domingo, 28 de febrero de 2016

“Tobías el taimado y Raúl el roña". Isaac B. Singer

 Isaac B. Singer

Al pobre Raúl
se le murió...
su candelabro azul.
Y sus grandes cucharas,
ya no paren hijas
¡Se han vuelto avaras!
Y él come que come
su comida barata
y sueña, el pobre, que tendrá
¡nietos de plata!

(Isaac B. Singer, del cuento “Tobías el taimado y Raúl el roña")

miércoles, 24 de febrero de 2016

Sobre la dignidad del oficio de escribir


William Kentridge

María Eugenia Ramos


Para nadie es una novedad que soy una escritora que hace mucho tiempo no escribe. De hecho me siento un poco avergonzada cada vez que me invitan a un evento literario en otro país, porque sé que en Honduras hay compañeras escritoras y escritores varones seguramente con mayores méritos, que se esfuerzan por escribir y publicar de forma digna. No me refiero, desde luego, a quienes "escriben" solo porque sí, porque quieren que se les llame poetas, o cuentistas, o novelistas, ni a quienes publican compendios o reediciones de sus obras para venderlas en un mercado cautivo de estudiantes universitarios y de secundaria. Aparte de estos personajes, en Honduras hay gente de distintas generaciones, pero especialmente en sus treintas, e incluso de menor edad, que tiene verdadera pasión por la literatura como oficio. No es casual, por ejemplo, que Martín Cálix haya ganado el importante premio de poesía joven Martín García Ramos, de España. Es el resultado de un contexto generacional que ya no se conforma con lugares comunes y se está abriendo camino a pesar de las adversidades del medio.

Después de haber publicado Una cierta nostalgia, ese modesto librito que me abrió las puertas de numerosas antologías centroamericanas de cuento, y también del programa "25 secretos literarios" de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, hace cuatro años, no he tenido más que ideas creciendo en mi cabeza y atropellándose con tanta intensidad que me duele. Soy una escritora que no escribe, y eso es triste. Pero sé que dentro de mí aún quedan rescoldos de esa llama que las circunstancias se empeñan en apagar. Por eso mismo me alegra tanto encontrar —y encontrarme— con gente joven que ha asumido con mucha seriedad el oficio de escribir. Sinceramente espero que lo sigan haciendo, que no dejen que las y los devore este medio mezquino de lo que un día llamamos país; y, sobre todo, que tengan la oportunidad de irse a seguir creciendo en otros horizontes. Si yo pudiera, me iría mañana mismo, con la seguridad de que en otro medio escribiría todas esas historias e imágenes que me asaltan cada día mientras lucho porque mi situación personal no me asfixie; pero por mi edad y circunstancias ya no puedo hacerlo. Entonces, háganlo ustedes, chicas y chicos, salgan de este lugar que desgraciadamente —y no tienen idea de lo que me duele decirlo— ya no tiene nada que ofrecerles. Váyanse y vuelen hasta donde sea posible, "al infinito y más allá". Después, si así lo desean, regresen; pero habiendo escrito sus obras, porque desde aquí no es imposible, pero corren el riesgo de quedarse cortos.
Luego de permitirme este desahogo, debo decir que siempre me ha parecido absurda esa forzada dicotomía entre los círculos literarios de Tegucigalpa y San Pedro Sula que desde los años noventa se han empeñado en vendernos. En ambos lugares, como en toda Honduras, hay una variedad de ghettos —prefiero el italianismo a la castellanización hecha por la RAE— que se caracterizan por la falta casi absoluta de crítica literaria. A falta de ella, tenemos cofradías de amigos y amigas que promueven o excluyen según sus afinidades, generalmente poco literarias y más de otra índole. Por lo general una observa y calla, o comenta cuando se considera —a veces equivocadamente— entre personas de confianza. Siempre he pensado que el tiempo termina por colocar las cosas en su lugar. A veces tarda, pero ocurre.

No obstante, es de reconocer que algunas veces surgen un par de trabajos fundamentados en criterios académicos. Entre ellos, quiero mencionar especialmente el de mi maestro en la UNAH, el doctor Héctor M. Leyva, Negatividad y disonancia en la narrativa hondureña actual. Sin duda es un brillante trabajo, aunque no comparto algunas de sus apreciaciones, especialmente las que —basándose en la opinión del diplomático y ensayista Hernán Antonio Bermúdez, quien merece todo mi respeto— sugieren que todo lo bueno en narrativa que se está haciendo actualmente en Honduras viene de la costa norte (en realidad se refiere a San Pedro Sula). No cabe duda que de allí provienen algunos escritores jóvenes talentosos, y allí estudió Jessica Sánchez, una brillante escritora de origen santabarbarense que no cuenta con la misma atención que los narradores varones, al menos no en Honduras, porque fuera de ella comienza a ocupar el lugar que se merece. El punto es que, de guiarse solo por esta opinión, todas y todos deberíamos estar rindiéndole reverencias a cierta narrativa, porque sería lo único que vale la pena, y afortunadamente no es así.

Todo esto ha venido a colación porque Gustavo Campos, uno de los jóvenes narradores reconocidos tanto por Bermúdez como por Leyva, ha tenido el coraje de contarnos los entretelones del oficio de escribir, precisamente en ese tan alabado núcleo de la costa norte. Y ha tenido eco en Martín Cálix, a quien ya mencioné como ganador de un importante premio español, y que también ha publicado en Guatemala un significativo libro de microcuentos, Lecciones para monstruos. Ambos se han referido al daño que le causa a la literatura el prejuicio y la misoginia que empañan la trayectoria de algunos escritores, los mismos que aparentemente están a la vanguardia de la narrativa hondureña actual, o al menos así lo creen los ensayistas antes mencionados. Y yo no puedo menos que unirme a su posición.

Martín ha denunciado que miembros de ese "núcleo de la costa norte" se han referido con menosprecio a Mayra Oyuela —en mi opinión una de las poetas más talentosas de la Honduras contemporánea—, afirmando que su excompañero sentimental (también poeta) le escribía los poemas. Yo tuve que soportar a un aspirante a poeta que, por medio de una red social, me escribió diciéndome, con expresiones que rayaban en la ofensa y el mal gusto, que admiraba a Mayra por su belleza física, pero no por su talento. Después de eso lo bloquée, por supuesto. Ojalá fueran solo exabruptos de borrachos y personas faltas de criterio; pero cuando los vierten individuos vinculados a medios académicos y literarios, y los repiten en distintos tonos y contextos, terminan afectando la dignidad, no solo de las personas, sino del oficio de escribir.

De todo lo dicho eximo al narrador Dennis Arita, uno de los tres escritores que el profesor Leyva incluye en su ensayo, porque no solo es un hombre de talento y perseverancia, sino que, muy sabiamente, se mantiene totalmente alejado de las cofradías literarias.

Todo lo anterior es solo la presentación de los artículos de Campos y Cálix, cuyos enlaces proporciono al final de esta entrada. Tengo entendido que también Jessica Sánchez escribirá su opinión, o la incluirá en un texto que está preparando para Literofilia, publicación digital editada por el escritor costarricense Warren Ulloa-Argüello; cuando tenga el enlace correspondiente lo agregaré.
Soy una escritora que no escribe, así que seguramente no seré mencionada y saldré ilesa del fuego cruzado que probablemente se dará por un tiempo en blogs y redes sociales. Y si tengo la "suerte" de que me mencionen, lo tomaré como publicidad gratuita, antesala de mi próxima obra.



Fuentes: DiSentimientos

En defensa de la integridad humana del oficio de escribir. Martín Cálix


William Kentridge

En 2011 yo tenía 27 años y recién publicaba mi primer libro. Cuando me acerqué a la oficina del departamento de la carrera de letras en la universidad nacional en SPS para regalarle un ejemplar de Partiendo a la locura (Ñ Editores, 2011) a una persona a la que dentro de mi ingenuidad yo consideraba un amigo, él me dijo viendo la portada de mi libro y luego poniéndole sus manos encima: «bien, ya hiciste el primero, hacer otro es difícil», luego lo puso a un lado y siguió en lo suyo, que quizá sería revisar exámenes de estudiantes o pasar notas, o revisar el plan de estudios del periodo, qué sé yo, la vida de un maestro de literatura en Honduras puede resultar ser excitante.

De ese primer libro jamás dije nada, y es que es tan malo, lleno de errores ortográficos y muchas otras cosas  que son producto de la ingenuidad del momento y de cometer el error de la autopublicación, muy poco puede resultar lo que en verdad hasta el día de hoy tenga valor dentro de ese libro, sin embargo, es a Partiendo... a quien yo le agradezco haberme llevado por otros caminos, es decir, que si no cometo ese error quizá seguiría escribiendo así o nunca hubiese publicado y quizá abandonar la idea de escribir habría terminado siendo la solución. No voy a decir que he mejorado, yo quiero creer que es distinto, que mi proceso creativo y también mi relación con la literatura ha «mutado». Antes de 2011 mi acceso a libros era escaso, luego de ese año conocí personas que me ayudaron a encontrar otras lecturas pero lo más importante es que en algunos y algunas encontré una amistad profunda que no estaba sustentada en la calidad de mi trabajo literario.

Es difícil escuchar a un poeta decir sobre una compañera poeta que su compañero también poeta le hacía los poemas, es decir, lo que este primer poeta decía en una conversación es que la compañera poeta no tenía forma alguna, ni herramientas intelectuales para escribir por ella misma sus propios libros y que eran finalmente escritos por el compañero de ella que también era escritor y que por ser hombre sí era considerado una persona con la capacidad intelectual para escribir por sí mismo y por terceros. La compañera a la que se refería era Mayra Oyuela y quien hacía esta aseveración era Marco Antonio Madrid, abalado por la risa de Mario Gallardo, maestros de la carrera de literatura los dos.

En el blog de mimalapabra Giovanni Rodríguez en una nota que titula «Narrativa hondureña actual: una voluntad posmoderna» en su primer párrafo se queja de las librerías o de que no existan éstas o de que la gente no lea, no me queda claro, lo que sí está claro es que Final de invierno (Il miglior fabbro, 2008) de Dennis Arita es un libro incomible, aburrido de principio a fin y que no es el libro que dicen que es. Con Las virtudes de Onán (Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, 2007) de Mario Gallardo pasa que no es un libro malo, tiene ciertos destellos, pero no es la brutal genialidad que Rodríguez dice que es, es decir, no es el santo grial de la narrativa contemporánea hondureña.

Gustavo Campos publicó en 2010 el libro Los inacabados (Editorial Nagg y Nell), que es el libro que yo considero nos terminó de dar un empujón hacia dentro a los que quizá éramos un poco más distantes de la órbita central de la literatura nacional actual, o del escenario de la misma, es eso lo que quizá quiero decir. Aquí es donde por primera vez veo la ciudad como elemento literario, como personaje y como síntoma de la narración actual, una narración marcada por la violencia, el alcohol, las drogas y el sexo, propios de una sociedad urbanizada y moderna (tomando con pinzas estos conceptos) algo que se vería más adelante con dos libros que yo los considero emparentados en cuanto a discurso narrativo, Poff (La hermandad de la uva, 2011) de Darío Cálix  y Autobiografía de un hombre sin importancia (Ñ Editores, 2012) de Ludwing Varela, para mí es aquí donde estamos hablando ya de un cuaje más concreto de lo que empezaría años atrás, estos tres libros son realmente un cambio significativo en el lenguaje a utilizar en la narrativa contemporánea del país.

Ahora, ¿qué pasa entonces con la tan trillada frase de Hernán Antonio Bemúdez: «el eje de la narrativa hondureña parece haberse desplazado a la Costa Norte», ¿a qué se refiere Bermúdez con esto?, ¿acaso el eje de la narrativa hondureña tomó unas vacaciones en las playas de Tela? Lo que sí queda bastante claro es que la interpretación de esta frase por parte de algunos escritores que se identificaron con ella de inmediato es que cuando Bermúdez habla de «la Costa Norte» se refería a San Pedro Sula y que cuando Bermúdez habla de «eje» se refiera a sus obras y que cuando Bermúdez habla de «narrativa hondureña» habla de ellos.

«El eje de la narrativa hondureña parece haberse desplazado a la Costa Norte», sí, así comienza el prólogo a Ficción hereje para lectores castos (Mimalapalabra, 2009) de Giovanni Rodríguez, una novela divertida, sin más, y es que en una ocasión me preguntaron cuál era la diferencia entre Cortázar y J. K. Rowling, yo contesté sin dudar que uno había construido una obra más cercana al oficio de cualquier artesano, como quien desmenuza el lenguaje para moldear una historia y que la otra escribía con el objetivo de entretener, nada más, que leer a ambos es tan válido como ver toda la saga de Rocky. En Ficcion hereje para lectores castos Rodríguez sí que nos muestra un lenguaje moderno, una historia que transcurre en SPS, una historia que nos mantiene entretenidos, pero eso, una historia que no nos lleva a ningún lado en especial.

En Infinito cercano (Letra Negra, 2010) de Jessica Sánchez vemos un lenguaje narrativo que nace en el interior de la ser humana que lo escribe, ¿acaso no es ésa la razón central por la que escribe quien escribe sino para salvarse de las cosas más profundas? Este lenguaje narrativo que resulta ser la intención de crear una realidad a la realidad misma (parafraseando a Campos acerca del libro). Existe un pacto entre narradora y quien lee, y es el de te contaré una historia, es ficción, puede que no haya pasado puede que sí, te va a entretener... y es que quien lee buscará siempre un libro que lo mantenga pendiente de lo que viene a la vuelta de la página y no uno que se caiga de las manos. Jessica Sánchez se convierte, en mi particular juicio, en una de las lecturas obligadas para terminar de entender la narrativa actual en Honduras, porque recupera a mi parecer la emoción de contar historias, la dulce sensación de una historia contada como quien nos acerca lo más que puede al pulso más profundo de un corazón vivo.

Entonces, olvidémonos por un instante que el eje de la narrativa hondureña está tomándose una cervecita y bronceándose en las playas de Roatán y centrémonos en lo que motivó este post: «Las contradicciones de misóginos y homofóbicos literatos de la costa norte o las cosas por su nombre», publicado por Gustavo Campos en su blog ayer 23 de febrero de 2016, en la que resume su accidentada amistad con el círculo de escritores de la Costa Norte es decir con los escritores sampedranos. 

A mí lo que me sigue pareciendo completamente desagradable en el asunto es que tras leer el post de Gustavo, yo sólo veo dolor, un dolor de circunstancias personales de las que yo no tengo licencia para opinar, pero sí la tengo para opinar sobre el actuar de autores hondureños de quienes poco o nada de valor humano se puede contar, de cómo el victimario se convierte en víctima de sus propios actos, es esto último lo que finalmente terminará de poner la tapa al asunto.

Quizá una de las cosas más absurdas es tratar de dividir a la literatura hondureña sin mayor criterio que el geográfico, los del norte que son la mera pija y los de la capital que no son... bueno, que son de la capital nada más... y así ahondar en un regionalismo que no resulta ser más que el pensamiento subdesarrollado de un grupo de escritores cuyos triunfos literarios no alcanzan para salir de las fronteras de este paísito, eso o que la mierda en la que vivimos cotidianamente y el calor de SPS les ha fundido sus cerebritos, luego salen estupideces como la de andar por ahí diciendo que la poesía ha muerto o queriéndoselas tirar de chistositos porque despotrican contra gays y mujeres por igual en sus blogs y cuentas personales en redes sociales, con ese ímpetu podrían dejar de escribir y venir a hacer stand up a Coyote y 1/2.

El punto es que todo esto seguirá ahí mientras sigamos dedicando tiempo y energía al chismorreo de las redes sociales y no a plantearlo por escrito pero sobre todo a despotricar contra los que despotrican contra todo. Y no son sus obras siquiera de las que hablamos sino de la tan reprochable actitud de desvirtuar todo lo que se hace y la misoginia y la homofobia, que en una sociedad que se presume adelantadita estas cosas son completamente intolerables.

Todo este asunto en parte se debe a la ingenuidad con la que vemos las cosas, si Giovanni Rodríguez se queja de las exiguas librerías y de los lectores castos, podría preguntarse él hasta dónde la moral se puede estirar sin romperse en cuanto a honestidad en el medio literario y sobre todo la brutalidad con la que se abusa de los estudiantes en la universidad en las clases de español. 

Pero sobre todo es lo condescendientes que somos, Fabricio Estrada por ejemplo decía en su blog que «con Giovanni podemos entrarle a los altos hornos para identificar la poesía en su nivel de fuego blanco», bien, pero yo no veo cómo eso es posible cuando por otro lado se forman criterios equivocados sobre las relaciones personales pero sobre todo cuando se desvirtúa el trabajo de muchos autores por su militancia política o por un posicionamiento ideológico u orientación sexual o por el hecho de ser mujer, finalmente, lo que no se puede es ir por la vida creyéndose el non plus ultra de las cosas en una sociedad con una diversa manifestación literaria. Y es por eso que me uno al llamado de atención que Gustavo Campos lanza, para defender la literatura pero sobre todo para defender la integridad de quienes nos dedicamos al oficio y reconocer que hay cosas que no se pueden seguir tolerando.

Tomado del blog de Martín Cálix

martes, 23 de febrero de 2016

Las contradicciones de misóginos y homófobicos literatos de la costa norte o las cosas por su nombre.








Las contradicciones de misóginos y homófobicos literatos de la costa norte o las cosas por su nombre.

Las contradicciones de misóginos y homófobicos literatos de la costa norte o las cosas por su nombre.

El mal juicio de un literato misógino y homofóbico empedernido me ha incitado a responder brevemente sus “opiniones” contradictorias. Este profesor de literatura de la UNAH-vS se caracteriza por el afán de notoriedad a raíz de las polémicas. Claro, según él tiene enemigos y toda la sociedad se ve afectada y herida por sus insanas opiniones, prejucios medievales y juicios sin argumentaciones sólidas. Recuerdo que el grupo de examigos de aquel colectivo llamado mimalapabra coincidíamos en que su personalidad era débil (por esa razón su arraigado mal humor), por lo tanto adoptó la de su gran amigo, también profesor misógino y homofóbico.

Había decidido jamás contestarle sus entradas en los blogs y redes sociales o sus insultos contra mí o contra mis amigos y amigas. Pero hoy donaré a la humanidad (jaja) tres páginas al respecto.

Recuerdo que el profesor G. R. (escribo sus iniciales porque él y otros usan la alusión y el anonimato, los conozco tan pero tan bien, pues sostuve una amistad de aproximadamente una década) me confiaba que su mejor amigo M. G. quería vivir su vida a través de la suya. Todas sus acciones parecen indicarnos que sí lo logró. Por lo menos, parcialmente. En términos porcentuales un 80% de su personalidad se calcó en él, hasta mi conocimiento. Como si hubiera pasado una historia similar a la de Harry Potter y Lord Voldemort, mi amigo heredó la maldad de su amigo. No sé a qué se habrá debido. Si mi amigo poseía una personalidad débil y su amigo una personalidad fuerte o si de verdad hilaron fino sus características. Solo en la edad y en la fisonomía de ambos podemos rastrear diferencias. Los gestos desdeñosos, los vocablos, la recurrencia léxica, el tono irónico y despectivo parecen haber hecho metástasis en dos personas diferentes. Uno, fácilmente influenciable, el otro, hábilmente manipulador.
Lo intrigante es que jamás volví a ver a uno de ellos.

Inicialmente la forma que usaban para “descalificarme” o burlarse de mí era llamarme “Saritiano” (Sara Rolla es parte de la Real Academia Hondureña de la Lengua, crítica y ensayista argentina que reside en Honduras y que posee un espíritu como el de Audrey Hepburn, hermoso, caritativo y dadivoso, además de lúcida y no malintencionada, ah! y “buena onda”). Para esos años -2003 a 2005- tanto G. R. como M. G. Sostenían que en la carrera de Letras habían dos diferentes y opuestos modelos “mariano” o “saritiano”. Sobre esto no me extenderé, que los silencios a lo Campra hagan el trabajo.

En la actualidad me llaman “apacible embajador de la buena voluntad.” (Véase el blog de G.R.). Agrega: “Tampoco hay que pretender ganarse el favor de cierto grupo de damas sensibles saludando “a todos y a todas” y llamando “queridos y queridas” a los presentes en algún lugar al que llegamos”. No sé él, pero yo no tengo un “querido” “colectivo” (recuérdese la anécdota de Borges sobre su buena intención de darle la mano al “pueblo”, que es un abstracto), sino amigas y amigos, y a quienes quiero les digo de esa forma, la amistad que profeso es individualizada.

Este Claudio misógino y arrogante -releer a Guadalupe Nettel- no recuerda que cuando vivió en España me recomendó una y otra vez que me alejara de M. G., a quien consideraba un ser humano perjudicial, que había que llevárselo bien porque en caso contrario tu “vida literaria” se vería truncada, y, por supuesto, no entiendo por qué a su regreso volvieron a juntarse. Que alguien me explique. G.R. es un sujeto despersonalizado.

Una vez me metieron en un serio aprieto. Acostumbŕabamos a quedarnos en casa de M. G. después de las noches de ebriedad. Una noche se quedó en la misma habitación que yo una compañera de facultad, buena amiga, y la mejor amiga de la esposa de M. G. Al día siguiente ella me dijo que yo era un poco hombre, hablador, etc. Etc. Y le dije que ella me conocía y que no inventé nada porque no había nada qué decir. Me dejó de hablar. Ambos, G.R. y M. G. se rieron a carcajadas. Meses después, en una cena navideña, le confié a R. T., esposa de M.G., que yo no había dicho nada, y los “embajadores de la mala voluntad” se ríeron y confesaron: “es cierto, Gustav es incapaz de hablar mal... y no dijo nada”. Ella le contó a nuestra amiga y luego se disculpó. Hay mucha tela que cortar por acá.

G. R. me confió tantas y tantas historias y teorías sobre M. G., de por qué le prestaba novelas cuyos autores y personajes eran homosexuales, y sígase imaginando. Me contó una versión de la enemistad entre el novelista hondureño que escribió Nunca entres por Miami: R. Q. Etc.

Ah, y él, G. R., no recuerda la ocasión de una discusión con R. T. (ex mimalapabra y ex dueño de Klein Bohemia) que lo dejó sumido en el más vergonzoso silencio: tenía que ver con algo sobre “tours”. No entiendo entonces por qué lo homofóbico. Yo tengo una prima y un hermano que son gays y muchos amigas y amigos que también lo son.

Se preguntarán la razón por la cuál he decidido contar el 1% de 12 años de amistad, por dos razones: por más que procuré tolerarles todas las ofensas a mí -que de paso también le cayeron a mis amigos-, esperando que repensaran las cosas y cambiaran de actitud, más bien creyeron que les daba “licencia” de continuar; la segunda porque, como dijo G.R, una de mis cualidades no es la cordura: confieso públicamente haberme hundido hasta en la mierda y repetir la historia de mi padre, quien se suicidó con veneno, en cambio yo quedé vivo en una agonía que no se la deseo a nadie. 17 días horribles. 15 en el Leonardo Martínez en la Unidad de Desintoxicación entre octubre y noviembre del 2015. Creo que la muerte de mi madre a causa del cáncer me terminó de disparar. Lo intenté con un cuchillo, y no obtuve resultados, estaba desafilado, y luego bebí veneno. Mi estómago se deshizo... Abuelos paternos y maternos muertos, padres muertos, violencia intrafamiliar, yo oponiéndome a mi padre, sangre, golpizas, intentos de suicidio, de parte de ambos, uno que lo logró, y mi madre porque ya no encontraba salida ante los abusos de mi padre. Así que no, no soy normal ni quiero serlo. No soy cuerdo (si se refieren a mis trastornos maniaco-depresivos) y jamás lo seré. Soy un ser muy reflexivo y analítico, lúcido opinan otros. Y la luz que hay en mí busco compartirla. Construir y no destruir seres humanos. Quizás por eso la destrucción literaria y estética es una de mis obsesiones, el plano literario es diferente a la realidad. Jamás dije “papi” y “mami” como G.R. Era, desde niño, tímido y tartamudo. Y ahora comprendo la razón. Cuando descubrí que mi padre maltrataba a mi madre, me opuse, y de allí interminables aventuras fuera de casa, sangre, envases estrellados, etc. Sí. Por eso defiendo a la mujer y al hombre contra el abuso. Por esa razón no tolero a la gente que les da por humillar a los demás. Soy hosco. También tengo una personalidad muy complicada y difícil. Por esa misma razón no me caso y tengo hijos: temo convertirme en mi padre. Y ahora que lo escribo y cuento, medio mundo sabe, lo hago de la manera más equilibrada, gracias a los antidepresivos que me mantienen “macizo” y ansiolíticos, que me mantienen en un estado de “felicidad prestada”. Cuento, y tengo mucho que contar porque en el último año estuve tres veces al borde de la muerte, y ahora creo cuando tres sujetos desconocidos se me acercaron yleyeron mi mano y me dijeron lo siguiente: “estás llamado a convocar multitudes” “las personas te oirán”, “tendrás dinero y fama, pero por amor perderás todo, siempre estás dispuesto a perder todo por amor”; el segundo “seres del más allá te cuidan”; el tercero “escribe, escribe sobre todo, sobre las personas, cómo ríen, lloran y se comportan, yo te dictaré la primera línea”, mismo sujeto que nos leyó la mano a todos y acertó, y cuando volvió a la mesa tomó mi mano y la leyó y lloró y me dijo: “por vos venía, cuánto sufrimiento ha habido en tu vida... ora conmigo...” y lloré y lo acompañé a orar y creí en él como si me hubiera descubierto el alma...

Sí, si G.R. Y M.G. (quienes influenciaron a mis ex amigos (“La hermandad de la uva”), y que también sucumbieron ante el temor de no hacer lo que aquellos le decían: como insultar a mis amigas feministas en la presentación de Katastrophé, y que ambos me lo confesaban, nadie quiere echarse en contra a M.G. Yo, que ya morí, y que probablemente siga muerto, me da igual. Conozco también muchísimas historias suyas de todo tipo, así que él que tiene familia tiene más que perder que este pobre estepario).
Como he expresado antes: mi familia son los libros, pero también las amistades auténticas.

Para cerrar algo interesante: G. R. nos decía a mí y a nuestros amigos que yo estaba inventando un nuevo género en narrativa (por Los inacabados), que era un auténtico “poeta poeta”, pero que nunca me lo diría.

D. C. y J. J. B. (el dúo de la Uva) me contaron que una vez G. R. le dijo: “Gustavo es mal escritor”, y ellos respondieron “no”; pero bueno es “esto”, “tampoco”, respondieron; bueno, sí escribe bien pero no hay que decírselo. Y es la misma manera de obrar de M.G. El mejor novelista de Honduras era Roberto Quesada, cuando eran amigos, y luego de la enemistad era mal escritor y sus libros los “castigaba” colocándolos en el suelo y no en el librero. Claro, M. G. tiene una ventaja: es profesor de Letras y quien no opina como él los presiona, insulta, y a los alumnos les toca emigrar a Letras de Tegucigalpa. Y quienes sí se enamoran de esa pose de escritor maldito (que contrasta con su pregonado academicismo, vale agregar que tampoco ha hecho mucha crítica, no como Helen Umaña, Hernán Antonio Bermúdez, Roberto Castillo, Sara Rolla, entre otros muchos) ejerce su jerarquia de poder y enseña lo afín a él (Recuerdo que me decía que yo era mejor escritor que G. R., pero no se trata de ser mejor; que quería prologar mi libro “Bajo el árbol de Madeleine”, luego de ver que J. M. prólogo “Desde el hospicio”, que cuando presentó “Los inacabados” habló tan elegioso del libro, caso contrario de cómo se refirió a “Ficción hereje para lectores castos”, y que terminó orillando a G.R. a aceptar que era algo “ligth” su novela, Etc. Hace mucho tiempo aprendí a no confiar en los criterios de ambos afectados por sus estados de ánimos.

El poeta del grado cero, J. M., y otros amigos, tienen una teoría, que como Jorge Carrión le escribió a G. R. pidiéndole mi correo electrónico, para ese entonces yo estaba en contra de “autopublicitarse”, este eliminó a dos de los editores de mimalapalabra: C. R. y a mí. Según J. M. se debe a celos. G. R. djo que porque publicábamos mucho sobre el Golpe de Estado, y como G.R. vivía en España, jamás vivió y sufrió el conflicto. Al final el “Proyecto 1975”, de Carrión y Marilena, no salió a causa de la crisis. Decidí entonces abrir mi propio blog. Y confiar más en mis búsquedas. Y en criterios extranjeros.

A veces digo con arrogancia, que si de verdad tengo talento, lo usaré de manera opuesta a la de G. R.
La polémica vende. Esto él se lo criticaba a Indiano. Y ahora es su modus operandi. A mi amigo Fabricio le criticaba que hubiera elaborado una antología personal de su poesía, con pocos libros; pero bueno, G. R. hizo lo mismo con “Melancolía inútil”.

Ahora, que es de los narradores talentosos de la generación, nadie lo niega.
Yo, por mi parte, comeré otro dulce (así le decíamos a los medicamentos cuando estuve hospitalizado), y releeré ese libro de Patricia Highsmith que tanto me encantó y que volvió a mis manos). (Hay una conexión entre ella y Vila-Matas que me fascina).

(Sobre el tema de la misoginia y su fobia al homosexualismo, fácil, entren a las páginas de La Hermandad de la Uva, mimalapalabra y el blog personal de G.R.).

domingo, 21 de febrero de 2016

Portrait of someone waiting for a bird. Traducción de León Leiva Gallardo







Hace algunos meses conversaba con León Leiva sobre diversos temas sociopolíticos y literarios, sobre sus novelas y su poesía. Para sorpresa mía, León pasa muy atento de la producción literaria del país y me dijo que había leído parte de mi obra narrativa y poética. Me confesó que lo había impresionado la coincidencia en el uso de la metonimia del hospicio como ambiente físico-psicológico para algunos de sus poemas, y me advirtió que yo estaba condenado a ser poeta. Y pues yo opino lo mismo de él. Mi agradecimiento, respeto y admiración a él. 

He aquí una traducción suya de un poema de Desde el hospicio.

Portrait of someone waiting for a bird


Follow your road
like I follow mine.

Jacques Prévert


I was never moved by the pain of strangers.
Selfish,
I imagined my own portraits as a man accosted by tribulations.
There was something beautiful about being downhearted,
about being indifferent.
What’s kindness?
What’s selfishness?
I was never moved by the pain of strangers.
I saw dreams vanish in the streets
like cold bodies spread on the pavement
or broken-down boxes.
I walked unmoved, drunk,
pondering about being a failure,
waiting for one of them to reclaim my entrails,
my blood,
and then walk away with a smirk on his face, bitter, as I was,
waiting for a bird, a blister,
tears.

Poema "Retrato de quien espera un pájaro".
Gustavo Campos, Desde el Hospicio (2008).
Traducción: León Leiva Gallardo