuarias). Abordaje: 7:00 a.m. Aterrizaje: 7:45 a.m. Toncontín. Salida
del segundo aeropuerto más peligroso del mundo: 8:15 am. (Edgar, Titi, help!)
[Tiempo privado*]
3:45 p.m. Atravieso la puerta del auditorio. Todo el público lo sabe:
he llegado tarde. El embajador de España Miguel Albero y Marcos Carías terminan
su disertación. Quedo de pie sin un plan inmediato, si sentarme a la mesa o
irme para el auditorio. Hernán Antonio me hace indicaciones (sugerencia) de
agregarme al grupo de conferencistas. Esquivo la cámara de video y escucho con
atención la disertación del escritor Miguel Albero sobre el estilo y el
lenguaje. (Punzón y cincel se me vienen a la mente, el Sr. Albero –de ahora en
adelante sólo diré su nombre y apellido- ha usado ambos vocablos como metáforas
de construcción literaria emparentándolas y partiendo de su uso con la labor
del ceramista o escultor). Dos temas importantes que abordó Miguel Albero fueron
la difícil tarea del traductor –por su propia experiencia- y el estilo del
lenguaje en la creación literaria. Por supuesto hubo ejemplificaciones, pero me
reservo esa confidencia que le pertenece al público asistente y no a ustedes
los lectores faltistas al evento. Luego mi turno. Me ceden el micrófono y con
él toda la atención del auditorio y la responsabilidad ineludible de
disculparme por mi llegada tarde. Cumplo con mi labor de buen cristiano, y
entro de lleno, aventurándome, a encontrar algún intersticio dejado por él que
me sirva de camino a la charla. Me integro airosamente con un malabar teórico
sobre el lenguaje, pensamiento y creación, y agrego a los puntos expresados por
mi predecesor el ritmo, el tono y lo contextualizo con ejemplos sobre la nueva
narrativa de la costa norte -Rodríguez, Gallardo, Arita- y nuestras deudas con autores como Marcos Carías y
Cardona Bulnes, entre otros. Avanzan las palabras, el pensamiento me guía,
haciéndose el coherente, mientras mi boca solo “blah blah blah…”. Concluyo con
prontitud y Miguel Albero retoma nuevamente el micrófono y retroalimenta y
agrega nuevas ideas sobre construcción de novelas, seguido de una pregunta a
Marcos Carías sobre “arquitectura novelística” y novela histórica. Marcos Carías
revela secretos del oficio de novelista e investigador y su técnica de poda en
las correcciones. Otros temas que nacen del conversatorio son las influencias
artísticas, referencias intertextuales. Miguel Albero dice que admira a Roberto
Bolaño y que además es quien más ha influido en la literatura en Latinoamérica –yo
agregué que Vila-Matas también es de la especie de Bolaño-. Menciona a Javier
Cercas, en relación al tema de novela histórica –yo solo he leído Soldados de
Salamina- y luego hace una relación del autor como jugador, como autor lúdico,
que se divierte construyendo novelas, entre ellos Perec y al grupo Oulipo.
Cortázar reluce y también sale a colación el ya finado García Márquez. Ya antes
se ha hecho mención de Una función con
móbiles y tentetiesos y de su entramado de ritmo, dilación y sorpresa. En algún
momento caemos en la conversación sobre Leopoldo María Panero, debido a “La
Parte de Fate”, de 2666, ya que Marcela Carías ha mencionado Los detectives salvajes y 2666. En otro momento, hago una
observación sobre lo que Miguel Albero llamó “las servidumbres de género”, en
relación al estilo propio de cada género literario y le pregunto si no le
gustan esos juegos donde la hibridación se tensa hasta puntos donde es
irreconocible distinguirla y etiquetarla y menciono el caso de Carrión y Agustín
Fernández Mallo, a quienes también ha leído, y vamos platicando, en este punto
es cuando el da su opinión personal –con la que coincido- y que ya había sido
mencionado unas líneas arriba con Perec, Cortázar, el Oulipo. El conversatorio
ha seguido a buen ritmo, fluido… Marcos Carías ha tenido intervenciones
precisas e irónicas sobre el escritor, la edición, las palabras y las puntuaciones,
y sobre el ausente mercado editorial para promover las obras de los autores
nacionales. Ha habido intervenciones muy buenas de parte del público y una
intervención “cándida” con reminiscencias sobre el lazarillo de Tormes que hizo
al señor embajador contestarla. Concluyendo, la mesa espera los aplausos, que
no llegan –esto por supuesto es una vil mentira mía-, pero antes Hernán Antonio
interviene y felicita a la Dra. Joya y a los organizadores por la reunión de
Marcos Carías y Gustavo Campos –vuestro servidor- cuyas novelas Una función con móbiles y tentetiesos y Los inacabados, respectivamente, son tan
cercanas y a la vez tan diferentes, en términos de “no manejar un plan novelesco
convencional”, además de puntualizar “la diferencia entre las generaciones a
las que pertenecen, el primero nacido en el 38 y el segundo en el 83” –aunque nací
en el 84-.
Al final, con Miguel Albero
hablamos un poco de Panero, Ciorán y Buzzati y quedamos a la espera de otro
encuentro que nos lleve a encontrar más concordancias literarias, pero también otras
pláticas que incluyan disentimientos. Por mi parte sé que tengo
mucho que aprender de él. Y comienzo oficialmente la búsqueda de sus libros
publicados, los cuales espero encontrar.
Para mí fue un grandísimo honor
haber compartido mesa con ambos escritores: Marcos Carías y Miguel Albero.
5:30 p.m.
[Tiempo privado*]
*Censurado.